El presidente de CIEPLAN propone «que todos los recursos que se obtengan, hasta el último peso, sean ocupados en mejorar la calidad de la educación». También plantea avanzar en una democracia con inscripción automática y voto obligatorio, limitando la reelección. Artículo de La Segunda (26 de agosto) que se basa en una presentación realizada por Foxley en una evento de la Fundación Eduardo Frei y Fundación Konrad Adenauer, y en una breve entrevista posterior.

Un rescate de la obra económica y educacional de las últimas dos décadas, en el actual contexto de convulsión social, hace Alejandro Foxley, presidente de la Corporación de Estudios para Latinoamérica (CIEPLAN).

Y es que se siente parte de ese proceso: Entre el 90 y el 94 fue ministro de Hacienda, entre el 98 y el 2006 senador. Luego estuvo a la cabeza de la campaña de Michelle Bachelet y, posteriormente se convirtió en su ministro de Relaciones Exteriores hasta el año 2009.

«Uno no puede sino recordar una y otra vez lo que hoy ha desaparecido de la mente de mucha gente. En 20 años el ingreso per cápita de este país pasó de US$4.000 a US$15.000, la pobreza cayó de 39% a 13% y desde los 90 pasamos de 200.000 a un millón de estudiantes en educación superior. Ha habido una ampliación de la base de posibilidades para los sectores medios y bajos única en la historia de Chile», asegura el militante DC, al tiempo que se define como positivista y defensor de la gradualidad de los cambios.
«Que un movimiento estudiantil se haya convertido en un movimiento social amplio, revela que nuestro sistema de democracia no ha sido capaz de adaptarse a una sociedad cuya diversidad ha aumentado».También reconoce las oportunidades que hoy tiene Chile para alcanzar el desarrollo: «Hay una buena ola en la región y vamos a ver si somos buenos surfistas para navegar y no caernos. Esta buena ola significa, según cifras oficiales del Fondo Monetario Internacional, que países como Uruguay, México, Argentina y Chile en los próximos 10 años podrían pasar el nivel que tenía Portugal antes de la crisis: US$23.000 per cápita. Brasil lo lograría en 20 años y luego, Colombia».

«Nuestro sistema de democracia no ha sido capaz de adaptarse…»

Pero admite que el camino al desarrollo «no es automático» y que hay riesgos. El primero, las burbujas financieras-hipotecarias que generaron problemas a España, Irlanda y Grecia. «Empezamos a ver en varios de nuestros países exceso de entrada de capitales y, por lo tanto, de endeudamiento. La gente vuelta loca en los malls comprando de todo, endeudada con tarjetas de crédito de multitiendas. Un principio del boom del sector construcción, cuidado, ojo con las burbujas, en ocasiones anteriores nos hemos subido a la ola, como malos surfistas nos hemos pegado en la cabeza y no nos hemos recuperado de la lesión».

El segundo riesgo lo sitúa en las instituciones democráticas, que se han quedado atrás frente al avance de la economía. «Que un movimiento estudiantil se haya convertido en un movimiento social amplio, revela que nuestro sistema de democracia no ha sido capaz de adaptarse a una sociedad cuya diversidad ha aumentado sustancialmente, después de crecer en forma acelerada y dar un canal de movilidad a los sectores medios. Nos hemos quedado atrás en un sistema de representación adecuada».

«Tenemos una clase media que siente que ha avanzado en sus expectativas, pero con desajustes brutales que le provocan una angustia cotidiana inaudita. Hay personas que ganan $300.000 y la educación para un hijo vale $300.000 al mes… Aquí hay un problema que lo hemos creado nosotros mismos por la movilidad social enorme de los últimos años y que significa adaptar las instituciones que dan a la gente estos servicios básicos de educación, vivienda, seguro de desempleo».

Además, tilda como riesgo la calidad de la política y la tentación del populismo cuando el gobierno está perdiendo apoyo. El ex ministro propone avanzar hacia una democracia más representativa con inscripción automática y voto obligatorio, limitando la reelección.

¿En qué está pensando específicamente respecto a los impuestos?

Para tener la capacidad de llegar a un acuerdo en un tema tan fundamental como la educación hay que estar dispuesto a sacrificios. Un ejemplo: Iniciado el gobierno de Patricio Aylwin enfrentamos una pobreza de 40%, recorrimos el país diciendo que subiríamos los impuestos de todos los chilenos y que pagarían más los que tenían ingresos más altos. Nos comprometimos que hasta el último peso iría a la lucha contra la pobreza. Los resultados están a la vista, y eso que al principio tenía mucha resistencia, después fue apoyado por todos los sectores políticos.

Hemos llegado a un momento en que el símil es parecido con la educación, tema clave para la clase media porque da movilidad social y hace que los hijos estén mejor que los padres. Hay una buena voluntad, escondida en el país, gigantesca, para hacer un esfuerzo tributario.

«Tenemos una clase media que siente que ha avanzado en sus expectativas, pero con desajustes brutales que le provocan una angustia cotidiana inaudita».¿Quiénes tienen que hacerlo?

Obviamente los que tienen los ingresos más altos, pero con el compromiso de la clase política de que no habrá en el Congreso una discusión para repartirse la torta, sino que el total será destinado a mejorar el sistema de educación.

¿Qué mejoras y de qué forma? Lo tendrá que determinar una mesa de diálogo con todos los sectores; movimiento estudiantil, parlamentarios y gobierno.

¿Son suficientes los US$4.000 millones que contempla gastar el gobierno?

Ese tema se tiene que discutir en una mesa y para eso existe el Congreso, está el gobierno y hay que, obviamente, escuchar a los estudiantes y a sus padres. Desde el punto de vista técnico tendrá que determinarse la dimensión del problema. Ahora hay que demostrar un ánimo solidario en todo el país, decir «éste es un problema real que le duele a mucha gente».

¿Esto descomprimiría la presión social que se manifiestó en un paro nacional?

No tiene que ver con este paro, es un tema central para el corto y mediano plazo. La calidad de educación no se va a arreglar en tres, ni en seis meses, pero debe haber voluntad política de poner muchos recursos. La ciudadanía está alerta de que se gasten bien esas platas.

¿La renovación del pacto social pasa necesariamente por una reforma tributaria?

La gente en Chile no es populista, sabe que las cosas no son fáciles. Si alguien quiere financiar la educación de sus hijos sabe que tiene que tener recursos y, por lo tanto, entenderá. Es el momento de una reforma educacional de fondo, es una cuestión sentida por todos los sectores de la población y debería haber voluntad para que se aporten los recursos por vía solidaria a través de una reforma tributaria. La fórmula específica la tienen que determinar quienes están en cargos de representación popular, y en el gobierno.

«El escenario internacional es preocupante»

¿Y cómo se concilia esta reforma con un escenario internacional que se complica?

El escenario internacional es complejo y preocupante. Vengo llegando de Europa, he seguido de cerca la crisis y pienso que no está eliminado un riesgo de contagio hacia el resto del mundo. Las ventajas de Chile: buen manejo económico, incluyendo la gestión del ministro Larraín que está cumpliendo bien con su tarea, y hay consenso de que no se pueden dilapidar recursos públicos ni entrar en populismos o déficit no financiables.

Prefiero que se haga una reforma sustancial a la educación, aportando recursos nuevos, porque si no será menos sustancial de la que se requiere, con mucha retórica.


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