Manuel Marfán en exclusiva para El Mercurio

Una voz crítica de las reformas y de cómo el Gobierno las ha llevado adelante tiene el economista, ex ministro de Hacienda, ex vicepresidente del Banco Central y actual director del Programa CIEPLAN-UTALCA, Manuel Marfán. Que todo se ha querido hacer «rapidito», que se ha desconocido la lógica económica y la importancia del crecimiento a la hora de buscar mejores bienes para el país, y que falta un paradigma ordenador a la hora de diseñar políticas públicas, son algunas de sus críticas. Las dice desde la vereda del Partido Socialista, al que pertenece, al igual que la Presidenta Michelle Bachelet. «No hay contradicción», adelanta. «Simplemente -dice-, más allá de las diferencias entre la izquierda y la derecha, es muy distinto hacer las cosas bien y hacer las cosas mal».

«El momento es crucial», agrega. «Estamos en la antesala de dar un salto al pleno desarrollo». Pero con preocupación ve intentos por «saltarse la fila»; en este caso, olvidarse del crecimiento. Se necesita un paradigma ordenador, una visión que trascienda a los gobiernos.

-¿Cuál es el grado de adhesión que a estas alturas usted siente al gobierno de la Presidenta Bachelet y al Partido Socialista, al que usted y ella pertenecen?

«Yo voté por ella, y si se repitieran las mismas circunstancias con los mismos candidatos, lo volvería a hacer…».

-Pero usted es muy crítico de la labor del gobierno. ¿Por qué?

«El programa, lo que se sabía del programa de la candidatura de la Presidenta Bachelet, lo encontraba muy atractivo. Me parecía que el esfuerzo de elevar la carga tributaria para mejorar la educación era un elemento esencial para elevar la productividad y el capital humano. Pero lo principal que la reforma tributaria hizo fue poner un impuesto al ahorro de las empresas, y no es buen negocio gravar el ahorro para tener crecimiento».

«La reforma tributaria se hizo para financiar la gratuidad en la educación superior, y en eso hay un componente del que yo participo, que es que nadie que tenga talento debe dejar de tener estudios superiores por falta de recursos. Pero a mí no me parece que sea un derecho universal. A mi juicio, hay otras prioridades, y la educación superior gratuita no mejora en nada la calidad de la educación. Si uno quisiera hacer una reforma educacional procrecimiento, hay que partir por la educación prebásica, básica, media, y después universitaria; ese es el orden de importancia de recursos, versus resultados».

-¿No se siente identificado en la ingeniería de proyecto de ninguna de las reformas que ha impulsado el Gobierno?

«Es que yo sí estoy de acuerdo con que era necesario elevar la carga tributaria para lograr los mejoramientos iniciales de estos bienes públicos, servicios y bienestar social. También con que era necesaria una nivelación del campo de juego entre empresarios y trabajadores. Entonces, estoy de acuerdo con los titulares de los temas. Pero el sueño de tener un país que discrimine menos, que nuestros hijos tengan mejores oportunidades de las que tuvieron los padres, es una cadena de generación tras generación; es parte del progreso, y creo que esa es la parte que falta».

«Y el gobierno actual pagó los pecados de haber tenido demasiado capital político al principio, y cuando se tiene mucho capital político, no hay necesidad de negociar, se le pide al Congreso que legisle rapidito, porque el que tiene capital político ya tomó decisiones. Y, por lo tanto, hubo muchos problemas de calidad en los contenidos de las reformas».

-¿Qué responsabilidad le atribuye a la Presidenta Bachelet?

«No creo que sea su culpa. A la Presidenta, aunque nunca he trabajado con ella, le tengo respeto y aprecio. Creo que parte del problema es que el paradigma anterior, que era crecimiento y combate a la pobreza, tenía todo el sentido cuando Chile era un país mayoritariamente pobre. Hoy la pobreza es un 7,5%; sigue siendo importante, pero no es un reflejo de la mayoría. Hoy la mayoría de la población es sociológicamente distinta, y por eso es que hoy las demandas son educación, pensiones; no son demandas de estrategia de sobrevivencia».

«Hoy necesitamos un nuevo paradigma ordenador de las decisiones de políticas públicas. Y es una decisión que tiene que trascender a los gobiernos; tiene que ser una posta».

«Estamos en una situación más o menos parecida a lo que estaban muchos países europeos a fines de los 60, en el sentido de que tras una etapa traumática -guerra fría, la reconstrucción-, se generó mucho crecimiento, terminó agotándose, y el paso siguiente también fue con protestas en las universidades, como las del año 68, con gobiernos que trataron de hacer experimentos».

-¿En Chile estamos pasando por esa etapa de experimento?

«Tengo la impresión de que sí, de que este esfuerzo de tratar de ir más rapidito son los típicos que parten con mucha popularidad y que después esos sueños se tornan un poquito pesadillescos».

