El director del Programa Cieplan-UTalca expresó al diario Pulso que la élite política y económica ha ninguneado a la clase media y sus angustias, dando paso a un diálogo de sordos.

Crítico de las respuestas que hasta ahora se han desplegado desde La Moneda y desde la oposición, incluido su partido, para enfrentar el estallido social está el exvicepresidente del Banco Central Manuel Marfán, quien hace unos días representó al Cieplan, centro de estudios donde se desempeña como investigador senior, en un conversatorio con otros intelectuales y el Senado para analizar la situación actual.

Observa con preocupación la violencia y no se arriesga con un desenlace. “Es evidente que el país que surgirá tras estas protesta nunca será el mismo. Habrá un antes y un después y ese después tiene escenarios que están muy abiertos: puede ser caldo cultivo para gobiernos neofascistas, como ha sido la tónica de América Latina; o que la clase política que está al debe, finalmente se ponga las pilas y reanude una actitud de diálogo, de escuchar y proponer”.

¿Cuál es su diagnóstico de esta conmoción social?
Creo que había mucho pasto seco, es un término que me gusta para entender por qué se incendia la pradera.

¿Se habría podido prever?
Es una falla relevante de inteligencia política. Ese malestar creciente de la población en algún momento se tenía que canalizar, expresarse en algo y resultó en esto.

¿Era necesario declarar estado de emergencia?
No soy especialista en seguridad, opino como ciudadano: en momentos de crisis se pierde el control y lo más urgente en el corto plazo es recuperar el control de la situación, entonces mientras el gobierno se ajuste a las leyes y a las reglas del juego de la democracia, tiene la obligación de restablecer la paz. Pero cuando se usa la fuerza como expresión política siempre se termina mal porque parte como un sueño liberador y se termina transformando en una pesadilla para todos.


«Toda la gente que fue saliendo de la pobreza empieza a engrosar una clase media que tiene necesidades diferentes y Chile no ha construido ni reglas del juego ni instituciones para abordar este nuevo referente»

¿Influyeron en este malestar algunas frases de ministros? ¿Cuál es su diagnóstico?
Creo que sí, fueron las gotas que llenaron un vaso que ya estaba bastante lleno, pero el tema viene de antes. Mi diagnóstico es que este país tuvo algún paradigma que permitió ordenar tanto la política como las políticas públicas que fue la estrategia de Boeninger que tenía dos pilares: uno, el combate a la pobreza; y dos, un ritmo de crecimiento económico alto; pero eso se agotó, y la pobreza descendió de un 40% a un 2,9%, si se usara la misma vara de medición. Toda la gente que fue saliendo de la pobreza empieza a engrosar una clase media que tiene necesidades diferentes y Chile no ha construido ni reglas del juego ni instituciones para abordar este nuevo referente…

¿De quién sería esa responsabilidad?
La responsabilidad es de la propia clase política. Vemos que en Chile los problemas se abordan de a uno. Por ejemplo, se llegó lo más lejos que se pudo en pensiones en cuanto al aumento de los costos laborales, y por otro lado, se propone rebajar a 40 horas la jornada, cuya principal implicancia es subir esos costos; si uno los trata por separado, no encuentra ningún sentido. Está demasiado lleno de ejemplos así, en que los problemas se resuelven de a uno, sin estrategia de conjunto, y no lo digo sólo yo…

¿Quién más lo ha dicho?
Hay un estudio de la OCDE del año pasado sobre transformación productiva que concluye que en Chile se improvisa y no se piensan estrategias para abordar los temas. Y yo creo que tienen razón: el gobierno respondió a las 40 horas poniendo 41 horas, ¡ni siquiera se le ocurrió pensar que habían llegado a un límite de subir los costos laborales en pensiones! Llevamos varios gobiernos consecutivos sin construir una nueva estrategia integral, entonces se van acumulando tensiones que son mayores ante la ausencia de crecimiento económico.

¿Adónde debería apuntar esa estrategia?
Lo voy a poner en blanco y negro. Suecia es el país que está más contento con su sistema de pensiones, pero es muy caro; lo mismo con la salud en el caso de Inglaterra. Las soluciones son caras, y para darse gustos de ricos hay que ser ricos, lo peor es tratar de darse gusto de ricos sin serlo porque termina en una pesadilla. Ninguno de esos países hizo esos cambios de un día para otro. Suecia estuvo 40 años gobernado por la socialdemocracia cuyo propósito era mayor inclusión y se dieron cuenta bien temprano que sin crecimiento eso no era posible, y su estrategia le permitió ser lo que es; pero viendo al crecimiento como un medio.

¿Y qué es lo que se ha olvidado en esa estrategia?
Al final de cuentas el problema de fondo es cómo mantener la convivencia. En Chile unos piensan que los empresarios más ricos son unos frescos, y por el otro lado, que las demandas son imposibles de atender, dando paso a un diálogo de sordos donde todos tienen algo que decir y nada que escuchar, ese ha sido el sello de clase política y los grupos de interés de los últimos años, eso forma parte del problema. Es importante que la dirigencia entienda que la prioridad debe ser el bienestar de los ciudadanos, pensar cuál país queremos. Pero acá hay falta de empatía con las necesidades de la gente, lo que es parte del pasto seco.


