En entrevista con el diario Pulso, el ex canciller y presidente de Cieplan, Alejandro Foxley, analiza el acuerdo logrado entre los países para crear el TPP, Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (en inglés: Trans-Pacific Partnership).

Chile fue uno de los cuatro países que dio el puntapié inicial del TPP cuando en 2006 firmó el P4 con Nueva Zelandia, Brunei y Singapur, con la idea de extender una integración económica real y efectiva en el Asia Pacífico.

“Desde ahí nos impusimos la tarea de intentar persuadir a otros países y persistimos en todas las reuniones internacionales, hasta que en 2008 en una reunión en Nueva York, EEUU nos dijo: de acuerdo, empecemos a negociar, y se produjo una reacción en cadena. Inmediatamente se interesaron Perú, Vietnam y Canadá”, recuerda el entonces Canciller del primer gobierno de Bachelet, Alejandro Foxley. 

Fue la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, quien le comunicó el interés de su país: “Es que con ella teníamos una relación bastante cercana desde que iniciamos el programa Becas Chile que a ella le recordó sus orígenes, porque su abuelo era un campesino dedicado a cortar caña de azúcar y tabaco, y ella fue la primera doctorada en la familia”, cuenta Foxley.

¿Es una buena noticia para Chile haber llegado a acuerdo en el TPP?

Desde el punto de vista de la estrategia global se da una muy buena señal, sobre todo cuando en medios internacionales se ha empezado a reforzar la idea de que la política internacional de Chile está excesivamente concentrada en disputas territoriales con otros países. Con el TPP, más allá del beneficio, Chile se resitúa como actor de primera fila en el proceso de globalización del siglo 21; y con socios de los cuales el país puede aprender por sus mejores prácticas de producción, productividad e innovación, se abre una nueva fase más dinámica de integración e intercambio. 

¿Con qué otro acuerdo se podría comparar el TPP para tener una dimensión de su alcance?

Es más parecido a lo que se hizo con la OMC o Apec, como un OMC plus. Es una señal muy fuerte para las empresas chilenas en el sentido que deben dejar de mirar excesivamente el mercado interno o el de los vecinos, hay que tomarse en serio el desafío de competir con los de Asia Pacífico o aliarse con ellos y formar empresas multiTPP.

Y en términos de aranceles, ¿habrá alguna mejora considerando que Chile ya tiene vigentes varios acuerdos de libre comercio?

Es cierto que Chile tiene acuerdos con casi 50 países, pero algunos mantienen cuotas muy restringidas para el ingreso de nuestros productos. Es el caso de Japón donde las cuotas son muy limitadas para los productos del área alimentaria, y este acuerdo se negoció con una reducción fuerte de esas cuotas para productos lácteos, carnes y probablemente otros. Chile debe pagar aranceles de 700% por el ingreso de arroz, por ejemplo. Además, se abre una escala de volumen mucho más amplio para un demanda enorme que los empresarios deberán aprovechar, especialmente ahora con un tipo de cambio favorable. Los empresarios podrían buscar asociarse con pares de Colombia, Perú para llegar con productos a estos países.

En términos de los remedios genéricos, ¿quedó bien negociada la posición de Chile?

EEUU quería una protección de 12 años para los productos biológicos, y Chile y Australia pidieron 5 años. Aunque hay que confirmar, se señala que el acuerdo es que se podrá extender entre 5 y 8 años según el tipo de producto, y eso es mejor que 12 años, porque ese período limita el plazo en el cual se pueden empezar a producir genéricos. Es importante acelerar el proceso hacia producción de genéricos en el país.

¿Qué camino enfrenta Chile ahora?

A Chile se le plantea el dilema de mantener con China una relación económica tan positiva como la que hemos tenido, porque el TPP tiene dos lecturas. Una, que defendemos que sería el primer paso para el libre comercio en Apec; y segunda, que en EEUU se plantea que es una manera de frenar a China en cuanto a su expansión en las economías mundiales. En el subterráneo hay una especie de disputa hegemónica y nosotros quisiéramos que no se acentúe.

Fuente: Pulso


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