En una entrevista con La Tercera, el Presidente de CIEPLAN apuesta por robustecer el rol del Estado y aumentar el gasto social para terminar con la incertidumbre de la clase media.

“La gente está muy inquieta. Hay que hacer cambios urgentes y no nos queda mucho tiempo», afirma categórico Alejandro Foxley. Según el ex senador y ex ministro DC, el malestar que hoy invade a los chilenos va mucho más allá de las demandas estudiantiles. «A cada rato la gente encuentra nuevas razones que aumentan su descontento: desde los cobros indebidos en las cuentas telefónicas hasta los altos intereses de los bancos», sentencia uno de los referentes del mundo liberal de la Concertación.

Desde que en 2009 dejó la Cancillería, el actual presidente de Cieplan ha optado por el bajo perfil, evitando comentar la coyuntura. Hoy, sin embargo, advierte que si no se solucionan los «temas pendientes» en el ámbito político y económico se puede abrir un escenario de alta inestabilidad política.

¿Qué responsabilidad tiene su sector en el actual malestar ciudadano?
Yo estoy muy orgulloso de lo que la Concertación hizo por Chile. Sin embargo, hoy vivimos un momento muy especial: después de 20 años, se ha producido una transformación social muy profunda, lo que requiere nuevas respuestas de fondo. Existe un clima de confusión: la gente siente que los políticos no están a la altura y por eso están muy desprestigiados. La clase política tiene que hacer un esfuerzo mayor para cuidar los logros de una democracia madura y eficaz, que es el gran legado de nuestra transición.


“Después de 20 años, se ha producido una transformación social muy profunda, lo que requiere nuevas respuestas de fondo”.

¿Qué provocó este escenario?
En Chile existe un gran desequilibrio entre una macroeconomía muy sólida y un sector social muy amplio que se siente muy inseguro y vulnerable. Las políticas progresistas de la Concertación permitieron el surgimiento de una clase media que ha tenido acceso muy rápido a nuevos bienes, mejores servicios y a una sensación de mayor control de su vida y de más oportunidades. El problema de esto es que, legítimamente, también han aumentado sus expectativas, las que son muy caras y exigentes para el Estado. El ver que estas demandas no se cumplen, hace que los chilenos se sientan inestables económicamente, ya que sus ingresos son muy volátiles. Y si bien se valora la movilidad social y económica, también se teme la inestabilidad.

¿Y cómo se satisface a la clase media?
Más protección social y ver que los políticos están en sintonía con sus demandas. El problema es la limitada capacidad del Estado para responder a esas aspiraciones. Por eso es que existe el peligro de que seamos víctimas de nuestro propio éxito: hemos sido el país latinoamericano que más ha bajado la pobreza, pero esa enorme población que hoy tiene un ingreso medio, todavía no se siente consolidada en esta nueva clase.

¿Qué efectos tiene este escenario?
Se debilita al sistema político. El desprestigio de los partidos políticos se explica por esta ansiedad y descontento ciudadanos, ya que ni el gobierno ni los partidos ni el Congreso están respondiendo a este reclamo por vivir en un ambiente más seguro. La clase media no puede pagar los costos de los logros en la lucha contra la pobreza, como sucede hoy. El problema es cuando el sistema político no cumple con lo que prometió, se genera un terremoto político y social, como está sucediendo ahora.


“El Estado debe tener un rol más activo en garantizar y financiar una educación, salud y servicios que sean compatibles a las expectativas de quienes tienen ingresos medios”.

¿Cuál sería la magnitud de ese terremoto al que usted se refiere?
Si esto no se aborda con seriedad, hay un peligro de populismo y fragmentación política. Aparecerán una infinidad de díscolos, que podrían contar con mucho apoyo, ya que si la gente no ve que la democracia tradicional resuelve sus problemas, empezará a mirar para el lado.

¿Qué salida ve a lo que está pasando?
El Estado debe tener un rol más activo en garantizar y financiar una educación, salud y servicios que sean compatibles a las expectativas de quienes tienen ingresos medios.

Y para eso, ¿es necesaria una reforma tributaria?
Sí, porque hoy no existen los recursos para que el Estado financie estas demandas. Estoy convencido de que esa es la solución si es que se quiere mantener un piso de seguridad frente a la crisis y, al mismo tiempo, responder a las expectativas ciudadanas. Es más, los recursos que entren por una reforma tributaria deben destinarse exclusivamente a gasto social y, ojalá, a Educación.

¿Los chilenos están dispuestos a pagar más impuestos?
Estoy convencido de que la gente respaldará mayoritariamente esa medida y que quienes hoy se oponen la terminarán apoyando de todas formas. Recordemos que la derecha y los empresarios también decían que se frenaría la inversión y el crecimiento cuando el gobierno de Aylwin subió los impuestos, cuando en realidad éstos crecieron más que nunca. Hoy, por lo menos, hay empresarios que entienden la urgencia de subir los impuestos.

“Tiene que haber más regulación de los servicios privados para evitar los abusos y se debe limitar el aporte de las familias al financiamiento de la educación. Además, hay que cambiar el sistema binominal, limitar la reelección de parlamentarios, alcaldes y concejales a un máximo de dos períodos e introducir la inscripción automática con voto obligatorio”. Algunos sectores, la Concertación por ejemplo, piden que los cambios vayan más allá de una alza tributaria.

Sin duda que se necesitan otras reformas de fondo. Tiene que haber más regulación de los servicios privados para evitar los abusos y se debe limitar el aporte de las familias al financiamiento de la educación. Además, hay que cambiar el sistema binominal, limitar la reelección de parlamentarios, alcaldes y concejales a un máximo de dos períodos e introducir la inscripción automática con voto obligatorio. Si hay gente en la derecha que se niega a esto, ellos tendrán que pagar los costos.

