En entrevista con Teresa Espinoza del diario La Segunda, el investigador senior de CIEPLAN y ex Ministro de Educación, José Pablo Arellano, analiza en profundidad la actual crisis en la educación, desde el lucro a los aranceles y el financiamiento. También habla sobre el escenario económico internacional.

“Tenemos una crisis de crecimiento por la rápida expansión de la matrícula en la educación superior y el agobio económico de las familias de ingresos medios y bajos que la están financiando”.

Así reflexiona y explica las masivas y extensas movilizaciones estudiantiles que ha vivido el país el actual investigador senior de Cieplan, José Pablo Arellano, quien asumió como ministro de Educación el mismo día que el ex Presidente Frei Ruiz Tagle enfrentara la marcha de profesores más masiva de su gobierno.

Actor directo de las pasadas políticas públicas en educación -encabezó la jornada escolar completa- y observador privilegiado de su estado actual, quien también fue director de Presupuestos con Aylwin y presidente ejecutivo de Codelco con Bachelet sostiene que las reformas que deban hacerse tienen que “partir del punto en que se está”, porque “lo peor es arriesgar un retroceso”.

¿Cuál es su diagnóstico sobre la movilización estudiantil?
Detrás de las movilizaciones estudiantiles veo una crisis de crecimiento en nuestro sistema de educación superior. En 1990 había 240 mil estudiantes y en el 2000, cuando dejé el ministerio de Educación, 440 mil: 20 mil alumnos por año. Hoy hay más de un millón de estudiantes y hubo años en que la matrícula aumentó en 100 mil estudiantes. Este enorme mayor acceso a la educación superior se ha dado, en la última década, muy mayoritariamente entre jóvenes de familias del 60% de menores ingresos.
«El Estado ha ido aumentando su apoyo al financiamiento, pero a un ritmo que no guarda relación con la masificación y el rápido aumento de la matrícula».

Esto es un gran logro. Sin embargo, junto con ser un orgullo para sus familias, se ha convertido en una carga económica excesiva y en un endeudamiento que atemoriza a muchos estudiantes y a sus padres. De allí buena parte de la insatisfacción y la protesta.

Y paralelamente el aporte del Estado creció menos.
El Estado ha ido aumentando sus apoyos al financiamiento, pero a un ritmo que no guarda relación con la masificación y el rápido aumento de la matrícula.

En 1990 sólo había créditos para una parte de los alumnos. Las primeras becas de arancel se dieron en 1991 para 8 mil estudiantes. Hoy después de un esfuerzo creciente existen becas para 150 mil estudiantes, pero son muchos más los jóvenes que, teniendo méritos para ingresar a la educación superior, necesitan de una beca. Incluso los créditos que financia o garantiza el Estado son menores que los necesarios, porque no financian el costo de la carrera.

¿Y por qué el financiamiento estatal no fue a la par?
Con razón, a mi modo de ver, el Estado ha priorizado el financiamiento a la educación preescolar, básica y media, y el apoyo a los alumnos más vulnerables. Así fue desde el primer programa de apoyo en 1990 con el llamado Programa de las 900 Escuelas, hasta la reciente creación de una subvención preferencial. El presupuesto real del ministerio de Educación que el año pasado fue de US$8.500 millones, en 1990 era de US$1.500 millones, en moneda comparable. Casi sin excepción, los recursos estatales dedicados a la educación creció 10 % real anual o más.

¿Esta crisis de crecimiento implica que deben hacerse reformas de fondo o sólo ajustes?
Como dije, tenemos una crisis de crecimiento sobre todo en la educación superior, y eso es lo que debemos abordar a partir de lo que tenemos. No creo en un borrón y cuenta nueva. En otros países en que la educación ha sido gratuita están tratando de introducir el cobro, como en Inglaterra y Alemania. Acá, donde las familias están haciendo un aporte, que en muchos casos es un agobio y genera los problemas que tenemos, tenemos que ir con más ayudas. Reformar a partir del punto en el que está. Lo peor que podríamos hacer es arriesgar un retroceso.

