El economista de Cieplan alerta sobre la necesidad urgente de que el crecimiento sea una prioridad de todos los sectores políticos, pues la clase media -dice- está demandando soluciones de «un país rico», y en democracia, la sociedad necesita sentir que está progresando. «Lo que uno cada vez más ve es que la indignación produce presidentes. Eso no es bueno».
El ex ministro de Hacienda en el gobierno de Eduardo Frei y ex vicepresidente del Banco Central (BC) Manuel Marfán recibe a «El Mercurio» en la sede de Cieplan en la comuna de Vitacura. «Esta es mi casa de toda la vida. Acá es donde hago mi acumulación de capital intelectual», reconoce. Alejado del análisis de la coyuntura económica del día a día, acepta conversar sobre economía y política de largo plazo.
Ex militante del Partido Socialista, fue uno de los cinco ministros de la ex Concertación convocados por el ministro Piñera para constituir la Mesa de Desarrollo Integral, espacio de debate y análisis que concluyó con la entrega de más de 100 propuestas para impulsar el crecimiento del país en el mediano y largo plazo. «Estoy contento con el informe. En algunas medidas uno puede estar más o menos de acuerdo, pero creo que el relato es bueno, hubo un esfuerzo de parte de todos de tratar de construir una visión que pueda resistir la alternancia en el poder, porque este es un camino largo».
Crítico del rol asumido por toda la clase política en los últimos años, Marfán cree necesario que el Estado convoque a todos los actores a construir un relato común, por eso valora la invitación del Presidente Sebastián Piñera. «Así es como funcionan los países que lograron dar el salto al desarrollo. Tienen índices de confianza mayores porque hay políticas públicas que estimulan el trabajo conjunto», afirma.
Su participación en esta instancia no le impide opinar sobre las políticas públicas impulsadas por el actual gobierno. Respecto de la reforma tributaria destaca la integración total del sistema, pero cuestiona los cambios a la norma antielusión. Sobre pensiones destaca el aumento en la tasa de cotización, pero cree que es insuficiente y que se debe llegar a los niveles de los países OCDE.
No obstante, afirma que el alto costo que implica resolver las demandas de la clase media emergente hace necesario poner el foco en el crecimiento. ¿Cuál es el riesgo de no cumplir con estas expectativas? El surgimiento de grupos como el Frente Amplio o de políticos como José Antonio Kast, que captan dicho descontento. «Estos grupos tienen todo el derecho de estar indignados. Pero la indignación no sirve para gobernar», asevera.
-¿La clase política chilena ha fallado en leer las nuevas necesidades de la sociedad?
«Viene fallando desde hace varios años. Este es un fenómeno que en momentos históricos como el que está viviendo Chile, también ha ocurrido en otros países. (…) Hemos tenido un ciclo virtuoso de crecimiento y mejoramiento social que está llegando a su fin. Fue un muy buen ciclo, necesario, pero más de lo mismo hacia el futuro no va a provocar un crecimiento como el que hemos tenido».
«El país creció a tasas muy altas y aceleradas sobre la base de ir incorporando a las personas a la formalización del trabajo, con contrato, seguridad social, mejores remuneraciones, etc. Esto fue acompañado con una salida rápida de una parte importante de la población de los niveles de pobreza a niveles de una clase media que aún es muy precaria, muy insegura. Eso es un cambio social de fondo, porque las necesidades que tiene una clase media, aunque sea precaria, son de una naturaleza muy distinta que la que tiene una sociedad en que la pobreza es masiva. La clase política se quedó durante demasiado tiempo con el discurso de la pobreza, pero desde el punto de vista político ese discurso cada vez interpretaba a menos gente y no había una propuesta ordenada para enfrentar las necesidades de la nueva clase media».
-¿Qué responsabilidad tuvieron ahí los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría? ¿Usted hace alguna autocrítica?
«Por supuesto que sí. Pero ojo, también es responsabilidad de la centroderecha. El primer gobierno de Piñera tampoco se hizo cargo de este tema. Por eso estoy hablando de la clase política en general».
-¿Es posible afirmar que Chile culminó el proceso de crecimiento explosivo de los años 90 y 2000?
«Lo que está mostrando el PIB potencial es que se ha venido desacelerando sistemáticamente en los últimos 10 años. Hoy aparece que una meta de crecimiento de 4% como promedio en este gobierno se vea como muy ambiciosa, difícil de cumplir, y que si se cumpliera sin un correlato en un PIB potencial que crece, será a costa de un recalentón. Eso es evidente».
