Autor: Ignacio Walker
Fuente: Cooperativa

Lo que estamos viviendo es una crisis política que requiere de una solución política. Este es el momento de la política, lo que incluye la necesidad de procurar soluciones concretas a las principales demandas sociales. 

Lo anterior implica también definir un horizonte de tiempo, en el mediano y largo plazo, que permita hacer más previsibles las vidas de los chilenos. 

Al final (no al principio) de ese camino debiéramos ser capaces de aprobar una nueva constitución. Algunos (Genaro Arriagada, Jorge Burgos, Patricio Zapata y el suscrito) hemos propuesto una Convención Constituyente como una alternativa a la Asamblea Constituyente. 

Todo lo anterior, sin perder de vista que no hay mediano y largo plazo sin un adecuado control del corto plazo. Eso es precisamente lo que está ocurriendo en Chile: estamos perdiendo el control del corto plazo, especialmente en torno a la violencia. 

En estos días se cumplen tres semanas desde el estallido anti-social, con los destrozos, saqueos, violencia y destrucción del fatídico 18/10 en la tarde y en la noche. Lo anterior, mientras algunos de los principales dirigentes políticos de un sector de la izquierda llamaban a la evasión masiva y la desobediencia civil. Ellos contribuyeron a incendiar la pradera (desgraciadamente no es una metáfora). 

La violencia no ha cesado, como hemos podido constatarlo en estos días. Se trata de sectores absolutamente minoritarios que apuntan al derrocamiento del gobierno y de la propia democracia. Sus acciones violentas atentan y conspiran contra la definición del Estado moderno, entendido como el monopolio de la fuerza. 

La privatización de la violencia que practican estos sectores ultra minoritarios tiene un solo objetivo: la ingobernabilidad del país. 

Esa violencia ha eclipsado el lado luminoso de la luna, el estallido social, masivo y pacífico del 25/10. Aquí no cabe ningún tipo de ingenuidad. La única solución a la crisis que vivimos, en la perspectiva del corto plazo, para viabilizar el mediano y largo plazo, es aislar social y políticamente  la violencia. No cabe ninguna ambigüedad al respecto. 

El pueblo chileno no está detrás de la violencia. El pueblo ha planteado sus legítimas demandas sociales. Es hora que gobierno y oposición se pongan de acuerdo sobre las principales demandas sociales, que todos conocemos cuales son. El acuerdo debe ser suscrito por los partidos (que están disponibles y que reúnan una mayoría) en sede parlamentaria. 

Restablecimiento del orden público (seguridad ciudadana y paz social), agenda social y nueva Constitución (a través de un mecanismo participativo, democrático a institucional). Esa es la trilogía en torno a procurar una solución política a la grave crisis política que vive Chile. 

En ese camino (porque aquí no hay atajos, es un camino, se trata de un proceso que abarca el corto, mediano y largo plazo) la prioridad absoluta es aislar social y políticamente  la violencia y a quienes la ejercen.

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