Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera

La última reforma de fondo para avanzar hacia el desarrollo económico de Chile fue la que permitió contar con una infraestructura vial urbana e interurbana de excelencia. Después de eso, poquito. Hacia fines del próximo gobierno, completaremos casi 20 años sin cambios relevantes para dar ese salto. Pero, al revés que en el tango, 20 años es mucho.

¿Y qué tiene el desarrollo económico que no tengamos ahora (aparte de ser más ricos)? Mejores bienes públicos (educación, salud, pensiones), mejor distribución del ingreso, mejor convivencia, mejores instituciones, menos abusos, y así. ¿Parecido a qué país nos gustaría ser en el futuro? Solo se me ocurren países desarrollados, como dije en alguna columna pasada.

Mi pesimismo respecto del próximo gobierno es que no hay mirada de largo plazo. ¿Cuál es el proyecto país de Guillier? ¿Y el de Goic? ¿Y el de mi querido José Miguel? El de Lagos lo puedo avizorar por su trayectoria, pero no por su discurso actual. El de RD reproduce los intereses corporativos de los estudiantes universitarios y casi nada más. Y en la derecha tampoco existe una visión. ¿Ossandón? ¿Cuál es el proyecto país de Piñera? Algo del pensamiento liberal de derecha apareció en el Grupo Tantauco, pero de eso no hubo nada en su gobierno ni en su discurso actual.

Un buen liderazgo político debe conciliar dos aspectos. Por una parte, la representación. Esto es, ser el intérprete de una mayoría ciudadana. Por otra parte la visión. Es decir señalar y guiar al país hacia su tierra prometida (con sesgo a la derecha como en Alemania, o sesgo social demócrata, como en los nórdicos), aunque la mayoría no quiera escuchar acerca de los costos de la travesía. Los liderazgos políticos del Chile actual solo compiten en representación sin substancia, con ausencia total del “vision thing”. O, dicho de otra manera, los liderazgos políticos actuales están cojos. Para ir hacia adelante es mejor usar las dos piernas.

Los desafíos de 1990, con la pobreza como el grupo social más grande del país y una clase media reducida, el aislamiento internacional, población y recursos naturales redundantes y problemas de convivencia ya quedaron atrás. Hoy los desafíos son otros, ligados a una clase media empoderada y exigente, con nuevas restricciones (población escasa, territorio escaso). Como hemos dicho antes, se trata de características de la fase previa al desarrollo pleno. Dentro de estos nuevos desafíos está el hacerlo mejor (elevar la productividad), transitar desde una cultura de la desconfianza a una cultura de la cooperación, y avanzar con la gradualidad que permitan los recursos en los temas del segundo párrafo de esta columna. Un buen relato siempre ayudará a iluminar la travesía restándole luz al inmediatismo.

Un solo ejemplo en un tema donde me siento más cómodo: ¿Por qué no pensar que la próxima gran reforma tributaria debiera estar centrada en otorgar beneficios a la investigación y el desarrollo en la empresas (R&D)? Eso existe en el mundo desarrollado y en Chile no. Eso es mucho mejor para el futuro anhelado que una retroexcavadora 2.0 para deshacer la última reforma.

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