”Más que gratuidad prefiero hablar de equidad”

¿Qué le parecen las demandas de la Confech, en particular la gratuidad?
Más que gratuidad prefiero hablar de equidad. Sería inequitativa la gratuidad para los que pueden pagar. Se necesitan más becas para los que tienen mérito y son de familias vulnerables y también créditos.

Al mismo tiempo hay que regular los aranceles para que los recursos adicionales que invierta el Estado no se traduzcan en aumentos. No puede ser que un alumno entre a una carrera y no sepa cuánto le costará aunque termine sin atrasarse ningún semestre.

¿Cómo se sabe si un arancel es alto?
Hay aranceles de referencia. Es una base que hay que perfeccionar y que debe usarse más.

«Pienso que detrás de la crítica al lucro hay un reclamo contra el costo de los aranceles y el temor a que el negocio y el afán de ganancia pasen por encima de la misión educacional que se espera de una universidad».

¿Y qué le parece que se plantee terminar con el lucro?
Debe cumplirse la ley, lo cual exige transparentar la situación actual. Pienso que detrás de la crítica al lucro hay un reclamo contra el costo de los aranceles y el temor a que el negocio y el afán de ganancia pasen por encima de la misión educacional que se espera de una universidad.

En el mundo las mejores universidades son del Estado o de instituciones sin fines de lucro. Pero eso no es garantía de excelencia y calidad. Hay instituciones del Estado de regular y baja calidad.

¿Y el lucro en la educación básica y media?
El sistema debe tener educación gestionada por el Estado, hoy por las municipalidades, y además particular subvencionada.

Hay acuerdo en que debe mejorarse la calidad, pero ¿qué significa eso?
Nuestra educación superior requiere de una visión estratégica y de una conducción, además de un sistema de aseguramiento de calidad de envergadura, para lo que debemos apoyarnos en los mejores sistemas de acreditación a nivel internacional.

Las fallas de calidad se manifiestan en elevadas tasas de deserción y repitencia, lo cual alarga aún más carreras que ya son demasiado largas. Esto encarece los costos.

Debemos aspirar además a tener en algunas disciplinas o programas universitarios de excelencia a nivel mundial. En áreas como minería, astronomía, acuicultura, debiéramos tener alguno de los centros de investigación y docencia del mejor nivel.

¿Por qué no se avanzó antes en esto?
La estrategia principal ha sido de apoyos, para que vayan mejorando la calidad, a través de tener más recursos, más tiempo, más subvención; jornada completa, recursos pedagógicos, capacitación de profesores. El complemento, el sistema de aseguramiento de calidad, ha costado y recién se acaba de aprobar una ley en el sistema escolar que es indispensable. Me acuerdo que alguna vez, cuando era ministro de Educación, me parecía que un sostenedor no tenía buenos colegios y quería abrir otros, y no tenía cómo oponerme a que lo abriera.

¿Cómo se inserta aquí la educación técnica?
Es una de las áreas en las que tenemos más tareas pendientes, tanto en la enseñanza media técnica profesional como en la técnica superior. Una de las cosas por hacer es vincular más con el mundo productivo.

”Los resultados son insuficientes, pero hay un claro avance”

Más allá de la enseñanza superior, ¿tiene una evaluación positiva del estado de la educación?
Hay varios estudios internacionales que han evaluado nuestro sistema educacional, y algunas de sus conclusiones son que Chile ha logrado después de décadas de esfuerzo prácticamente universalizar 13 años de estudio, desde kínder hasta cuarto medio, y pronto se universalizará desde pre kinder. Además en la gran mayoría de los casos los colegios cuentan con jornada completa. Así, hay 500 mil alumnos más en el sistema escolar que en 1990 y bastantes más horas de clases por año.

La mayor cobertura es particularmente importante entre los alumnos más vulnerables. En el 20% de familias más pobres del país, el 85% de los niños de 5 años estaban en el colegio. Esa proporción era sólo del 40% en 1990. Lo mismo entre los de 16 y 17 años.