Hoy la Concertación aparece como impulsora de una reforma tributaria. Sin embargo, en los gobiernos de la coalición, este debate se aplacó. ¿Cree que fueron extremadamente conservadores en el manejo del gasto público?
El gobierno de Patricio Aylwin, del que yo fui ministro de Hacienda, fue muy progresista en lo social y logró crecimiento con equidad con una política fiscal sana. Nosotros subimos los impuestos y esos recursos los destinamos a reducir la pobreza, es decir, no fuimos conservadores en lo absoluto.

¿Y qué pasó después?
Yo no voy juzgar aspectos específicos, sólo digo que los cuatro gobiernos de la Concertación fueron muy buenos.

Las demandas y el malestar ciudadanos ya se evidenciaban en el gobierno de Bachelet. ¿Por qué no se solucionó en ese momento con las ideas que se proponen hoy?
Se hizo mucho en materia social. No olvidemos que en democracia los avances son siempre graduales y lo importante es que sean consistentes. Se logró la reforma previsional, se amplió el Plan Auge y se mejoró el seguro de desempleo. La verdad es que no puedo decir si se pudo hacer más o no. Esfuerzos se hicieron, pero hoy los cambios ya son impostergables.

Tradicionalmente, usted ha representado a los sectores liberales de la Concertación. ¿Hay un cambio en su posición al defender hoy la reforma tributaria como principal salida a la actual situación política?
Me defino como un obsesivo por el crecimiento con equidad, no un liberal. Doy más importancia al rol del Estado y a la reducción de las desigualdades. Eso probablemente está más cerca de la socialdemocracia que del liberalismo.

¿Qué autocrítica se hace usted de su rol durante su paso por los gobiernos de la Concertación y el Senado? ¿Qué podría haber hecho mejor?
Cuando presidí la Comisión de Hacienda del Senado debimos tener mayor capacidad de anticipar los problemas que se iban a crear a la nueva clase media cuando costos como la educación, del crédito o en la salud privada iban a crear tremenda inseguridad y vulnerabilidad precisamente en las familias que habíamos ayudado a salir de la pobreza. Debimos preocuparnos que el desempleo se convertía en un evento catastrófico para muchos, porque incluso hoy el seguro de desempleo cubre apenas el 20 por ciento de los desocupados.

En el gobierno de Patricio Aylwin el entonces senador Sebastián Piñera fue un actor relevante en llegar a acuerdos entre la oposición y La Moneda. ¿La Concertación ha tenido la misma actitud hoy?
Ha sido un período complejo…, pero creo que si se plantean los temas de fondo, existirá una predisposición al diálogo y a la búsqueda de consensos, tanto en el gobierno como en la Concertación. Por ejemplo, un acuerdo político amplio entre la oposición y La Moneda debería incluir las medidas pro competitividad presentadas hace algunos meses por el gobierno y que todavía no se ha implementado.


“Hay que terminar con la confrontación. La democracia no puede ser duradera ni sólida si no contamos con una reserva de buena voluntad para entendernos y sentarnos en la misma mesa con el que piensa distinto”.

¿Qué rol tiene que cumplir la DC en este escenario político? ¿Debe ser el partido bisagra entre el gobierno y los partidos de izquierda?
La DC debe ser el partido más propositivo y dialogante, pero siempre en el marco de la Concertación. Debe hacer sentir a la gente que ellos son parte de la solución de los problemas y no sólo parte del problema. No debe temer a buscar siempre acuerdos con el gobierno para resolver los problemas que afectan especialmente a la clase media.

¿Tiene futuro una Concertación como la que se fundó hace más de 20 años?
Pese a problemas como el excesivo protagonismo, el afán mediático, las peleas internas y tentaciones populistas de algunos, yo sigo creyendo en la viabilidad de nuestra coalición.

¿En qué se ve reflejado este populismo?
Muchos políticos sólo piensan en los próximos 90 días y se conforman con “satisfacer” a la gente ofreciendo más de lo que realmente se puede cumplir. Se contentan con aparecer en los medios a cualquier costo y lanzar esas frases vendedoras que le gustan a la gente. También hay que terminar con la confrontación. La democracia no puede ser duradera ni sólida si no contamos con una reserva de buena voluntad para entendernos y sentarnos en la misma mesa con el que piensa distinto.

Lamentablemente, algunos políticos no saben cómo frenarse, ni frente a los medios de comunicación ni ante situaciones que son difíciles y que se enfrentan de una forma totalmente inadecuada. La democracia requiere orden y bajar el tono del enfrentamiento.

¿Se refiere al actuar del senador Guido Girardi al negarse a desalojar el Congreso?
De ese caso ya se ha hablado mucho y no quiero personalizar mis críticas.

¿Los liderazgos presidenciales de la Concertación son los correctos para enfrentar esta nueva etapa?
Michelle Bachelet es más que adecuada para este momento, tanto por el legado que dejó su gobierno, como por la empatía que genera en todos los sectores. Ella sería la candidata natural de la Concertación. Hay más nombres en la generación más joven, pero, por el momento, ella es la carta obvia, porque ha demostrado que tiene una enorme capacidad para escuchar y entender a la gente, lo que hoy es especialmente importante.

¿Qué le parece la candidatura de Andrés Velasco?
Yo le tengo mucho cariño a Andrés, pero no quiero hablar de candidaturas hipotéticas. Le insisto que la persona que más adecuadamente puede responder a los desafíos del 2013 es Michelle Bachelet. Eso no quita que gente como Velasco o Ignacio Walker puedan jugar un rol de influencia en los próximos años.

Fuente: La Tercera

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