Experto refuta la tesis de «La maldición de los RRNN» y señala que han sido el motor de crecimiento de América Latina, pero se requiere más que eso para llegar al desarrollo.

Patricio Meller, economista chileno de 74 años, da clases en el Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile y es director de proyectos de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN), que ha servido como fuente de ideas y dirigentes para la Concertación que gobernó este país entre 1990 y 2010. Master en economía e ingeniería por la Universidad de California Berkeley, este independiente cercano a la democracia cristiana ha participado de Gobiernos liderados por socialistas. En el de Ricardo Lagos (2000-2006) fue director de la minera estatal Codelco y en el de Michelle Bachelet (2006-2010) presidió el Consejo Asesor para la Equidad Social. Desde Santiago de Chile dialogó con El País sobre su visión de la economía latinoamericana, a la que le ha dedicado un reciente documento de investigación en el CIEPLAN.

¿Qué está investigando en la actualidad?

Los temas en los cuales estoy involucrado tienen que ver con el desarrollo futuro de América Latina. La pregunta de fondo es cómo se inserta América Latina en el mundo global del siglo XXI. Y el mecanismo fundamental que se ha utilizado siempre es el de las exportaciones. Pero en América Latina ha existido durante el siglo XX un sesgo negativo contra las exportaciones de recursos naturales. América Latina tiene ventajas comparativas en recursos naturales y su canasta está dominada por estos recursos.

Esta forma de insertarse en el siglo XX le generó problemas y hoy día, en que los recursos naturales han tenido los precios relativos más altos de su historia, está América Latina un poco desconcertada de que si sigue por esta vía la experiencia de principios del siglo XX fue negativa. ¿Entonces qué hace? Gracias a los recursos naturales hemos visto que desde el boom (auge) del precio de commodities (materias primas) América Latina ha tenido una ganancia o un maná que le ha caído del cielo, pero en cantidades siderales. ¿Cómo negar el hecho de que estos recursos naturales se han transformado para toda América Latina en una verdadera bendición?

Pero en un texto publicado por usted, Dan Poniachik e Ignacio Zenteno en la CIEPLAN se concluye que esa bendición no alcanza para llevar a estos países al desarrollo.
Gracias a los recursos naturales hemos visto que desde el boom (auge) del precio de commodities (materias primas) América Latina ha tenido una ganancia o un maná que le ha caído del cielo, pero en cantidades siderales

El viejo tema en nuestra región es cómo nos transformamos en países desarrollados. La duda existente ahora es si los recursos naturales nos van a transformar en desarrollados. Lo que nos estamos dando cuenta es que los recursos naturales son fundamentales para lograr una generación de divisas de manera elevada y para generar recursos al fisco, para financiar sus gastos. Pero la cuestión de fondo es si apostamos a esto, debiéramos estar rezando para que los precios de los recursos naturales sigan creciendo hacia adelante. Pero no podemos en el mundo de hoy pensar que solo los recursos naturales nos transformen en países desarrollados. Una de las características de los países desarrollados es el de la innovación tecnológica.

Nosotros, lamentablemente, no nos caracterizamos por tener esa capacidad innovadora. Para transformarnos realmente en países desarrollados, necesitamos adquirir esa capacidad innovadora, que no la tenemos y que nos falla por distintas vías y razones.

¿Latinoamérica ha desaprovechado estos 11 años de altos precios de las materias primas?

Lo que ha hecho América Latina con estos recursos extra ha sido conciliar el crecimiento con equidad. La bonanza nos permitió crecer más rápido, pero además el influjo de recursos fue tan cuantioso que nos permitió al mismo tiempo impulsar políticas de gasto público social bastante expansivas y generosas, de forma de cubrir el grueso de la población.

Pero lo que no ha hecho es transformarnos en más productivos, elevar nuestra competitividad, más allá de esta bonanza que ha generado en los sectores productores de recursos naturales.

Se habla de maldición de los recursos naturales por el impacto de su explotación en el medio ambiente y por la desindustrialización que deriva de la enfermedad holandesa. ¿Qué opina de estos dos temores?

El impacto de la bonanza de los commodities no ha reducido las exportaciones distintas de los commodities. Lo que sucede en la mayoría de los países es que el resto de los productos que están en la canasta exportadora, aparte del commodity principal, también consiste en productos muy intensivos en recursos naturales. El boom que ha habido ha sido generalizado en todos los recursos naturales, y no solo en los minerales y petróleo. También ha sido frutícola, pesquero, forestal o de otros productos agrícolas, como la soya, la carne.

