Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
Más cooperación y más confianza. Esa es una característica distintiva de las sociedades desarrolladas. La confianza entre las personas, las empresas y las instituciones alienta a la cooperación y a la coordinación, elementos esenciales para una mejor sociedad. Un ejemplo algo antiguo es el de la industria automotriz.
Las armadurías son como la cintura de un reloj de arena. Aguas arriba hay una red gigantesca de proveedores de partes y piezas, y aguas abajo otra red, igualmente gigante, de distribuidores. Todos conectados entre sí, y todos conscientes que los errores y fallas de cada uno afectan al conjunto. Es un mundo de grandes empresas y pymes que interactúan sin tratar de explotarse unas a otras.
La región de la Emilia Romana, la más próspera de Italia, ha logrado convertirse en un centro industrial de clase mundial bajo esa lógica. En la actualidad la formación de “clusters” –conjunto de empresas que interactúan productivamente para beneficio del conjunto- es una forma moderna de desarrollo productivo que no ha prendido en Chile.
Chile, por el contrario, es un país con altos niveles de desconfianza recíproca. Solo un 14% confía en las empresas privadas, y un porcentaje aún menor confía en las instituciones de la política. Las pocas pymes que interactúan con grandes empresas ven a sus contrapartes como depredadores más que como socios. En las sociedades avanzadas no solo hay confianza y cooperación entre privados, sino que el Estado la promueve y la protege.
El Estado chileno no entiende que ese es uno de sus roles, excepto por algunos ministros que en el pasado han tenido iniciativas individuales al respecto. No existe una política de Estado al respecto. Así no vamos a alcanzar el desarrollo pleno.
La cooperación y la confianza inteligente, con el Estado como garante, nos evitó una crisis energética mayor. ¿Porqué no aprender de esa experiencia? El mayor riesgo de una gran crisis en Chile provendría de una regionalización mal hecha. Como lo fue en Argentina, Brasil y Colombia.
Antes de elegir a los gobernadores regionales, en poco más de un año, el país tiene el deber imperioso de pensar en una institucionalidad adecuada y reservar recursos fiscales para abordarla. El primer paso es que los actuales intendentes convoquen a las mejores universidades regionales, las asociaciones empresariales y a la comunidad organizada para abordar una planificación adecuada del territorio.
¿Será mucho pedir que el Ministerio del Interior le dé prioridad a esto? ¿Sabrá el ministro que, para ahorrar recursos, algunos intendentes han contratado a sedes regionales de universidades de cuarta categoría? Por favor esta vez hagámoslo bien.