Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera

Esta vez escribo en primera persona, para confesarles que parece que soy bipolar: Soy un optimista rayano en la euforia y también un pesimista depresivo. Soy autocomplaciente y autoflagelante a la vez. ¿Qué hago? 

El problema es más grave aún. No me gustan los optimistas por naturaleza; a esos que frente a problemas graves dicen que no hay que preocuparse, que todo va a salir bien. Tampoco aprecio a los pesimistas por naturaleza, a los que toman el camino fácil de ver solo el lado malo de las cosas. 

No se requiere mucha inteligencia para ser mordaz ni para encontrar problemas en todo. Es más desafiante y requiere más habilidades encontrar las soluciones adecuadas. Como ven, mi problema es complejo. Juzguen ustedes.

Estoy orgulloso por pertenecer a una centroizquierda que fue influyente para entregarle a los jóvenes un país mejor que el que recibimos. A la vez, lamento que nuestra centroizquierda se haya quedado prácticamente sin juventudes. Nuestro esfuerzo fue bonito y con buenos resultados pero, hasta ahora, incapaz de reproducirse en las nuevas generaciones. 

Revolución Democrática debería haber sido naturalmente nuestro frente juvenil, pero tomaron un camino que no se plantea dejarle a los siguientes un país mejor que el que recibieron.

Estoy orgulloso de pertenecer a un centro de pensamiento como Cieplan desde hace 41 años. En conjunto con muchos otros think tanks de centroizquierda nutrimos de ideas y de profesionales de excelencia a todos los gobiernos de la Concertación. 

Lamento que hoy, con la excepción de Espacio Público, los nuevos think tanks son de la centroderecha.

Estoy orgulloso de mi militancia política en el Partido Socialista desde 1986, fundador desde su inicio de la Concertación. Doy fe que la comisión económica del partido nunca ha claudicado en cuanto a que el desarrollo productivo es y será una condición necesaria para resolver la desigualdad. 

Lamento que la Nueva Mayoría y el gobierno anterior pensaran que para abordar la desigualdad hay que sacrificar el crecimiento.

También estoy orgulloso que Chile haya adoptado temas propios de la socialdemocracia europea durante casi 30 años. Lamento que la centroizquierda actual, incluyendo al Frente Amplio, enarbole banderas más propias del Justicialismo de Argentina que de la socialdemocracia europea.

Estoy orgulloso que hayamos transitado desde una realidad con mayoría de pobres a otra con una clase media mayoritaria. Desde un país con emigración a otro con inmigración. Desde un país conservador a otro más tolerante con las diferencias. 

Orgulloso que esa evolución haya coincidido con habernos convertido en la economía más rica de América Latina y en la que está más cerca de alcanzar el pleno desarrollo. Lamento que la centroizquierda actual haya perdido el interés en alcanzar ese pleno desarrollo, como condición necesaria para mejorar la calidad de vida de la mayoría de los chilenos.

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