Todo esto ha hecho que, si bien la bonanza del precio de los commodities genera presiones de revaluación o apreciación cambiaria, esta apreciación ha sido más que sobrecompensada por el mayor precio que ha tenido el resto de los productos exportados que no son el commodity principal. La enfermedad holandesa no se ha podido manifestar porque ha habido un boom generalizado de los precios de los productos exportados por los países latinoamericanos.

Pero algunos países de la región fabrican manufacturas no vinculadas a las materias primas que sí pueden verse afectadas por la enfermedad holandesa. De hecho, en el comercio mundial de bienes industriales Latinoamérica ha perdido peso, del 4% en 2000 al 3% en 2010. Por eso se dice que en los 2000 continuó la desindustrialización de décadas anteriores.

Sí, pero aquí hay que tener cuidado. Hay que evitar esta confusión entre porcentajes relativos. Es efectivo que en la mayoría de los países el sector industrial pierde importancia respecto al PIB y respecto al resto de los sectores productivos, pero eso no quiere decir que la industria en sí reduzca la magnitud que tiene sino que lo que sucede es que los otros sectores se expanden mucho más. Esto no es solo por la exportación de recursos naturales sino también por los servicios, que se han expendido no solo en Chile y el resto de América Latina sino en todas partes.

Esto es lo que reduce al sector industrial en todos los países del mundo. Entonces esta desindustrialización no es tal. Estamos produciendo hoy día en la mayoría de los países latinoamericanos productos industriales más focalizados y más vinculados a agregar valor o proporcionar insumos a la producción de los recursos naturales.

Hay excepciones: México y los países centroamericanos. Allí, por la inversión de empresas norteamericanas, particularmente en México, se está generando una expansión bastante importante del sector industrial y de las exportaciones industriales. Las exportaciones industriales de México están fuera de toda relación con lo que pasa en el resto de la región.

México es ahora para nosotros un modelo que debiéramos estar mirando con cuidado por cómo ha logrado expandir su sector industrial vía exportaciones. Tiene la gran ventaja de la importantísima inversión norteamericana en su territorio.

Pero en eso incide la proximidad geográfica y no hay país latinoamericano que en eso pueda igualar a México…

Sí, eso es efectivo. Pero todos los países de América del Sur esperamos que un país con magnitudes económicas bastante importantes, Brasil, cumpla el rol que está cumpliendo EE UU en América del Norte. Pero no lo está haciendo. Brasil está satisfecho con su gran magnitud y encerrado en sus fronteras, lo cual en un mundo global no tiene perspectiva de lograr competitividad en el futuro.

Brasil debiera ser la locomotora latinoamericana que arrastre e invierta en otros países, genere ventajas comparativas, genere cadenas de valor empujadas por empresas brasileñas, y eso no está pasando. Eso le conviene a Brasil y constituye un juego de suma positiva, es bueno para todo el continente, pero no está pasando.

Volviendo a México, muchos analistas critican su modelo industrial porque añade poco valor, importa muchas piezas para ensamblar coches o productos electrónicos.

Discrepo de esa postura porque creo que lo que ha logrado México, y no el resto de los países latinoamericanos, es insertarse en las cadenas internacionales de valor. Al insertarse en esas cadenas, se elabora una parte del proceso productivo y, a elaborar esa parte, lo que están haciendo al mismo tiempo es adquirir el know how (conocimiento) de cómo se hacen las cosas, cómo mejorar el proceso productivo, mejorar la parte que le toca en la cadena de valor, generar innovación tecnológica.

Es un proceso endógeno: mientras más se hace, más se aprende. Mientras más se aprende, más posibilidades tiene de aplicar ese aprendizaje en otros sectores. Para ver qué ha pasado con el nivel de exportaciones latinoamericanas fuera de los commodities, hay que sacar a México de la película porque lo distorsiona todo.

¿Y qué opina del impacto ambiental de la explotación de recursos naturales?

El problema es que efectivamente la producción de estos recursos naturales puede hacerse reduciendo costos, pero contaminando más. El uso de tecnología que sea menos contaminante implica incrementos de costos y, en la medida en que las comunidades están reaccionando en distintos países, se están frenando proyectos que no cumplen con las especificaciones medioambientales.

