Autor: José Pablo Arellano
Fuente: El Mercurio

La fuerte caída del precio del cobre en las últimas semanas es una oportunidad adecuada para reexaminar nuestra dependencia de este metal. Aquí lo hago desde el ángulo de las cuentas del presupuesto de gobierno, una mirada que sabemos es siempre muy relevante.

Hemos hecho grandes progresos en el manejo de la volatilidad de los ingresos del cobre en las últimas décadas. Primero fue la aplicación de un fondo de estabilización de los ingresos del cobre durante los años 90, luego la regla de presupuesto estructural que, aparte de corregir la estimación de ingresos fiscales en base a los precios de largo plazo del cobre, considera el crecimiento potencial de la economía para los otros ingresos.

A lo largo de estos años ha cambiado la metodología para hacer estas estimaciones, se han elevado los precios de largo plazo del cobre para fines de estos cálculos. Además, se ha modificado la meta a lograr en el presupuesto estructural o cíclicamente ajustado, desde un superávit a un déficit. Para este año, la meta del presupuesto cíclicamente ajustado es un déficit de 1,1% del PIB. No quiero entrar en la discusión de esos cambios metodológicos ni de los objetivos de política.

Aquí les propongo calcular el resultado del presupuesto del Gobierno sin los ingresos que aporta Codelco y sin la tributación de la Gran Minería privada. Se trata de un ejercicio extremo, que nos muestra qué sucedería si no contáramos con esos ingresos.

El presupuesto de este año se aprobó con un déficit, descontados los ingresos del cobre, del 3,7% del PIB, el que seguramente se superará porque la economía no crecerá a un 3,6%, como se supuso para estimar los ingresos del Gobierno. El año que recién termina habríamos tenido un déficit, si se restan los ingresos del cobre, de más de 3,8% del PIB. Repitamos la cifra: descontados los ingresos del cobre, este y el año pasado tendríamos un déficit cercano al 4% del PIB.

Comparemos con lo que sucedía en años anteriores. Entre el 2011 y 2013, ese déficit fue alrededor de un 2,5% del PIB. El 2009 y 2010 tuvimos un enorme déficit fiscal, neto de cobre, como resultado de la política fuertemente contracíclica que se aplicó en esos años. Algo similar aunque en menor grado a lo que se hizo en 1999 con motivo de la crisis asiática. En los años 2000, hasta antes de la crisis del 2009, tuvimos déficits netos de cobre que en promedio llegaron a 1,2% del PIB. Por último, en los años 90, hasta antes de la crisis asiática de 1999, tuvimos un equilibrio. Vale decir, en los años 90 éramos capaces de equilibrar el presupuesto de gobierno sin los ingresos del cobre. La situación actual es, como señalé, muy distinta: el déficit llegará a más del 3,7% del PIB.

Lo interesante es que esto ha sucedido al mismo tiempo que los ingresos fiscales por concepto de cobre han crecido enormemente, tanto porque la producción nacional de cobre prácticamente se triplicó, como porque los precios son superiores, aunque los márgenes se han reducido. En los años 90, los ingresos del Gobierno por el cobre, sumados los aportes de Codelco e impuestos de la gran minería, apenas llegaban a 1.800 millones de dólares en moneda actual. Este año serán del orden de 4.500 millones.

A pesar de las medidas anticíclicas adoptadas, dada la forma en que se han ido aplicando, el presupuesto de gobierno se ha vuelto más dependiente del cobre de lo que fue durante la mayor parte de los últimos 20 años.

El presupuesto de los últimos dos años tiene déficits que, si se mantienen, nos llevarían al cabo de pocos años a deteriorar nuestra sólida posición fiscal. Esta sólida posición fiscal ha sido extremadamente valiosa, nos ha permitido capear crisis internacionales de gran envergadura y nos permite conseguir financiamiento en condiciones muy convenientes favoreciendo la inversión. Este es un riesgo que no debemos correr. Estamos a tiempo para ir corrigiendo el resultado fiscal. Esto no pasa por cambiar la regla fiscal, sino que por ajustar las metas, para alcanzar un equilibrio estructural más pronto.

Ojalá que la caída de los precios del cobre haga patente que no podemos seguir con los déficits que estamos teniendo y que, al mismo tiempo, en la industria del cobre haga más fácil recuperar la competitividad perdida en los últimos años.

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