«Por otro lado, la precariedad de la mayor parte de la clase media se traduce en el pánico de volver a la pobreza. Hay muchos elementos de inseguridad que están ahí presentes. Inseguridad en la salud, el empleo, la vejez, la educación, la seguridad ciudadana son elementos de los cuales los países tienen que hacerse cargo, porque en una democracia la sociedad tiene que sentirse a gusto donde está, tiene que sentir que está progresando. Resolver todas estas demandas de la nueva clase media es muy caro. Para tener esas soluciones hay que ser un país rico. Hay un vínculo evidente entre el desarrollo económico y la satisfacción de las demandas sociales. Si tratamos de resolver las demandas sociales sin mayor crecimiento, en realidad no las vamos a resolver y nos quedaremos en la mediocridad. Lo que (Alejandro) Foxley llama la trampa del ingreso medio».
-¿Cree que la actual administración está tomando las decisiones adecuadas para sortear el fenómeno de las demandas de la nueva clase media?
«Esto es un conjunto de cosas. Uno tiene que ir abordando estos temas de las demandas en la medida que está teniendo los recursos que va generando el crecimiento. Sin embargo, esos son temas que por ser permanentes requieren de consensos amplios. (…). Algo de eso hay en las propuestas de (Alfredo) Moreno sobre las políticas sociales. No basta con convocar a académicos, universidades, funcionarios y asociaciones empresariales, sino que hay que convocar en igualdad de condiciones a las ONG y la sociedad organizada. Es la manera como uno puede tener visiones de conjunto. Me parece que es una iniciativa que va bien encaminada, y no me extraña de Moreno, porque cuando fue presidente de la CPC fue el primero que expuso a los empresarios a escuchar opiniones que no eran de empresarios o autoridades. Trató de quebrar ese ambiente uterino de conversar solo entre los iguales».
-¿Cómo ve a su sector político de cara a los desafíos de Chile como sociedad?
«Tengo la impresión de que mi sector político, y en general la política tradicional, tiene que hacer un esfuerzo mayor para que el país funcione bien. La última elección presidencial mostró un crecimiento importante del Frente Amplio, y por primera vez se midió la fuerza que podría tener una extrema derecha a través de José Antonio Kast, que sacó un no despreciable 8% de los votos. Lo que esas dos fuerzas captan es el descontento.
El FA es la suma de estudiantes indignados, pensionados indignados, mujeres indignadas. Y tienen todo el derecho de estar indignados. Pero la indignación no sirve para gobernar. Lo que sirve para gobernar es un proyecto de país que privilegie el principal bien que puede tener una sociedad, que es una convivencia entre distintos, que nos aceptemos como somos y que además tengamos la sensación de que tenemos oportunidades de progresar dentro de esa convivencia. Eso es lo que tienen los países desarrollados. Cuando digo ‘estoy dispuesto a convivir pero bajo mis reglas’, eso es dominación».
-¿Ve a la centroizquierda en condiciones de ganar la próxima elección?
«Es muy temprano para eso. Lo que uno cada vez ve más es que la indignación produce presidentes. Eso no es bueno. La indignación en Brasil termina poniendo a Bolsonaro. En España, los indignados se repartieron entre Ciudadanos y Podemos, pero cuando llegaron a ser mayoría, el país se volvió ingobernable».
-¿En Chile se está generando un caldo de cultivo para el surgimiento de populistas como Bolsonaro en Brasil?
«Ojalá que no. Nadie tiene una bola de cristal. Más bien tengo la impresión de que en Chile la política se está argentinizando. El Frente Amplio se parece mucho al peronismo, que agrupa a una política que es mucho más reivindicativa de intereses corporativos. Las reivindicaciones de los estudiantes no dan para crear un partido político, eso es una reivindicación corporativa, no hay un proyecto país detrás de eso. Nadie tiene muy claro cuál es el proyecto país del peronismo, lo único que hacen es que, dependiendo de a cuál facción del peronismo pertenecen, comienzan a recibir más favores legales o ilegales del Estado. Si prospera eso, sí que sería caer en la trampa del ingreso medio»
«Los países avanzan sobre la base de pensar cómo se construye un país donde todos quepamos. No solo donde quepamos los que piensan como yo. Esa cosa un poquito autoritaria está en la izquierda y en la derecha, y está más en las posiciones que tienden a captar los votos de los indignados. Ese no es un buen camino. Prefiero ponerle inteligencia a la construcción del futuro. La izquierda ha sido inteligente en los países donde ha logrado convencer a la sociedad de un proyecto país».
-¿Y hasta ahora la izquierda chilena no lo ha logrado?
No, pero la derecha tampoco. O sea, la Concertación lo logró. Cuando uno mira el país que había en 1990 respecto a ahora, es claramente exitoso, pero no sirve más de lo mismo».