Manuel Marfán, director del programa Cieplan-UTalca, y José Pablo Arellano, investigador senior de Cieplan, fueron entrevistados para el artículo publicado hoy.

Poco queda en términos económicos del país que votó No hace exactas tres décadas. Por esos años el tamaño de nuestra economía estaba en la medianía de la tabla en Sudamérica, al igual que nuestro PIB per cápita. La pobreza se empinaba en cerca de 70% y la inflación anual de dos dígitos aún era la norma.

Hoy, 30 años después, nadie puede negar que el país es otro. Chile tiene el mayor PIB per cápita del subcontinente (se multiplicó por cinco), la pobreza es menor al 10% y la inflación salió hace rato de los principales titulares. Pero el camino no era obvio, y no eran pocos los que temían un retroceso tras la victoria del No en 1988.

Sin embargo, las bases para el desarrollo económico de las últimas tres décadas, que se iniciaron años antes del plebiscito, en vez de eliminarse, se consolidaron en los años siguientes de democracia, gracias a la mantención de estos pilares, en lo fiscal, monetario y en su carácter pro mercado.

Protagonistas
Si en algo coinciden quienes ocuparon posiciones de liderazgo en esa época, fue que hubo sucesos en la escena mundial que el nuevo gobierno democrático no podía desconocer a la hora de definir rumbos y es que todas las transiciones de Sudamérica estaban sucumbiendo. “En Argentina, Alfonsín debió abandonar el poder antes de finalizar su mandato en medio de una grave crisis económica. En Brasil, el primer presidente civil experimentó hiperinflación (…) y en Perú, Alan García, terminaba en 1990 en medio de hiperinflación, crisis económica y violencia terrorista”, recalca el ex director de Presupuestos y ex ministro de Educación, José Pablo Arellano.

Esta alianza, recuerda el exvicepresidente del BC, Manuel Marfán, llegó al poder con un manifiesto (1988) claro firmado por 12 economistas bajo el alero de Cieplan, que en palabras simples se comprometía con un programa que hizo todo lo que en estos 30 años se ha visto: inserción mundial, equilibrios macroeconómicos y sociales, entre otros. “Entre las medidas de quiebre estaba el disminuir las desigualdades, y entre las de continuidad la de renunciar a la expropiación de empresas. Bajo las condiciones de 1988, yo volvería a firmar ese manifiesto”, acota.

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