En entrevista con Álvaro Valenzuela del diario La Segunda, Francisco Díaz y Lucas Sierra, los investigadores que dirigen el proyecto CIEPLAN-CEP de reformas políticas, no rechazan la propuesta del gobierno, pero aseguran que si no se refuerzan a las colectividades, “podemos llegar a unas primarias donde Farkas termine de candidato a senador por el PS en Atacama”.

Una cosa es que Chile sea el país de Latinoamérica donde la estima hacia los partidos alcance su nivel más bajo, pero otra es ver cómo los peores diagnósticos los comparten los propios protagonistas. Porque, claro, llama la atención que los 50 principales dirigentes de las colectividades chilenas en los últimos veinte años coincidan al hablar de la precariedad de aquéllas y del peligro de que terminen cooptadas por caudillos. Y peor aún es advertir la poca fe en que alguna reforma pueda modificar el panorama.

Francisco Díaz —PS, ex asesor de Bachelet e investigador de Cieplan— y Lucas Sierra —del CEP— encabezan un ambicioso proyecto impulsado por ambos centros de estudios para cambiar ese estado de cosas. Su apuesta es proponer un conjunto integral de reformas para fortalecer a esas denostadas instituciones y en general al sistema político. El trabajo —que partió con las entrevistas a los señalados 50 dirigentes— incluye seminarios y grupos de discusión, con el fin de elaborar una propuesta detallada. La idea es, precisamente, superar el fatalismo.

“No queremos sumarnos al tono apocalíptico de los tiempos —advierte Sierra. Creemos que la clase política chilena es razonable y que los partidos han sido funcionales al desarrollo democrático de los últimos 20 años, pero las condiciones actuales no son las mismas en que se diseñó el marco regulatorio vigente. Y en este contexto notamos una cierta desconexión entre las demandas e intereses de la ciudadanía y los partidos. El problema de la educación y cómo no se anticipó puede ser un buen ejemplo”. 


«Puede ser sano elegir a un candidato a alcalde en una primaria ciudadana, pero no con la actual debilidad de los partidos. Mi crítica al proyecto es que debe ir acompañado de un fortalecimiento de los partidos. Si no, puedes terminar barriéndolos y llegar a una primaria abierta donde Leonardo Farkas termine como candidato a senador del PS por Atacama”.


Francisco Díaz



¿Qué elementos serían indicativos de un partido político que funciona bien?

Sierra: Un factor muy importante, y un indicador de democracia interna, es una cosa tan doméstica como que haya una lista de miembros afiliados, que son los que votan en las internas, que sea única, certera y actualizada, a la que pueda acceder cualquier desafiante que quiera desbancar a los dirigentes en funciones. Algunos partidos fallan incluso en eso.

Díaz: Otro elemento de «no salud» de los partidos es su financiamiento. Hoy ellos acceden a financiamiento público para las campañas, pero no para su funcionamiento estable. Allí hay una nebulosa. Algunos partidos recibieron restituciones de bienes confiscados y establecieron fondos que rentan cierto capital que permite financiar sus actividades con mediana transparencia, pero hay otros que no y otros que derechamente no sabemos cómo se financian. De allí nuestra propuesta de financiamiento público: por la transparencia y también porque se les puede exigir contraprestaciones: transparencia, rendición de cuentas, niveles mínimos de democracia interna, de consistencia programática, de difusión, formación de nueva gente.

Sierra: Y si formalizas y estableces formas de financiamiento independiente, se evita el peligro de que un caudillo termine comprándose un partido.

Pero el financiamiento público de los partidos no es popular. ¿Cómo se vende la idea?

Díaz: Efectivamente, no es popular, pero no todo lo popular es bueno. 

Sierra: Este es un ejemplo de lo que no hay que hacer mirando las encuestas. Y otra cosa importante es reforzar el órgano regulador. Algunos hablan de establecer una superintendencia de partidos; yo pienso en la idea de reforzar el Servicio Electoral para llevar un buen registro de la actividad de los partidos, con algún consejo autónomo u otra fórmula. 

La existencia de parlamentarios díscolos, ¿es un signo de normalidad democrática o también demuestra que los partidos son débiles?

Díaz: Lo que hacen los díscolos es expresar una poca consistencia, ni siquiera ideológica, sino simplemente programática, en los partidos: yo no tengo incentivo a votar con mi coalición, porque si no hay una consistencia razonable, puedo correrme para el lado. Si en el pasado hubo menos discolaje, fue porque la consistencia era mayor.

