Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
El crecimiento estructural de Chile se ha desacelerado en los últimos años como resultado de su propio éxito. Más de lo mismo genera menos crecimiento que antes porque se está agotando el ciclo virtuoso de las últimas décadas del siglo 20.
El país aprovechó ese ciclo para transitar desde una sociedad con pobreza masiva a otra con una clase media masiva. Se trata de una clase media emergente, pero todavía precaria. Aspira a que los hijos tengan las oportunidades que ellos no tuvieron. Pero también siente temor y ansiedad frente a los múltiples riesgos que enfrenta. Entre otros, los riesgos asociados a la delincuencia, a una vejez indigna, a perder el empleo, a enfermarse, a ser un deudor moroso, a la dificultad de pagar la educación de los hijos, y así. Se siente víctima de abusos y, a la vez, se siente poco amparada por el Estado. La agenda que se desprende tiene que ver con el sistema de pensiones, de salud y de educación. Tiene que ver con la seguridad ciudadana, la regulación frente a los abusos y, en definitiva, con una vida digna y tranquila, donde se pueda progresar en todos los ámbitos.
Pero esa agenda exige recursos que no están disponibles en el corto plazo. La inmediatez de soluciones ¡ahora y ya! tiene como única certeza la de transformar los sueños de hoy en la pesadilla de mañana. Los países que han enfrentado con éxito los desafíos del Chile actual son todos ricos. Y la razón es de una lógica impecable: para darse gustos de ricos hay que ser ricos. De allí la necesidad de un nuevo impulso de crecimiento económico, que viabilice gradualmente una agenda como la señalada. El crecimiento puro y simple es insuficiente. Pero es una condición necesaria para alcanzar un desarrollo integral.
Un nuevo ciclo virtuoso de crecimiento sí es posible, pero requiere actuar en varios frentes. Además de aumentar la calidad y cantidad de la inversión en capital físico y humano, de elevar la productividad, de aprovechar las tecnologías de punta y de toda esa lista que entusiasma a los economistas (yo incluido), se requieren políticas públicas que contribuyan a una cultura de cooperación y confianza. Se trata de un cambio mayor que hicieron los países que nos antecedieron en este camino.
Esta semana se dio a conocer el Informe de la Comisión de Desarrollo Integral. Más allá de las propuestas específicas, hay un relato que contiene las ideas fuerza que he resumido aquí. Ahora es la clase política la que tiene la palabra. El requisito más exigente de la agenda propuesta es el de la persistencia. De emprender un recorrido de características épicas (como lo fue la transición a la democracia) que sea resistente a la alternancia en el poder y al ensimismamiento de la política y los políticos. De construir un futuro donde quepamos todos. Donde aceptemos y toleremos nuestras diferencias, y donde todos tengan la oportunidad de desarrollarse. Otros países ya lo hicieron. Y Chile está en el momento histórico preciso para abordar este desafío.