«El crecimiento no sirve, es insuficiente para enfrentar la discriminación»

¿A cuáles necesidades apunta?
Me explico. La clase media son aquellas familias que no siendo pobres están obligadas a generar ingresos para mantener su situación porque no tienen patrimonio y llegan a duras penas a fin de mes. Las pesadillas que le quitan el sueño es qué pasa si: queda desempleado, si se enferma, etc.; es una clase media que se siente parte del sistema, es muy heterogénea, con elementos en común y no encuentra empatía cuando le dicen que compren flores, cuando no ven ninguna gratificación del sistema hacia ellos que trabajan todo el día. Los países que lograron dar el salto son aquellos que lograron consolidar la clase media y eso se hace paso a paso. Eso se llama estrategia y no existe en Chile.

Mencionó el crecimiento, ¿cree que habría sido distinto si el país hubiese crecido más en los últimos años?
El crecimiento no sirve, es insuficiente para enfrentar la discriminación. Los países que llegaron a la situación de Chile en el sentido de agotar una tasa de crecimiento rápida, así como la adolescencia que termina alguna vez en la vida, instalaron formas de cooperación en su sistema social y económico que acá no existen. Si hubiésemos abordado estos temas oportunamente, hablo de hace 15 años, podríamos haber tenido más crecimiento, pero por sobre todo habríamos tenido más mejorías en bienestar, más inclusión y menos discriminación que sigue siendo una piedra en el zapato en este país.

Volviendo a su parangón, ¿Chile está entrando a la adultez sin saber su destino, porque el caceroleo es transversal?
En estas manifestaciones no hay pobres, lo dijo el padre Felipe Berríos y eso es verdad. Este es un tema de precariedad y vulnerabilidad de una clase media que se siente ninguneada por el sistema y sistemáticamente por las élites. Para seguir con la analogía, Chile es como un adolescente a los 29 años, todavía tiene oportunidad de enmendar el rumbo pero no es una buena idea seguir en la adolescencia y echar de menos a la Concertación porque esa etapa ya pasó; y más bien tiene que pensar cómo vive una vida adulta que le haga sentido. Y eso no se hace abordando los temas de a uno ni con partidos que se niegan a ir a un encuentro con el Presidente cuando son invitados.

¿Le molestó la decisión del PS de no ir a La Moneda?
Por supuesto. En las actuales circunstancias que son gravísimas se debe deponer la escaramuza del corto plazo. Parte del problema del PS es que es pura táctica y cero estrategia, es como un laboratorio de lo que le ocurre al país, está desorientado. No sabe qué quiere: quiere parecerse al Frente Amplio, pero tampoco quiere dejar su anterior grupo.

¿Qué le parecieron las medidas anunciadas por Piñera?
No tengo nada en contra de ellas, pero no constituyen una solución a los problemas, sino una respuesta al malestar. Es el antiinflamatorio para poder resolver un dolor, pero no está yendo al fondo del problema que es mejorar la convivencia del país. Chile no tiene en su radar la convivencia, esto es como los matrimonios: no existe una solución para resolver una pareja mal avenida, sino que hay que trabajarlo todos los días, hay que mejorar la disposición a escuchar y si la clase política no es capaz de sentarse a resolver de manera conjunta el problema que nos afecta a todos, el desenlace no será bueno.


«En el corto plazo lo mejor sería postergar la discusión de la reintegración hasta el próximo año»

¿Sería necesario un cambio de gabinete para desinflamar el ambiente?
Si enfrentamos un antes y un después, hay ciertas señales importantes que se podrían dar. Pero que no sea un placebo más, sino tiene que tener algún sentido como un cambio en la dirección para abordar el tema de la violencia y la promoción del diálogo que significa escuchar y no sólo decir.

Si Chile creara una estrategia implicaría mayores recursos, y el país ya está con déficit fiscal, ¿sería prudente endeudarse?
No estoy de acuerdo en que tener más déficit fiscal sea una buena solución. Creo que se debiera revisar la manera en que el Estado genera sus recursos, porque ahí estamos al debe.

¿Eso significa elevar los impuestos?
Sí. Requiere sentarse a conversar sobre acuerdos amplios; vi que RN y el PS estaban hablando sobre un impuesto al 1% más rico, eso sería una innovación, pero sin tratarlo a la fuerza, sino que ponerse de acuerdo.

En ese punto, ¿habría que olvidarse de la reintegración?
Creo que en el corto plazo lo mejor sería postergar esa discusión hasta el próximo año y aprovechar esa recaudación para financiar políticas para calmar los ánimos. Los temas que se están discutiendo en la reforma tributaria son menores respecto de lo que está en juego en este escenario, de segundo orden. El punto hoy no es la reforma tributaria ni la de pensiones, sino que el tema es que tenemos una crisis y hay que abordarla con firmeza y actitud abierta para dialogar y llegar a acuerdos amplios en la clase política.



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