Autor: René Cortázar
Fuente: Revista Capital

El ex presidente Patricio Aylwin lo conocí en la casa de Eduardo Frei Montalva, en la calle Hindenburg, a comienzos de los ochenta. Mi primer recuerdo de él es que me impresionó la seguridad que tenía en sus convicciones y su calidez personal. Era un hombre muy cercano a Eduardo Frei. Dos líderes políticos, sin duda, de excepción.

Siempre fue un hombre arriesgado. Recuerdo que durante su gobierno, mientras fui ministro del Trabajo y como parte de su gabinete, en más de una oportunidad, algunos de sus asesores le recomendaban mantenerse alejado de ciertos conflictos que pudieran quemarlo. Él siempre rechazaba la propuesta y decía que el capital político es para usarlo. Ése fue, sin duda, uno de los rasgos más distintivos de su carácter: un enorme coraje para hacer lo que creía que era lo mejor para el país, lo que caracterizó su paso por el gobierno de retorno a la democracia.

Su huella para Chile sin duda será ésa. Que su primer programa logró compatibilizar muchos sentimientos que rondaban al país: la reconciliación, la transición a la democracia, avances hacia la igualdad y el desarrollo acelerado de Chile. El de Patricio Aylwin fue un gobierno que cambió la hoja de ruta en el modo de hacer política, enfatizando los acuerdos amplios y el servicio al interés común.

Como militante de la Democracia Cristiana, trabajar con él para mí fue un honor. Fue un verdadero privilegio haber podido estar al lado de un hombre tan excepcional, en un momento tan clave para la vida política del país. Aprendí mucho de él.

Me quedo con el recuerdo de su liderazgo, su inteligencia, su carácter, la humildad que ponía en su labor de presidente, pero por sobre todo la comprensión de que la esencia de la democracia no consiste en que la mayoría imponga a rajatabla sus puntos de vista. Más bien ella debe, integrando lo más posible a todos, liderar un proceso de perfeccionamiento institucional, que le sirva al interés común de toda la sociedad.

A Chile le deja un enorme legado. Presidió y condujo una de las transiciones a la democracia más exitosas de las que se tenga registro en la historia. Patricio Aylwin cambió la dirección de la política chilena. Pasamos de una forma de hacer política que había limitado el desarrollo sostenido del país, a una forma de hacer política que hacía e hizo posible un progreso más rápido en la calidad de vida de todos. Pasamos de una forma de hacer política que buscaba la imposición y la confrontación, a una forma de hacer política que buscó, lealmente, construir un proyecto nacional, que nos pudiera representar a todos. Los resultados del giro, de la mano de Aylwin, quedaron a la vista.

Fuente: Revista Capital

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *