En entrevista con Patricia Arancibia Clavel del Diario Financiero, el investigador senior de CIEPLAN, Francisco Díaz, desmenuza el actual momento político. “Creo que si no hay reformas institucionales profundas nos podemos acercar a escenarios como los de Venezuela en los 90 o Italia en los 80”, afirma este abogado y cientista político del PS.
Francisco Javier Díaz (@panchodays) fue uno de los personeros del “segundo piso” más cercanos a Bachelet. Con sólo 40 años, este abogado y cientista político es parte de una nueva generación socialista que huye de los slogans fáciles y analiza con seriedad y ponderación nuestra realidad política. Agudo articulista en diversos medios, acaba de publicar junto a Patricio Navia y Alfredo Joignant el “Diccionario de la Política Chilena”. Nos recibe cordialmente en su casa de La Reina donde desmenuza el crítico momento que vive la Concertación.
¿Qué se nos viene por delante después del anuncio que está surgiendo un nuevo referente, la “Convergencia Opositora”?
Creo que tendremos una disputa entre centro-izquierda y centro-derecha por mucho tiempo y lo único que puede amenazarla es la emergencia de un populismo extraño de cualquier signo. En ese sentido, la Concertación o el nombre que tome, va a seguir existiendo. No hay en Chile más redes políticas que ésta, el PC o los pequeños partidos que se han organizado. Pienso que es un poco inoficioso discutir sobre el nombre, lo importante es discutir qué plataforma programática va a elaborar y con qué líderes se va a llevar adelante este proyecto.
¿Con o sin la DC? Algunos antiguos socios no la quieren dentro…
La Concertación nació gracias al entendimiento PS-DC, especialmente, entre Almeyda y Aylwin. Poco a poco ésta se fue plasmando en un proyecto de unión del socialcristianismo -que es progresista y de centroizquierda- con el socialismo. Los socialistas se hicieron socialdemócratas y los socialcristianos se afincaron definitivamente en este mundo progresista, por tanto, veo difícil que la DC tenga espacio y ganas de irse a otro lugar o que la quieran echar. Sí, la están maltratando demasiado y hay que cuidar esas formas. Existe una red socialcristiana en todo Chile muy popular y sería una locura pensar en un proyecto político progresista prescindiendo de ella.
Pero la clase política está haciendo muchas locuras…
Estamos viviendo el momento de mayor dispersión de liderazgo y eso genera desorden y a veces conductas poco amistosas, pero quieran o no quieran los partidos, a medida que se acerquen las elecciones, se van a generar comportamientos estratégicos electorales que ordenarán las cosas. Veo difícil que Piñera vaya a reformar el binominal y eso significa un fuertísimo incentivo para que los partidos lleguen a acuerdos para enfrentar a la centro-derecha. A medida que los liderazgos presidenciales se vayan perfilando tenderá a primar la racionalidad, lo programático.
Todo esto en el entendido que el sistema político que nos rige es legítimo y válido, algo que se está poniendo en duda…
Es cierto que estamos en un escenario distinto que es problemático para los partidos y que se traduce en la baja representatividad y legitimidad que la gente está apreciando en ellos. Por eso creo que si no hay reformas profundas en el sistema político, tanto institucional, electoral y constitucional como en el funcionamiento de los partidos, nos podemos acercar a escenarios similares a los de Venezuela en los 90 o de Italia a fines de los 80.
¿Hay verdadera conciencia de ello en lo que queda de la Concertación?
El gran drama que viven los sistemas políticos en crisis es esperar hasta último minuto para auto reformarse y, a veces se les pasa ese minuto. Hay que hacer una reforma al sistema electoral en serio, que no es agregar una lista proporcional nacional paralela al sistema binominal. Una verdadera reforma pasa por re-distritar y creo que pasará un camello por el ojo de una aguja antes que un parlamentario quiera hacerlo.
¿Cómo se avanza, entonces?
Cuando se está en crisis, a veces hay reformas en carpeta que se pueden reflotar y son un avance. El ejemplo más a la mano se dio a raíz del caso MOP-GATE. Había una propuesta de crear un sistema de Alta Dirección Pública, consensuado entre distintos centros de estudios, muy particularmente el CEP, y se arribó a una excelente reforma. Creo que ahora es momento de hacer algo parecido. Reformar los partidos, el sistema electoral, aspectos constitucionales como el de los quórum, de manera que cuando la clase política tome conciencia del grave problema de descrédito en que está sumida y que surja un liderazgo que se atreva a remecer las estructuras, esas reformas estén listas y se puedan implementar.
¿Ves a Piñera abierto a reformas políticas?
Creo que Piñera está en el dilema de hacer la segunda parte del gobierno de Alessandri Rodríguez o la segunda parte de Alessandri Palma, es decir, terminar sólo administrando e incorporando partidos ajenos a su Coalición para poder sobrevivir políticamente, o ser un presidente que marque un precedente de reforma institucional profunda como lo hizo Alessandri Palma. Alessandri padre dejó una marca histórica al promulgar la Constitución del 25. Es el ejemplo de un oligarca que cambia el sistema oligarca. Alessandri hijo, sólo administró y su gobierno de gerentes terminó rengueando.
Y, ¿qué podría frenar a Piñera?
Quizás, debería sacarse de la cabeza que las reformas institucionales son reformas de izquierda. Chile necesita una democracia más plural donde las distintas fuerzas políticas puedan competir sin temor y sobre todo sin elementos supra mayoritarios o contra mayoritarios. ¿Qué es lo que tenemos hoy día? Una democracia protegida en varios aspectos, senadores y diputados “designados”… Hay que perderle el miedo a una reforma de este tipo que no es de izquierda ni de derecha, sino sencillamente tener una firme convicción de pluralismo democrático.
