Ex ministros de Hacienda de gobiernos de la Concertación y miembros de Cieplan plantean sus puntos de vista en entrevista con El Mercurio.

«La propuesta del Gobierno para las finanzas públicas de 2016 es equilibrada, y postergar la convergencia al equilibrio fiscal estructural era necesario», señalaron, tras participar en un seminario internacional sobre innovación social de Cieplan y la Universidad de Talca. 

El ex ministro de Hacienda, Alejandro Foxley, dice tener una gran confianza en el equipo económico que lidera el actual titular de la cartera, Rodrigo Valdés. Su evaluación es que el proyecto de Ley de Presupuestos 2016 está en la mejor tradición de buscar conciliar estabilidad económica, crecimiento y empleo, y también la necesidad de financiar gradualmente el programa de reformas planteado por el Gobierno.

«Veo en el Presupuesto un buen equilibrio entre estas variables. Tengo confianza en que lo que se ha propuesto y lo que se va a hacer será sólido, transparente y conveniente para esta idea de tener un crecimiento con equidad», subrayó. La misma fórmula ha estado desarrollando el país con mucho éxito desde 1990, agregó.

Sobre el impacto en la economía de la baja en la inversión pública contemplada para el próximo año, dice que ahí el gobierno tiene un gran desafío.

Desde el punto de vista del equilibrio fiscal -explica-, las cifras están mostrando que la inversión pública no podrá ser el motor que relance el crecimiento económico que venía de años anteriores.

«La consecuencia de eso es que el Gobierno -y particularmente el equipo económico- tiene una altísima responsabilidad para crear un clima favorable al aumento de la inversión privada, tanto nacional como internacional», dijo Foxley.

Lo anterior tiene muchas implicancias, repercusiones y formas de tomar decisiones en el Gobierno, pero más allá de eso, opina que «lo que implícitamente está indicando el Presupuesto es que el sector privado y sus inversiones debieran jugar un rol clave en la reactivación de la economía chilena».

Aunque no está involucrado en los detalles sobre eventuales cambios metodológicos en la regla fiscal, Foxley piensa que no hay que sobreenfatizar la necesidad o urgencia de llegar a un equilibrio en el balance fiscal estructural.

Destaca la sólida posición de finanzas públicas que tiene Chile: «La deuda pública sobre el PIB no es más que un 20%, mientras que en un buen número de países europeos está en alrededor de 100% del PIB y en algunos bastante más. Tenemos margen de endeudamiento, sin que ello afecte la evaluación financiera de Chile en el resto del mundo».
«Se requiere tipo de cambio real alto, menor impulso fiscal y aumento de tasas más lento»

Para el ex ministro de Hacienda y ex vicepresidente del Banco Central, Manuel Marfán, el presupuesto planteado para 2016 implica poner una mano bastante fuerte para reconocer que la regla fiscal que se había autoimpuesto el Gobierno al inicio no se va a poder cumplir.

Detrás de eso ve el sello del actual titular de la cartera, Rodrigo Valdés, quien, destaca, inició su gestión con un sinceramiento de las cifras fiscales, lo cual significó moderar el paso de una serie de iniciativas que llevaba adelante el Gobierno, que habría dado origen al término «realismo sin renuncias».

Marfán plantea que en el caso de la política fiscal, la regla está constituida por metas y plazos, y aunque opina que no es bueno romper reglas, su impresión es que en este caso era «inevitable y no achacable» a este segundo tiempo: «Postergar la convergencia al equilibrio estructural, me parece que al menos mantiene una dirección que es la correcta».

La regla inicial era que el Gobierno culminara su gestión con un equilibrio fiscal estructural (sin déficit ni superávit, calculando los ingresos y gastos sobre la base del crecimiento de potencial de la economía y de un precio del cobre y molibdeno de mediano plazo).

La regla estructural corrige por el precio del cobre y por el ciclo económico, de modo que no son esas variables las que llevan a modificar la regla, dice Marfán. Lo que hubo, agrega, es una sobreejecución presupuestaria por una serie de cosas, entre ellas, terremotos y aluviones que eran imposible de anticipar. No obstante, hace ver que en este caso el PIB potencial se ha desacelerado más de lo que nadie hubiera podido imaginar y que es más difícil reordenar la sobreejecución presupuestaria en el actual ciclo económico.

Dice desconocer si hay cambios en la metodología de la regla pero la manera en que lo entiende, con la información disponible, es que la idea es mantener la tendencia hacia el equilibrio fiscal estructural.

«Tengo la sensación que este presupuesto forma parte del ordenamiento que ha venido introduciendo el ministro de Hacienda, al menos en el manejo de las cuentas fiscales», señala.

Política fiscal y monetaria
Sobre los efectos macroeconómicos, Marfán considera que con una caída en el precio del cobre como la que el país está viviendo y una desaceleración relevante e inesperada de nuestros principales socios comerciales -particularmente China-, la política correcta es que el ajuste venga de los precios relativos.

«En este caso, mantener un tipo de cambio real alto, que es lo que ha estado ocurriendo y que nos faltó durante la crisis asiática. Creo que los países que ajustan sus precios relativos, logran salir más rápido de este tipo de coyuntura», explica.

Menor impulso fiscal y más impulso monetario es la mezcla de políticas que -en su opinión- requiere un tipo de cambio real más alto y le parece que el presupuesto planteado está acorde. Si la política fiscal fuera expansiva, el Banco Central tendría que subir sus tasas más rápido y con alzas de mayor magnitud porque no tendría justificación mantenerla en un ambiente de alta inflación, precisa.

«A lo mejor esta receta es un tónico que tiene mal sabor, pero que es necesario cuando estamos enfrentando un shock externo que requiere un tipo de cambio real alto. Ese tónico de mal sabor es más bien una mezcla con más impulso monetario y menos impulso fiscal. Aumentos de tasa más lentos y no tan altos y una política fiscal algo menos expansiva», precisa.

Según Marfán, se trata de una mezcla correcta que no va a corregir de manera abrupta, pero que tampoco va a generar daño: «Se alarga el plazo pero se mantiene una dirección de convergencia hacia el equilibrio fiscal estructural».

Su impresión es que este proceso es como la corrección de la reforma tributaria. «Son cosas que partieron mal y que le ha tocado al ministro Valdés corregir sobre la marcha», expone.

Fuente: El Mercurio

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