En cuanto a la calidad, la prueba PISA señala que Chile está por debajo del promedio de la OCDE, pero es el mejor de América Latina y ha sido puesto como ejemplo de los países en que los resultados más mejoran. No hay duda que aún son insuficientes y en muchos casos los aprendizajes no llegan a los mínimos requeridos, pero hay un claro avance.
«Gastos permanentes, como son los gastos en educación, requieren de financiamiento estable. Eso requiere de recursos tributarios adicionales».

¿Cómo se avanza más rápido?
Entre los temas que hay que reforzar y mejorar decididamente es la formación de nuestros profesores, particularmente en la etapa universitaria. Me preocupa que en esto no estemos mejorando como se requiere.

¿La Concertación tuvo la convicción de que debía mejorar la calidad?
El énfasis estuvo en que todos los niños fueran a la escuela y en elevar la calidad y la equidad. Para ello se diseñaron las políticas educativas. Se puso énfasis en el apoyo: a las escuelas más vulnerables, a los alumnos y a los docentes. En 1990 el Estado invertía al mes $15.000 por alumno en el sistema escolar, el año pasado invirtió más de $70.000, lo que ha posibilitado mejorar las remuneraciones docentes y dotar de recursos pedagógicos adicionales. También se modernizaron los programas de estudio.

”Se requieren recursos tributarios adicionales”

¿Es necesaria una reforma tributaria para financiar la educación?
Es necesario apoyar a las familias en el esfuerzo financiero que están haciendo por la educación de sus hijos. Al mismo tiempo, una de nuestras fortalezas ha sido la responsabilidad fiscal. Eso quiere decir que gastos permanentes, como son los gastos en educación requieren de financiamiento estable. Eso requiere de recursos tributarios adicionales. Así se hizo para los programas sociales en 1990, para la jornada escolar completa en 1996 y para el plan Auge en el 2004.

¿Ve peligro de recesión internacional?
Es evidente que la economía internacional se ha empeorado en los últimos meses. Nadie puede decir con seguridad que no seguirá deteriorándose e incluso que técnicamente pueda llegarse a una recesión. Y aunque no se llegue a una, lo que es seguro es que el período de bajo crecimiento en las economías de mayor desarrollo será más largo del que pensábamos hace unos meses. Las noticias no son buenas.

Es destacable que detrás de muchos de los problemas de EE.UU. y Europa hay dos situaciones que afortunadamente no tenemos en Chile pero que sí tuvimos en el pasado: desequilibrio fiscal y desequilibrios o irresponsabilidad en el sistema financiero. Nuestra disciplina y responsabilidad fiscal y la adecuada regulación y comportamiento del sistema financiero son básicos para la estabilidad y el crecimiento.

¿Y cómo evalúa el desempeño de la economía chilena? ¿Es sostenible mantener crecimiento alto, baja inflación y aumento del empleo?
Vista en perspectiva, una de las cosas más destacables de la situación de la economía chilena actual es la bonanza en el precio del cobre. En los últimos 100 años, y después de reajustar por inflación internacional, no hay ningún año con un precio como el actual de más de 4 dólares la libra. Este superciclo de altos precios no se veía desde fines de los años 60; en esa época muy impulsado por el crecimiento en Japón, lo que hoy hace China. Pero actualmente producimos 9 veces más cobre y representamos el 33% de la producción mundial en vez del 11%.

¿Qué expectativas tiene del proyecto de Presupuesto? Algunos han planteado que tiene que adelantarse la búsqueda del equilibrio estructural.
Desde el año pasado creo que con estos precios del cobre el superávit fiscal debiera ser mayor que el que propuso el gobierno y que las metas de superávit son insuficientes para proteger el tipo de cambio y no perjudicar al resto de exportadores. Además, hay que ahorrar para cuando el precio del cobre caiga de los niveles récord actuales.

Fuente: La Segunda

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