Energía, sobre endeudamiento de las personas, burbujas financieras e inmobiliarias y tipo de cambio… «Suponen liderazgo y tienen un costo, pero rinden sus frutos», afirma el presidente de Cieplan.

Dedicado 100% a recoger experiencias internacionales y generar ideas de reforma para lograr que Chile llegue finalmente al desarrollo, está Alejandro Foxley.

Y aunque está convencido de que estamos en un momento único que no debemos desaprovechar, como lo hicieron casi el 90% de los países que en los últimos 50 años estuvieron a medio camino de convertirse en economías avanzadas, el presidente de Cieplan reconoce que no es un camino fácil y que existe la probabilidad de caer «en la trampa de ingreso medio». Sobre todo en este año electoral, cuando la tentación de tomar malas decisiones aumenta.

El ex ministro de Hacienda del gobierno de Frei y Canciller de Bachelet plantea la ruta que a su juicio debe recorrer nuestro país para alcanzar esta meta y, con ello, asegurar bienestar a toda la población por las próximas dos décadas.

Delinea: «El primer desafío es que vamos a tener que competir con otros países de ingreso medio de Asia (Corea, Singapur, Taiwán, Malasia, Tailandia y, crecientemente, Indonesia) y algunos de Europa del Este que lo están haciendo mejor que nosotros».

Agrega que «el crecimiento de las economías de América Latina, y particularmente de Chile, seguirán muy condicionado a China e India… Llegar primero con mejores productos y tecnología a esos mercados es el desafío».

-No es una tarea fácil.

-Para poder competir en el mercado chino e indio tenemos que aumentar la escala de producción y nuestra oferta de productos. No podemos seguir ofreciendo sólo cobre, productos forestales y salmones. La clase media en Asia llegará, fácilmente, a 500 millones de personas y de golpe está saltando a un consumo sofisticado. Hay que anticiparse y Nueva Zelandia es un buen ejemplo. Ellos a través de cambios genéticos lograron productos forestales con características del acero y están vendiendo este nuevo material en cantidades inmensas a la industria de construcción en China. Eso es lo que tenemos que hacer. Necesitamos mayor escala e integración de las empresas en la región. Pero en América Latina el comercio entre sus países es apenas el 20% de su comercio total, en Europa es el 70% y en Asia el 50%.

-¿Es un buen momento para avanzar en alianzas regionales?

-Hay ejemplos que no hemos querido mirar en América Latina, como el Nafta, que cuando partió algunos dijeron que iba a beneficiar muy poco a la economía mexicana. Pero han pasado 20 años y más de 18 mil empresas estadounidenses están invirtiendo en México y han generando más de 6 millones de empleos.

Esta es la integración que necesita América Latina. Necesitamos que Brasil y Argentina liberalicen mucho más su comercio y sus reglas del juego con el resto de los países de la región. Brasil podría jugar el papel de Estados Unidos en el Nafta e integrar a nuestras economías en un gran pacto para el desarrollo productivo, integrando empresas, buscando mercados y, al mismo tiempo, haciendo investigaciones para el desarrollo de nuevos productos.

Debemos revisar a fondo la forma en que hemos tratado de integrarnos y aceptar que tenemos que ser mucho más pragmáticos.

-¿Cómo se logra una integración productiva con países tan distintos como Chile, Venezuela y Argentina?

-Es una dificultad. Hay países que tienen una visión completamente distinta de lo que debe ser una integración y más bien la ven como un proceso político, que en el plano económico tienen un enfoque de intercambio comercial, productivo y administrado.

El caso más claro son los países del ALBA, que tienen un sistema de comercio administrado. Por ejemplo, la integración económica entre Venezuela y Cuba, donde el primero le entrega una cantidad importante de petróleo a precios subsidiados a cambio de miles de funcionarios para apoyar la salud, seguridad y la educación. Es una especie de trueque siglo XXI y no es compatible, obviamente, con economías que quieren ser globalizadas.

Venezuela, que no cree en el libre comercio, al entrar al Mercosur puede ser obstáculo adicional a esta integración productiva, que es una condición indispensable para que tengamos capacidad y músculo para competir con Corea, Singapur, Tailandia y China.

-¿Cómo se evita que no terminemos compitiendo en lo que no somos buenos?

-La primera etapa y el camino obvio es agregar valor a los productos que uno tiene, que son los recursos naturales. Agregar valor quiere decir productos que sean de mejor calidad, diseño y que satisfagan el gusto de los consumidores chinos e indios. Nueva Zelandia es el gran productor de kiwis, pero para entrar al exigente mercado chino creó un producto bio-genéticamente adecuado a sus gustos: el kiwi dorado. Ese ejemplo se podría replicar en nuestras frutas y vinos.

-¿Cuáles son las limitaciones?

-Pueden ser las tierras. Pero si ese es nuestro problema trabajemos en conjunto con Perú, Colombia o Argentina para producir estos productos, con esos gustos y con el mejor diseño posible. Esa es una escala hacia arriba muy grande que se puede aprovechar. Cada país debe aportar con lo que es más productivo.

Abramos la manufactura a Brasil y Argentina y que vengan los inversionistas de estos países con las mismas reglas que tienen las empresas chilenas y escalemos esa producción pensando en Asia. Mejoremos en conjunto los puertos, el transporte, etc. Es otra manera de entregar valor y mirar el mundo.

-¿Chile tiene las condiciones para convencer a sus vecinos y liderar este proceso?

-Diría que es una muy buena iniciativa la Alianza del Pacífico que integramos junto a Perú, México y Colombia. Si superamos los problemas históricos con países como Perú, fortalecemos este núcleo e integramos a otros miembros plenos, es un buen primer paso.