Lo que estamos viendo particularmente en Chile y Perú es que hoy en día los inversionistas extranjeros y nacionales que están produciendo recursos naturales en distintos tipos de regiones y comunidades tienen que convencer a esas comunidades locales para invertir y seguir produciendo de manera no contaminante. Está habiendo una autorregulación dentro de los países productores de recursos naturales debida a presiones que están ejerciendo las comunidades donde está la producción esos recursos. Es efectivo que hay problemas de contaminación, pero las comunidades están reaccionando y eso es lo que está llevando a las empresas productoras a darse cuenta que es más eficiente en el largo plazo, desde el punto de vista de competitividad, entrar a cumplir con las normas medioambientales y tener el OK de las comunidades donde están instaladas. Como lo han dicho algunos empresarios extranjeros y locales en varios países de la región, hay que transformar en socios a las comunidades locales en el proceso productivo.

Esto es algo positivo desde el punto de vista ambiental, pero desde el social también lo es porque implica inclusión social.
La debilidad central es la incapacidad de generar innovación tecnológica. Si no dominamos la tecnología y no sabemos cómo usarla, modificarla, inventarla, no vamos a ser nunca un país desarrollado

¿Qué otras fortalezas y debilidades observa en la economía latinoamericana?

La debilidad central es la incapacidad de generar innovación tecnológica. Si no dominamos la tecnología y no sabemos cómo usarla, modificarla, inventarla, no vamos a ser nunca un país desarrollado. Para nosotros el modelo es Corea (del Sur). Corea tenía hace 50 años tenía el 50% del PIB per cápita del que tenían los países más avanzados en América Latina y hoy día tiene 50% más que nosotros. Y lo ha logrado a través de aprender a innovar. No ha sido un proceso lento, pero lograron hacerlo.

Y esto atraviesa por algo en lo que tenemos un gran cuello de botella: las universidades, que tienen la estructura y la metodología del siglo XIX, en particular en las escuelas de ingeniería, que son demasiado teóricas, poco prácticas, muy académicas y no se hace lo que hacen los coreanos, japoneses y chinos. Ellos hacen la ingeniería reversa: desarmar los motores, la tecnología moderna, volverla a armar, ver qué defectos tiene, cómo se mejora para adaptarlo a las condiciones en las que estamos. Además hay que hacer lo que ha hecho Corea: entrar a producir productos nuevos y competir con las empresas más desarrolladas del mundo, inclusive en sus mercados.

¿Y fortalezas?

Debe haber alguna (risas)… Estoy bromeando. Como fortaleza, yo diría que es la gran dotación de recursos naturales, que hoy día se han transformado en un tremendo activo. Nos damos cuenta de que no es un pasivo sino un activo. La duda está en cómo lo explotamos y cómo resolver los problemas tecnológicos que también tiene estos recursos naturales en todo su proceso de extracción, producción y exploración.

> Ver Texto y Comentarios en Blogs El País

Fuente: Blogs El País

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¿Qué está investigando en la actualidad?

Los temas en los cuales estoy involucrado tienen que ver con el desarrollo futuro de América Latina. La pregunta de fondo es cómo se inserta América Latina en el mundo global del siglo XXI. Y el mecanismo fundamental que se ha utilizado siempre es el de las exportaciones. Pero en América Latina ha existido durante el siglo XX un sesgo negativo contra las exportaciones de recursos naturales. América Latina tiene ventajas comparativas en recursos naturales y su canasta está dominada por estos recursos. Esta forma de insertarse en el siglo XX le generó problemas y hoy día, en que los recursos naturales han tenido los precios relativos más altos de su historia, está América Latina un poco desconcertada de que si sigue por esta vía la experiencia de principios del siglo XX fue negativa. ¿Entonces qué hace? Gracias a los recursos naturales hemos visto que desde el boom (auge) del precio de commodities (materias primas) América Latina ha tenido una ganancia o un maná que le ha caído del cielo, pero en cantidades siderales. ¿Cómo negar el hecho de que estos recursos naturales se han transformado para toda América Latina en una verdadera bendición?

Pero en un texto publicado por usted, Dan Poniachik e Ignacio Zenteno en la CIEPLAN se concluye que esa bendición no alcanza para llevar a estos países al desarrollo.
Gracias a los recursos naturales hemos visto que desde el boom (auge) del precio de commodities (materias primas) América Latina ha tenido una ganancia o un maná que le ha caído del cielo, pero en cantidades siderales
El viejo tema en nuestra región es cómo nos transformamos en países desarrollados. La duda existente ahora es si los recursos naturales nos van a transformar en desarrollados. Lo que nos estamos dando cuenta es que los recursos naturales son fundamentales para lograr una generación de divisas de manera elevada y para generar recursos al fisco, para financiar sus gastos. Pero la cuestión de fondo es si apostamos a esto, debiéramos estar rezando para que los precios de los recursos naturales sigan creciendo hacia adelante. Pero no podemos en el mundo de hoy pensar que solo los recursos naturales nos transformen en países desarrollados. Una de las características de los países desarrollados es el de la innovación tecnológica. Nosotros, lamentablemente, no nos caracterizamos por tener esa capacidad innovadora. Para transformarnos realmente en países desarrollados, necesitamos adquirir esa capacidad innovadora, que no la tenemos y que nos falla por distintas vías y razones.