¿Crees que nuestro sistema político está en peligro?
Sí, vivimos una grave crisis de representatividad que a veces tiende a esconderse. En términos comparados, los partidos chilenos tienen la más baja estima de toda Latinoamérica, una de las tasas de participación más bajas del continente con parlamentarios electos con menos del 10% de la población en edad de votar en sus distritos. Estas son cifras similares a sistemas de partidos que cayeron en otras partes…
¿Qué pasó para que llegáramos a esta situación?
Una conjunción de temas: desazón del ciudadano al ver que vota y siempre empata y que cuando empata los mecanismos contra mayoritarios del Parlamento impiden que la escasa mayoría se pronuncie y que incluso, cuando lo hace, se llega a un Tribunal Constitucional con atribuciones completamente excesivas que puede echar abajo leyes ya aprobadas por un Congreso legítimamente elegido. Desazón porque las prácticas de los partidos no han sido las más sanas. La permanencia de los representantes en sus cargos, la práctica del amiguismo, del nepotismo en izquierdas y en derechas, hace que la gente se vaya alejando de ellos y no los sienta representativos.
¿Qué autocrítica se hace el PS?
Hay prácticas que si bien han sido hechas de buena fe, no contribuyen a la buena imagen. La rotativa de personas en distintos cargos, no es bien vista ni entendida por la ciudadanía. Cuando Bachelet planteó en sus inicios un gobierno ciudadano y la renovación de caras y de prácticas, no fue comprendida ni por su propio partido. Creo que el PS tiene una responsabilidad algo mayor que los demás. Nos hace daño cuando algunos militantes entran a ocupar puestos de relevancia en directorios de grandes conglomerados privados. Todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida, pero cuando entran a formar parte de directorios de AFP, Isapres, banca, hay inconsistencia y se nos castiga por eso, aunque sean cuatro o cinco…
¿Crees que el triunfo de Piñera fue consecuencia del fracaso del gobierno de Bachelet?
No. Bachelet hizo un buen gobierno y la sensación es de éxito porque hicimos reformas importantes en beneficio de la gente; se generó un cambio de óptica en políticas sociales relevantes, dejando atrás el individualismo heredado del gobierno militar para avanzar hacia esquemas de orientación más socialdemócrata, una suerte de moderno Estado de bienestar.
Justamente lo que está haciendo agua en Europa…
Es que Europa no supo modernizar su Estado de bienestar y cayó en las perversiones que todos conocemos: esquemas de bienestar en exceso generosos, que coloca los incentivos en puntos incorrectos. Nuestra reforma al sistema de pensiones, por ejemplo, asegura una pensión básica solidaria, un aporte del Estado, pero es hiperrelevante el ahorro privado de la persona, su disciplina y esfuerzo individual.
Pero, ¿puede hablarse de éxito, cuando políticamente no hay renovación, liderazgos ni herederos y a la primera derrota la Concertación se desarma?
Lamentablemente la renovación sólo se vio reflejada en la presidenta y un puñado de colaboradores, muy centralmente Andrés Velasco, Lagos Weber, Carolina Tohá y no muchos más. Es cierto, tuvimos éxito como gobierno, pero no en producir un cambio profundo en la práctica política de la Concertación. La pregunta no es por qué perdimos, sino por qué se quiso perder. El candidato que llevábamos, a quien se le valora su arrojo y valentía de poner el pecho cuando nadie más lo quería poner, evidentemente no sintonizaba con las demandas de cambio que ya comenzaban a sentirse en la ciudadanía. Su programa parecía más un shopping list de medidas estatistas, que un verdadero programa con una visión moderna de cómo debe ser Chile. Los partidos que fueron los grandes causantes de la derrota, priorizaron, de manera evidente y con muy poca valentía, las parlamentarias antes que la presidencial. Entonces sí, no haber incidido más en aquel cambio político fue algo que en lo personal, me deja con una sensación súper amarga.
¿Por qué la Concertación ha renegado de sus propios logros?
Ha faltado serenidad e inteligencia para asumir la autocrítica. Se hicieron muchas cosas buenas que no se mencionan y otras que no se hicieron o porque no era el momento, no estaban los recursos, porque se priorizaron otras necesidades o porque el sistema constitucional no lo permitía. Pero también hubo cosas que se hicieron mal y otras donde se cometieron errores, como el financiamiento compartido que terminó formando un sistema escolar tremendamente segregado. No estoy ni con los autoflagelantes ni con los autocomplacientes. Nada más triste que ser oficialista del pasado, o tratar de borrar con el codo lo que se escribió con la mano. La Concertación todavía está llorando cuitas, sin entrar a una elaboración ideológica más profunda.
¿Cuál sería el titular de la posición ideológica que debiera asumir?
En lo macro, una centro izquierda razonable, sensata, que no desea volver a un estatismo extremo, que valora el sistema democrático representativo liberal y el sistema económico de mercado, con regulación y corrigiendo sus fallas.
¿Cómo llegar a entendimiento y salir de la crisis en que está inmersa?
Creo que hay que destinar mucho tiempo y paciencia a conversar entre toda la coalición y esto que puede parecer un cliché, es muy cierto. Después de la derrota, los partidos tendieron a refugiarse en lo más conocido, sus dinámicas internas, como ocurrió en 2010, sin mirar a la sociedad, que es lo que falta.
Fuente: Diario Financiero