Pero habría que ser bastante exigentes en los estándares que se ponen para enfrentar de verdad y no retóricamente el desafío de competir mano a mano con los mejores países de Asia. Y esto quiere decir esfuerzos conjuntos para mejorar la capacitación de los trabajadores, eliminar las barreras al comercio intrarregión, simplificar los procedimientos aduaneros y disminuir los tiempos del transporte. Hay que integrar las cadenas de valor, un recurso se elabora en un país, se envasa y exporta desde otro.

– Usted fue canciller y conoce bien la compleja relación con nuestros vecinos. ¿Será promesa de desarrollo suficiente para avanzar?

-Lo que le falta al mundo político en América Latina es conectar lo que ellos ven todos los días, y que es una clase media con altas expectativas, muy exigente respecto de sus niveles de bienestar, con el crecimiento. Si uno es capaz de llevar adelante un proyecto de desarrollo que básicamente garantice a un país que su economía va a seguir creciendo a altas tasas por 20 años más, la gente va a entender, cuando vea ese crecimiento sostenido, que hay un buen futuro y va a tener más paciencia para esperar los frutos plenos de eso.

-¿Cuáles son las otras reformas que se necesitan para alcanzar el desarrollo?

-Hay dos condiciones adicionales: lograr continuidad en las políticas, independientemente de quien esté gobernando con una mirada en el largo plazo y anticipar y generar soluciones para enfrentar los cuellos de botella que tendremos en el mediano plazo. Actualmente se están incubando problemas y el gobierno no los está atacando con suficiente decisión.

Problema 1: la energía. Están paralizados los principales proyectos de generación y distribución eléctrica y se estima que a este ritmo el 2016 vamos a tener cortes y los ciudadanos tendrán que acostumbrarse a estar en sus casas sin luz.

-¿Cuál es el camino aquí?

-Es correcta la línea renovable y no contaminante. Pero tenemos recursos hidroeléctricos muy abundantes en el país y sería insensato no usarlos.

Hay un tema de equilibrio ecológico, pero la solución es mucho peor. Cuando se produzca un pánico por la falta de energía eléctrica se van a hacer plantas de carbón y no hay nada que contamine más.

-¿Otros cuellos de botella que hay que anticipar?

-Para ser un país dinámico y activo en la integración de la base productiva en América Latina empecemos por casa. Hay que tener centenares de empresas medianas y pequeñas que sean capaces de exportar. Pero con un dólar entre $400 y $500 es un autogol y el esfuerzo que han estado haciendo durante muchos años se va a desperdiciar.

-¿Intervenir el tipo de cambio?

-Es un tema que debe analizar Hacienda y el Banco Central. Pero hay todo tipo de medidas como el encaje, la compra masiva de dólares, una política fiscal responsable, etc.

También me preocupa el potencial exceso de consumo y burbuja financiera que se puede estar generando en Chile. Y el indicador indirecto que ya tenemos es que hay un déficit en cuenta corriente de balanza de pagos superior al 4% del PIB. Eso indica que están creciendo muy poco las exportaciones y demasiado las importaciones.

Vinculado con eso es que tenemos la burbuja inmobiliaria y, además, no tenemos una información adecuada sobre el endeudamiento de las familias, porque el gobierno no ha llevado adelante la iniciativa de tener información consolidada de la deuda de las personas.

-¿Hay riesgos sistémicos que nos pueden llevar a una crisis?

-De aquí a dos años podría haber un ajuste fuerte y si este gobierno quiere dejar un legado de verdad tiene que mantener lo que hemos logrado construir y que fue la tradición siempre de Chile en 20 años de gobierno de la Concertación: continuidad en las políticas y capacidad de anticipación de los problemas de mediano y largo plazo.

Hay temas serios y eventuales problemas de mediano plazo en la economía chilena que esta administración debe abordar antes que termine su período, si no quiere ser recordado sólo como un gobierno generoso que entrega bonos. Hay otras cosas que hay que atacar que suponen liderazgo y que tienen un costo, pero que después rinden sus frutos.

«El gran problema hoy día de la clase media es que pasa de momentos de casi euforia -que se expresa en sus niveles de consumo, a veces desmedidos- a etapas casi depresivas, en donde las personas no saben cómo pagar las deudas, pierden el empleo, la economía se va al suelo y las viviendas que se construyeron nadie las puede comprar. Esa ha sido la experiencia dominante en América Latina por décadas», resume Alejandro Foxley.

-¿Estas expectativas no se atenuaron con la reformas a la educación? 

-La reforma a la educación responde a estas expectativas, pero es un tema que sigue pendiente. Sigue siendo un sistema muy costoso y discriminatorio para las familias emergentes, que a pesar de que pagan lo mismo, sus hijos reciben una peor educación y, por lo tanto, una vez que egresan tienen escasas posibilidad de tener un buen empleo.

-¿Qué está pendiente? 

-Mejorar la calidad de los profesores, generar una cobertura universal en cuidado infantil y preescolar con monitores muy bien formados, para estimular al máximo a los niños de menores ingresos. Y en la educación superior, en donde sus costos son incompatibles con lo que pueda pagar la clase media, hay que cambiar la forma de financiamiento. 

-¿Que otras reformas son claves? 

-El tema de la clase media es su seguridad económica. Por eso hay que anticiparse al sobreendeudamiento, mejorar la cobertura de la salud y del seguro de desempleo. Está clase media no va a perdonar si no somos capaces de recorrer la mitad del camino que falta. 

-Entonces, ¿se requiere una nueva reforma tributaria? 

-Exactamente.

Fuente: La Segunda


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