El investigador senior de Cieplan plantea algunas alternativas para aumentar la recaudación fiscal y hace un llamado a una discusión técnica de la propuesta del gobierno de Michelle Bachelet.

A continuación presentamos extractos de la entrevista publicada en el diario Pulso

Ya sin las restricciones que le impuso por diez años su cargo de consejero del Banco Central, período que completó en diciembre pasado, Manuel Marfán se nota a sus anchas de vuelta en el ámbito que más le apasiona: el de las políticas públicas. Instalado como investigador senior en su casa de siempre, Cieplan, ha seguido muy de cerca la discusión sobre la reforma tributaria, tema respecto del cual prepara un paper que presentará pronto en un seminario académico. 

Su preocupación sobre el proyecto, tal cual está planteado, es básicamente una: el impacto que tendrá sobre el ahorro de las empresas y por esa vía sobre los grados de vulnerabilidad del país, al cambiar la base tributaria de retirada a devengada. En ese sentido asegura que el mismo país de futuro, más igualitario y equitativo que la Presidenta Bachelet está proponiendo, y que él comparte 100%, “se puede hacer con un cambio menos dramático” que el de esta reforma impositiva.

Por lo mismo, plantea una alternativa en el afán de impulsar un debate técnico que pueda mejorar el proyecto, pero sin alterar los aspectos matrices establecidos por el Ejecutivo, partiendo por el monto de US$8.200 millones a recaudar. Su propuesta consiste en desintegrar el sistema tributario -con lo cual se elimina el FUT-, llevando el impuesto de primera categoría a 25% y poniendo un impuesto para los dividendos que en el caso de las rentas más altas complete en un principio el 40%, manteniendo la base retirada, pero considerando el cierre de los vacíos impositivos. En el tiempo, eso sí, su visión es que el gravamen a las utilidades retiradas debe ser creciente, de modo de cumplir con el precepto de igualar el tratamiento tributario de las rentas del trabajo con las del capital.

Esta alternativa no puede entenderse como “fuego amigo” sino como “ayuda amiga”, porque su ánimo es totalmente “constructivo” y compartiendo el mismo objetivo del gobierno, asegura este ex vicepresidente del instituto emisor y ex ministro de Hacienda -entre diciembre de 1999 y marzo del 2000-, quien participó activamente de las reformas tributarias de los años 90, ’93 y ’98. 

¿Qué aspecto le mejoraría al proyecto?

El proyecto tiene varias cosas rescatables, pero hay un punto que es muy esencial y que tiene que ver con la forma de tributación de las empresas, que requiere una discusión más amplia. Uno puede hacer una reforma que grave más el capital, que termine con el FUT y que recaude más o menos lo mismo, es decir que tenga los mismos principios, pero sin cambiar todos los incentivos.

¿Cuál es su preocupación al respecto?

Mi preocupación es la siguiente: los proyectos de inversión se desarrollan siempre a través de empresas. Esa inversión se puede financiar con recursos propios de la empresas y eso se llama ahorro de las empresas, o se financia con ahorro ajeno y eso se llama deuda. Hay una tercera forma que es prima hermana, un aumento de capital, que también es recurrir a ahorro de terceros. El sistema que tenemos hoy tiende a premiar el esfuerzo de ahorro de las empresas, en tanto las utilidades que éstas reinvierten tienen impuestos relativamente bajos que es sólo el de primera categoría y el grueso de la carga se concentra en los retiros, que es el sistema de base retirada. El grueso de la recaudación de esta parte de la reforma es porque se elevan fuerte los impuestos a la reinversión de utilidades, al pasar de base retirada a devengada, y eso genera varios efectos que pueden ser contraproducentes. 

¿Qué efectos son esos?

El primero es que encarece la fuente de financiamiento que es el ahorro propio y en términos relativos abarata la otra fuente de financiamiento que es la deuda. Esa lógica existió en Chile hasta el año 81, donde las empresas privilegiaban el financiamiento con deuda en vez de con ahorro propio y no nos fue bien. El financiamiento con ahorro propio da mucha más certeza. Financiarse con deuda siempre es más riesgoso.

Segundo, es que las empresas ya tienen una cierta composición de deuda y cuánto han acumulado porque han retenido utilidades. Ese punto óptimo cambia muy bruscamente con esta modificación de impuestos, y por lo tanto también hay incentivos a descapitalizar lo ya existente, reemplazándolo por deuda.