¿Latinoamérica ha desaprovechado estos 11 años de altos precios de las materias primas?

Lo que ha hecho América Latina con estos recursos extra ha sido conciliar el crecimiento con equidad. La bonanza nos permitió crecer más rápido, pero además el influjo de recursos fue tan cuantioso que nos permitió al mismo tiempo impulsar políticas de gasto público social bastante expansivas y generosas, de forma de cubrir el grueso de la población. Pero lo que no ha hecho es transformarnos en más productivos, elevar nuestra competitividad, más allá de esta bonanza que ha generado en los sectores productores de recursos naturales.

Se habla de maldición de los recursos naturales por el impacto de su explotación en el medio ambiente y por la desindustrialización que deriva de la enfermedad holandesa. ¿Qué opina de estos dos temores?

El impacto de la bonanza de los commodities no ha reducido las exportaciones distintas de los commodities. Lo que sucede en la mayoría de los países es que el resto de los productos que están en la canasta exportadora, aparte del commodity principal, también consiste en productos muy intensivos en recursos naturales. El boom que ha habido ha sido generalizado en todos los recursos naturales, y no solo en los minerales y petróleo. También ha sido frutícola, pesquero, forestal o de otros productos agrícolas, como la soya, la carne. Todo esto ha hecho que, si bien la bonanza del precio de los commodities genera presiones de revaluación o apreciación cambiaria, esta apreciación ha sido más que sobrecompensada por el mayor precio que ha tenido el resto de los productos exportados que no son el commodity principal. La enfermedad holandesa no se ha podido manifestar porque ha habido un boom generalizado de los precios de los productos exportados por los países latinoamericanos.

Pero algunos países de la región fabrican manufacturas no vinculadas a las materias primas que sí pueden verse afectadas por la enfermedad holandesa. De hecho, en el comercio mundial de bienes industriales Latinoamérica ha perdido peso, del 4% en 2000 al 3% en 2010. Por eso se dice que en los 2000 continuó la desindustrialización de décadas anteriores.

Sí, pero aquí hay que tener cuidado. Hay que evitar esta confusión entre porcentajes relativos. Es efectivo que en la mayoría de los países el sector industrial pierde importancia respecto al PIB y respecto al resto de los sectores productivos, pero eso no quiere decir que la industria en sí reduzca la magnitud que tiene sino que lo que sucede es que los otros sectores se expanden mucho más. Esto no es solo por la exportación de recursos naturales sino también por los servicios, que se han expendido no solo en Chile y el resto de América Latina sino en todas partes. Esto es lo que reduce al sector industrial en todos los países del mundo. Entonces esta desindustrialización no es tal. Estamos produciendo hoy día en la mayoría de los países latinoamericanos productos industriales más focalizados y más vinculados a agregar valor o proporcionar insumos a la producción de los recursos naturales. Hay excepciones: México y los países centroamericanos. Allí, por la inversión de empresas norteamericanas, particularmente en México, se está generando una expansión bastante importante del sector industrial y de las exportaciones industriales. Las exportaciones industriales de México están fuera de toda relación con lo que pasa en el resto de la región. México es ahora para nosotros un modelo que debiéramos estar mirando con cuidado por cómo ha logrado expandir su sector industrial vía exportaciones. Tiene la gran ventaja de la importantísima inversión norteamericana en su territorio.

Pero en eso incide la proximidad geográfica y no hay país latinoamericano que en eso pueda igualar a México…

Sí, eso es efectivo. Pero todos los países de América del Sur esperamos que un país con magnitudes económicas bastante importantes, Brasil, cumpla el rol que está cumpliendo EE UU en América del Norte. Pero no lo está haciendo. Brasil está satisfecho con su gran magnitud y encerrado en sus fronteras, lo cual en un mundo global no tiene perspectiva de lograr competitividad en el futuro. Brasil debiera ser la locomotora latinoamericana que arrastre e invierta en otros países, genere ventajas comparativas, genere cadenas de valor empujadas por empresas brasileñas, y eso no está pasando. Eso le conviene a Brasil y constituye un juego de suma positiva, es bueno para todo el continente, pero no está pasando.