Sierra: También el escenario institucional tiene que ver con el discolaje. En Chile el Presidente tiene mucho poder en diversos ámbitos, pero no tiene un mecanismo formal para disciplinar a su coalición. Y eso, sumado al binominal y a que parte del financiamiento público de las campañas va al candidato y no al partido, incentiva a los díscolos: si hay un gobierno que deja el poder debilitado, un parlamentario que va a la reelección se anticipa al peligro de perder su escaño, desmarcándose.

¿En Chile el debilitamiento de los partidos va a la par con el aumento del poder de los parlamentarios?

Díaz: El problema no es parlamentarizar los partidos, sino que el partido se transforme en una federación de caudillos regionales y locales, antes que en una línea nacional de consistencia programática. Por eso nuestro temor ante medidas que, siendo bien intencionadas, pueden terminar provocando una «desintegración vertical» y fortaleciendo estos caudillismos. Está bien que haya parlamentarios fuertes; el tema son los caudillos, que no sólo incluyen congresistas, sino también alcaldes, concejales o intendentes, como Van Rysselberghe.

Sierra: Si tú haces, como al parecer quiere el Gobierno, un proyecto que financia públicamente las primarias a todo nivel, lo que haces es darles a estos caudillos la vía paralela a la estructura central de los partidos. Nosotros creemos que lo que hay que hacer es aumentar la democracia interna; que el más humilde de los militantes tenga tantos derechos como el accionista minoritario de una sociedad anónima, pero al interior de la estructura. No se trata de prohibir las primarias, pero si las vas a incentivar con financiamiento público, partamos de a poco: con los candidatos presidenciales; no para alcaldes. Si le quitas a la estructura interna la posibilidad de seleccionar candidatos incluso a ese nivel local, ¿qué le dejas? Nada.

Díaz: Yo tengo un matiz. Puede ser sano elegir a un candidato a alcalde en una primaria ciudadana, pero no con la actual debilidad de los partidos. Mi crítica al proyecto es que debe ir acompañado de un fortalecimiento de los partidos, dentro de una reforma política integral. Si no, puedes terminar barriéndolos y llegar a una primaria abierta donde Leonardo Farkas termine como candidato a senador del PS por Atacama.

¿Debe haber órdenes de partidos?

Díaz: Una orden en temas netamente valóricos puede ser arbitraria. Pero en aspectos programáticos uno tiende a pensar que es necesario algo de disciplina. Con un órgano legitimado, un tribunal supremo medianamente representativo y con procedimientos establecidos, que pueda definir cuándo se está cerca de uno u otro polo, el problema se soluciona.

Sierra: Probablemente el grado de perturbación que produce la idea de la orden de partido se reduce en la proporción en que el desarrollo programático es más completo, incluso en cuestiones como el aborto.

Díaz:¡Pero mira lo que acaba de ocurrir en la UDI! La senadora Matthei presentó el proyecto de aborto terapéutico y su reemplazante, el senador Uriarte, lo votó en contra. Ahí falló la consistencia programática, y en este caso ideológico-valórica, de la UDI.

¿Puede pensarse en partidos más fuertes manteniendo el binominal?

Sierra: Uno podría mejorar la representatividad con otras reformas, además del sistema electoral. También afecta la conexión con la ciudadanía la existencia de quorums supramayoritarios, y que es necesario reducir los poderes del Tribunal Constitucional. Ello, además de ese presente griego para los partidos que es el sistema de reemplazo de congresistas.

Díaz: Hay reformas populares, impopulares, como el financiamiento, y también están las que duelen: los límites a la reelección. Uno de los estudios que hicimos demuestra la importancia del incumbente en cualquier elección. Y así es como se generan los caudillos.

Volviendo al sistema electoral, ¿cuál sería un cambio realista?

Díaz: Yo creo que los parlamentarios van a arrastrar las patas con la modificación al sistema electoral porque no les conviene. Pasará un camello por el ojo de la aguja antes que un parlamentario apruebe el redistritaje de su propio distrito. Cualquier sistema de elección en serio que pienses pasa por cambiar los distritos. Pero ojalá este clima de discutirlo todo en la política chilena haga a los parlamentarios meditar.

¿Pero qué cabe esperar como resultado del actual debate, en este «clima de discutirlo todo»?

Díaz: Lo esencial es que los partidos, los parlamentarios, tomen conciencia de la crisis de representatividad, de que ésta puede derivar en una crisis de legitimidad, y eso no es bueno para nadie. En otros países ha colapsado el sistema de partidos y ahí han perdido todos. Los partidos no son para siempre si uno no los cuida.

Sierra: Hay que ponerse a pensar y trabajar luego en estos temas. Probablemente con la primavera los estudiantes van a volver a clases y se va a decantar un poco la cosa. Y en ese minuto el sistema político tiene que empezar a pensar su propia situación. 

Fuente: La Segunda

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