Tercero, con la globalización mundial, que es básicamente globalización para el capital, han proliferado los paraísos fiscales, donde hay ciertas economías cuya ventaja comparativa es ser un lugar donde se puedan limpiar platas de sus impuestos. Chile no tiene ese problema de manera masiva, porque en Chile las empresas, en tanto tienen impuestos pendientes, es muy caro sacar la plata, es muy caro sacar el FUT del pozo. Y en consecuencia, es más difícil que operen a través de paraísos fiscales. El hecho que con este cambio que se propone los recursos de las empresas queden con todos los impuestos pagados al principio y que no sea caro sacarlos, hace que este retiro de caja se pueda infectar de este otro fenómeno, porque todos los sistemas tienen formas de poder eludirse. 

¿Cuál es el mayor perjuicio para un país de que baje su tasa de ahorro?

Básicamente es tener grados de vulnerabilidad más altos y distorsión de precios relativos: tipo de cambio, tasas de interés.

¿Y crecimiento eventualmente menor? 

Mayores grados de vulnerabilidad llevan a que el crecimiento esperado sea más bajo. Además, menos ahorro y más deuda a nivel del país es más déficit en cuenta corriente, más problemas de atraso cambiario.

¿Es decir que al disminuir el ahorro se afecta la posición de la economía como un todo?

Yo creo que sí. El 45% del ahorro nacional es de las empresas y claro, si le pones impuesto a eso puedes recaudar mucho, pero tiene contraindicaciones que se pueden evitar por otra vía. Lo que yo no quiero es que alguien utilice mi argumento para decir “entonces es imposible construir ese país del futuro”. Yo digo, el mismo país del futuro, más equitativo, más igualitario, se puede hacer con un cambio menos dramático que el de esta reforma tributaria, que no tenga este sesgo en contra del financiamiento con recursos propios de la inversión. Si el país se financia con deuda y no con ahorro, hace un mundo de diferencia. Y no habido ningún argumento que un economista pueda seguir de por qué no va a ocurrir eso, cuál es la razón por la que se piensa que si le ponen más impuestos al ahorro de las empresas va a afectar poco. Me gustaría poder contrastar mi modelo, porque me imagino que la autoridad también tiene uno para decir por qué a juicio de ellos no se ve impactada la inversión, ni el ahorro, ni nada. Pero ese modelo yo al menos no lo conozco.

¿Qué propone como alternativa?

Se puede desintegrar el sistema tributario. El impuesto de primera categoría desintegrado del Global Complementario y del Adicional, más un impuesto único al retiro, con lo cual se acaba con el FUT, y cerrando además los vacíos tributarios. Por un lado queda el impuesto a las utilidades en 25% y por otro el que se aplica a los retiros o dividendos. Este último, si uno apunta al sector de más altos ingresos, tendría que ser tal que la suma dé 40%, porque esa es la tasa marginal más alta. Bajar a 35% a mí no me parece correcto. 

En ese caso el impuesto a los dividendos sería de 15%…

Efectivamente. Ahora, para resolver el problema de equidad en cuanto a que las rentas empresariales pagan proporcionalmente menos que las equivalentes de los ingresos del trabajo, este impuesto al retiro debiera ir aumentando en el tiempo. 

¿Y cuánto podría recaudar un esquema así?

Una reforma de tales características recaudaría un monto similar a la que propone el gobierno que, respecto del impuesto a la renta, recauda del orden de 1,4% del PIB en régimen. El sólo cerrar los vacíos tributarios debería aumentar el rendimiento del sistema en casi un 1% del PIB, en un cálculo conservador. Los sistemas impositivos necesitan lo que se llaman leyes misceláneas, las que con cierta periodicidad van corrigiendo los vicios que empiezan a desarrollarse por parte de los contribuyentes. Así se hizo en las reformas del 90, 93, 98, pero después no ha habido ningún esfuerzo serio por seguir cerrando esos vacios. Por eso hoy día el sistema tributario da la sensación de injusticia, porque hay mucho abuso. Pero, por lo mismo, eliminar esos abusos es muy recaudador.

>> Ver la entrevista completa

Fuente: Cieplan

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