Volviendo a México, muchos analistas critican su modelo industrial porque añade poco valor, importa muchas piezas para ensamblar coches o productos electrónicos.

Discrepo de esa postura porque creo que lo que ha logrado México, y no el resto de los países latinoamericanos, es insertarse en las cadenas internacionales de valor. Al insertarse en esas cadenas, se elabora una parte del proceso productivo y, a elaborar esa parte, lo que están haciendo al mismo tiempo es adquirir el know how (conocimiento) de cómo se hacen las cosas, cómo mejorar el proceso productivo, mejorar la parte que le toca en la cadena de valor, generar innovación tecnológica. Es un proceso endógeno: mientras más se hace, más se aprende. Mientras más se aprende, más posibilidades tiene de aplicar ese aprendizaje en otros sectores. Para ver qué ha pasado con el nivel de exportaciones latinoamericanas fuera de los commodities, hay que sacar a México de la película porque lo distorsiona todo.

¿Y qué opina del impacto ambiental de la explotación de recursos naturales?

El problema es que efectivamente la producción de estos recursos naturales puede hacerse reduciendo costos, pero contaminando más. El uso de tecnología que sea menos contaminante implica incrementos de costos y, en la medida en que las comunidades están reaccionando en distintos países, se están frenando proyectos que no cumplen con las especificaciones medioambientales. Lo que estamos viendo particularmente en Chile y Perú es que hoy en día los inversionistas extranjeros y nacionales que están produciendo recursos naturales en distintos tipos de regiones y comunidades tienen que convencer a esas comunidades locales para invertir y seguir produciendo de manera no contaminante. Está habiendo una autorregulación dentro de los países productores de recursos naturales debida a presiones que están ejerciendo las comunidades donde está la producción esos recursos. Es efectivo que hay problemas de contaminación, pero las comunidades están reaccionando y eso es lo que está llevando a las empresas productoras a darse cuenta que es más eficiente en el largo plazo, desde el punto de vista de competitividad, entrar a cumplir con las normas medioambientales y tener el OK de las comunidades donde están instaladas. Como lo han dicho algunos empresarios extranjeros y locales en varios países de la región, hay que transformar en socios a las comunidades locales en el proceso productivo. Esto es algo positivo desde el punto de vista ambiental, pero desde el social también lo es porque implica inclusión social.
La debilidad central es la incapacidad de generar innovación tecnológica. Si no dominamos la tecnología y no sabemos cómo usarla, modificarla, inventarla, no vamos a ser nunca un país desarrollado
¿Qué otras fortalezas y debilidades observa en la economía latinoamericana?

La debilidad central es la incapacidad de generar innovación tecnológica. Si no dominamos la tecnología y no sabemos cómo usarla, modificarla, inventarla, no vamos a ser nunca un país desarrollado. Para nosotros el modelo es Corea (del Sur). Corea tenía hace 50 años tenía el 50% del PIB per cápita del que tenían los países más avanzados en América Latina y hoy día tiene 50% más que nosotros. Y lo ha logrado a través de aprender a innovar. No ha sido un proceso lento, pero lograron hacerlo. Y esto atraviesa por algo en lo que tenemos un gran cuello de botella: las universidades, que tienen la estructura y la metodología del siglo XIX, en particular en las escuelas de ingeniería, que son demasiado teóricas, poco prácticas, muy académicas y no se hace lo que hacen los coreanos, japoneses y chinos. Ellos hacen la ingeniería reversa: desarmar los motores, la tecnología moderna, volverla a armar, ver qué defectos tiene, cómo se mejora para adaptarlo a las condiciones en las que estamos. Además hay que hacer lo que ha hecho Corea: entrar a producir productos nuevos y competir con las empresas más desarrolladas del mundo, inclusive en sus mercados.

¿Y fortalezas?

Debe haber alguna (risas)… Estoy bromeando. Como fortaleza, yo diría que es la gran dotación de recursos naturales, que hoy día se han transformado en un tremendo activo. Nos damos cuenta de que no es un pasivo sino un activo. La duda está en cómo lo explotamos y cómo resolver los problemas tecnológicos que también tiene estos recursos naturales en todo su proceso de extracción, producción y exploración.

> Ver Texto y Comentarios en Blogs El País

Fuente: Blogs El País, 21 de agosto de 2013

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