Sigamos con la lista de políticos no tradicionales que se presentan a sí mismos como la encarnación del pueblo, en contra de las elites dirigentes (tradicionales): Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil), AMLO (México), Nayib Bukele (El Salvador), Marine Le Pen (Francia), Mateo Salvini (Italia), Victor Orban (Hungría), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Rodrigo Duterte (Filipinas), entre otros, son algunos ejemplos de la ola nacionalista y populista que surge en la última década y que constituye, a no dudarlo, la principal amenaza contra la democracia y sus instituciones.


¿Ha visto usted a alguien más tradicional en política que Joe Biden? Con 44 años como senador y vicepresidente –es decir, como parte del establishment político–, es uno de los políticos más tradicionales de Estados Unidos. Sin embargo, ganó una elección por más de siete millones de votos, goza de una popularidad que supera el 60% y puede exhibir, en sus primeros 100 días en el gobierno, un nivel de apoyo y de ambición que algunos comparan con el de F. D. Roosevelt.

¿Ha visto usted a alguien más tradicional que la canciller –jefa del Gobierno y líder de la CDU/CSU– Angela Merkel? Está cumpliendo 16 años en el poder y es, a todas luces, la líder más respetada y mejor evaluada del mundo democrático.

Hasta ahí con la familia democratacristiana (ver Carlo Invernizzi, “Joe Biden isn’t a liberal or a moderate. He’s a Christian Democrat”, en Foreign Policy, 16 de mayo de 2020).

En el caso de la otra gran familia del último siglo, la socialdemocracia, la situación no es muy distinta. A pesar de que pertenecen a otra generación política, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda y Justin Trudeau en Canadá son la mejor expresión de la política tradicional en sus respectivos países –en una lógica de renovación y cambio–. Se trata de dos figuras parlamentarias surgidas desde el seno mismo del establishment político –el Partido Laborista en NZ y Liberal en Canadá–, que no tienen ninguna vocación de outsiders o de posturas antisistema. De hecho, desde la izquierda (ver Jacobin, 12 de febrero último, “Jacinda Ardern is not your friend”) le empiezan a enrostrar a Ardern haber sido asesora de Tony Blair e identificarse con este, Trudeau y Obama, criticándole que no se ha propuesto revertir la “revolución neoliberal” (¿le suena conocido?) de las políticas laboristas de los años 80 y 90 y de los gobiernos laboristas de 1999-2005.

He ahí algunos ejemplos de la política tradicional representada por las dos grandes familias políticas del último siglo: la democracia cristiana y la socialdemocracia.

Ahora le voy a dar la lista de quienes se presentan a sí mismos como “alternativa” a la política tradicional, críticos de la democracia representativa y sus instituciones y encarnación misma del pueblo. Partamos por los representantes de la “Alianza Bolivariana” (ALBA) y el “Socialismo del siglo XXI”. Ahí tiene usted a Nicolás Maduro en Venezuela, Daniel Ortega y Rosario Murillo (su compañera y vicepresidenta) en Nicaragua, convertidos en la encarnación de dictaduras corruptas. Súmele a Rafael Correa en Ecuador (no puede volver a su país por los casos de corrupción que le afectan) y Evo Morales en Bolivia (habiendo perdido un referendo convocado por él mismo en febrero de 2016 y que le impedía ir a a reelección, hizo caso omiso de la voluntad popular).

Sigamos con la lista de políticos no tradicionales que se presentan a sí mismos como la encarnación del pueblo, en contra de las elites dirigentes (tradicionales): Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil), AMLO (México), Nayib Bukele (El Salvador), Marine Le Pen (Francia), Mateo Salvini (Italia), Victor Orban (Hungría), Recep Tayyip Erdogan (Turquía), Rodrigo Duterte (Filipinas), entre otros, son algunos ejemplos de la ola nacionalista y populista que surge en la última década y que constituye, a no dudarlo, la principal amenaza contra la democracia y sus instituciones.

¿Y qué tiene todo esto que ver con Chile? Todo. En momentos en que Pamela Jiles aparece encabezando las encuestas como el personaje político mejor evaluado del país, mientras se convierte en un deporte de las familias socialdemócrata y democratacristiana renegar de nuestro pasado, en medio de una crisis sanitaria, económica y social, con el trasfondo de una crisis política e institucional, están todas las condiciones dadas para llamar a los outsiders, convertidos en una alternativa a la política tradicional.

Es de esperar que la ventana que se abre en estos días en términos de un acuerdo político y de Estado entre las principales fuerzas políticas de Gobierno y oposición, permita salvar a la democracia de los líderes mesiánicos que se presentan como redentores del pueblo y como sepultureros de la política tradicional.

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