¿Cómo se gobierna Chile con los independientes (generalmente anti partidos) convertidos en la primera fuerza política nacional, con el PC/FA constituidos en fuerza hegemónica en la izquierda, con una centroizquierda (Lista del Apruebo) muy disminuida y una DC prácticamente en el suelo, y con un Chile Vamos (24 por ciento) que obtiene una votación muy similar a la del rechazo (22 por ciento)?


Chile es otro país. Esa es la primera afirmación. Todo ello dentro de una gran apatía ciudadana, como queda reflejado en una baja participación electoral (41 por ciento), el equivalente a un poco más de seis millones de electores. Particularmente decepcionante fue la participación de los pueblos originarios con un poco más de un 20%, mientras que el gran acierto fue la Convención paritaria (caso único en el mundo).

Independientes (generalmente anti partidos). Estos se convierten (hablamos de la Convención, que es la madre de todas las batallas y que debiera ser “la madre de todos los acuerdos”, como ha dicho el ex presidente Lagos) en la primera fuerza política nacional con 48 escaños o el equivalente al 31 por ciento de los escaños.

Aunque hay que hacer distinciones, al menos dos. Por un lado, no es lo mismo la Lista del Pueblo (cuya figura emblemática es Giovanna Grandón, alias la Tía Pikachu), gatillada por  el estallido del 18/10 y la franja electoral de TV, con sus 21 convencionales, y los Independientes No Neutrales (cuyas figuras emblemáticas son Benito Baranda y Patricia Politzer), con sus 11 convencionales, igualmente críticos de los partidos, pero con una lógica más institucional.

Por otro lado, los partidos del PC/FA, Chile Vamos y Lista del Apruebo siguen siendo la mayoría en términos de representación política, con sus 90 escaños, equivalentes al 58% de la Convención. Son estos los que gobiernan. Los independientes, por definición, pueden armar una mayoría ocasional (que tampoco es el caso), pero no gobiernan (es muy difícil encontrar gobiernos de independientes, siempre hay algún partido o coalición de partidos de apoyo). La Lista del Pueblo no será hegemónica en la Convención, pero meterá mucho ruido (mal que mal su símbolo son los torniquetes y la “Plaza Dignidad”).

PC/Frente Amplio. Esta “izquierda dura” surge como fuerza hegemónica en la izquierda, con sus 28 cupos y el 18% de los votos. No se puede descartar que terminen convergiendo en una primaria legal en julio con el PS y el PPD, sin la DC (en ambos partidos esta idea ya estaba instalada desde antes).  Los triunfos de los candidatos frenteamplistas en Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué y Villa Alemana, las cuatro comunas más grandes de la región de Valparaíso, y la elección de Rodrigo Mundaca (Modatina) como gobernador, además de los triunfos en Maipú, Nuñoa y Estación Central, y del PC en Santiago y Recoleta, hacen de la izquierda dura un actor político muy relevante en la escena nacional, con implicancias para las elecciones presidenciales y parlamentarias de noviembre-diciembre.

Dicho lo anterior, tampoco hay que exagerar. El FA eligió 16 convencionales (había elegido 20 diputados en 2017, de los cuales quedan 11), más algunos independientes, mientras que el PC elige 7 (eligió 8 diputados en 2017). La novedad es que en esta oportunidad unieron fuerzas, constituyéndose en un bloque político. Muy probablemente concurrirán a una primaria legal en julio.

Centro-izquierda (Lista del Apruebo). Esta obtiene un poco más que la Lista del Pueblo (21), con sus 25 escaños y el 16% de los votos. Sufre un serio retroceso (especialmente la DC y el PPD), mientras que el PS logra mantener cabeza. Más que constituir un polo social demócrata (PS-PPD), una vieja idea que nunca ha cuajado, no puede descartarse que se configure una suerte de Nueva Izquierda a la que concurran el PC, el FA, el PS y el PPD, con una posible incorporación del PRO y el PR, y la exclusión del PDC (que será cualquier cosa, menos un partido de izquierda). En los hechos, ya sea en la primaria legal de julio o en noviembre, Daniel Jadue lideraría (esto es condicional y suspensivo) esta Nueva Izquierda, constituida como una barrera de contención de las aspiraciones de Pamela Jiles (si hay algo que une al conjunto de la oposición es que no están para el “payaseo”, tomando la expresión de un dirigente del FA). La segunda vuelta en la RM entre Claudio Orrego (Unidad Constituyente) y Karina Oliva (PC/FA) será la madre de todas las batallas en términos del peso relativo de la izquierda dura y la centro izquierda. Es demasiado lo que está en juego en esa elección.

Democracia Cristiana. Sufre su mayor derrota electoral desde 1957 (como lo demuestra la elección de dos convencionales), con una clara interrogante sobre su futuro, a pesar de que hay un buen elenco de alcaldes y posibles gobernadores. Yasna Provoste aparece (encuesta Cadem) como el personaje público mejor evaluado de Chile en términos de aprobación (superando incluso a Pamela Jiles). Habrá que ver cómo se capitaliza ese liderazgo. “Sin la DC, la Nueva Mayoría es la UP”, decía el senador Alejandro Navarro hace algunos años. ¿Cómo coexistirá la DC con una Nueva Izquierda que la excluye y que en el mejor (o peor, según el punto de vista) de los casos la acepta para cooptarla y subordinarla bajo la tesis de la “unidad de la oposición”? Es una de las interrogantes centrales del nuevo escenario político.

Chile Vamos. Con sus 37 escaños o el equivalente al 24% (que se acerca al 22% del rechazo), sufre una tremenda derrota electoral (en las palabras de Evelyn Matthei). Los partidos de derecha pagaron la cuenta de un presidente y un gobierno que están en el suelo (entre otras cosas por su incompetencia). El presidente Piñera comprará (no se me ocurre otra expresión) su término de mandato (el objetivo ya no es el legado sino llegar a marzo) a cualquier precio, como resultado de las negociaciones con la oposición (encabezada en el Senado por Yasna Provoste) en marcha. Serán decenas de miles de millones de dólares, sumados a los más de US$ 50.000 millones de los retiros anticipados de fondos previsionales ubicados en la cuenta del haber de Pamela Jiles, bajo el auspicio del conjunto de la oposición (con la sola excepción del diputado Pepe Auth) y la mayoría de los parlamentarios de RN y la UDI.

Ha hablado Chile (por lo menos el 41% del electorado). Surge otro país, un país distinto al que hemos conocido. Surge la duda acerca de cómo se gobernará este nuevo país, sin las lógicas tradicionales de la política y con una gran interrogante acerca de la verdadera incidencia de los independientes, y la manera en que la oposición vaya a encarar la nueva hegemonía del bloque PC/FA (¿germen de una Nueva Izquierda?). El escenario político está muy abierto, especialmente en términos de la Convención Constituyente, subsistiendo lógicas más tradicionales en términos de las elecciones de alcaldes, concejales y gobernadores. Después de todo, continuidad y cambio es la lógica de los procesos políticos.

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