-¿Y vale la pena tensionar a un país con tal de probar?

«A ver, son procesos. Lo mejor sería que los niños no se cayeran, que no se golpearan, pero son cosas que finalmente son las que van produciendo la madurez de las personas y de la sociedad que tiene procesos parecidos».

«Quizás si no se tenía ese experimento -aunque no es la palabra correcta-, había un paradigma claro durante la transición: Chile era un país con carencias sociales gigantescas, no queríamos repetir la experiencia de otras transiciones que tuvieron desastres fiscales y despelotes macroeconómicos, y finalmente contra todos los pronósticos, incluso los nuestros, creo que fue una buena transición».

«Pero en esa época el tema de la pobreza era central, porque era el hito donde se concentraba la mayor cantidad de población, y si alguien quería tener algún beneficio de las políticas públicas, sin ser parte de ese segmento, las preguntas obvias eran ‘bueno, ¿se quiere poner en la fila antes que los pobres? ¿Quiere saltarse a los pobres».

-¿Ofrecer gratuidad universitaria universal no fue también saltarse la fila?

«Sí, pero lo que pasa es que la universidad para una familia que gana un millón y medio bruto y un millón 200 mil líquido, y tiene dos hijos en la universidad, es prohibitiva. Y esa familia no es pobre, esa familia es de clase media».

«Parte importante de mi diagnóstico es el siguiente: cuando se formó el movimiento pingüino, que es la generación que pasó a ser dirigente en las universidades después, tomó una muy buena decisión al principio, que fue que el movimiento estudiantil no se comprometiera con los partidos políticos, que siempre quieren aprovecharlos para poder cosechar en otros frentes. Pero al hacer eso, los estudiantes en los únicos que confiaban para discutir sus temas eran otros estudiantes. Uno de los grandes problemas del descrédito de la política es que se discute entre iguales, y cuando se discute entre iguales, parafraseando a Cien años de soledad, salen ideas con colita de chancho. Es endogamia intelectual, y salen cosas raras, como por ejemplo que la gratuidad universal es un derecho».

-Usted habla de la necesidad de tener un paradigma ordenador para el país. ¿Cuál debiera ser ese hoy?

«Un elemento transversal de la clase media en todas partes del mundo, incluyendo a la chilena, es que es insaciable, pero también que a lo que más aspira es que sus hijos sean mejores que ellos. Para lograrlo, el crecimiento es, en términos matemáticos, una condición necesaria, pero no es suficiente. También se requiere persistencia política en el tiempo, más allá del gobierno de turno. Es lo que llamo un nuevo paradigma ordenador, un proyecto país común. Por ejemplo, en la Europa occidental de la posguerra, las diferencias entre la derecha y la izquierda fueron intensas, pero nunca al punto de arriesgar un proyecto país común. En el Chile actual, creo que sí podemos construir un paradigma en torno a ser un país desarrollado, con estándar OCDE para la salud, educación, pensiones, medio ambiente, equidad, seguridad ciudadana y otros bienes públicos. Pero se trata de un proyecto país de largo aliento -15 o 20 años- que requiere persistencia en las buenas y en las malas».

«Si el ministro de Hacienda es comparsa de esa discusión, podemos tener un bochorno»

Manuel Marfán sobre pensiones

-¿Por qué los economistas vinculados a la Concertación no lograron que los proyectos de ley estuvieran permeados por la lógica económica, por la necesidad de que siguiéramos creciendo con fuerza?

«No sé, pero tengo una hipótesis. Este es un país que durante muchos años, a partir de la transición, se barajó tratando de conciliar la lógica política con la lógica económica. Pero ahora formó parte del diseño que un ministro de Hacienda fuerte era más bien una barrera para poder ir más rapidito y, por lo tanto, se le dejó más bien encasillado en el rol de guardar la caja fiscal. Desde que llega Rodrigo Valdés, claramente que él ha tenido el respaldo de la Presidenta y del Gobierno para manejar la caja; es cosa de ver el ajuste fiscal que hubo a comienzos de este año, y tengo la fe y esperanza de que eso se vea en la Ley de Presupuestos, que se viene muy difícil, porque estamos viviendo en vacas flacas y en año de elecciones».

«Pero en las reformas emblemáticas la lógica económica estuvo ausente».

-Ahora viene la reforma previsional. ¿Ve espacio para un rol más activo del ministro de Hacienda?

«Yo espero que se haya aprendido la lección. Creo que la misma Presidenta, ya no con el capital político que tenía al inicio, tiene un tono muy distinto, porque llamó a todos los actores relevantes a participar de esa discusión, cosa que antes no era así. Si el ministro de Hacienda es comparsa de esa discusión, tengo la impresión de que podemos tener un bochorno, y lo lamentaría mucho, porque estas son oportunidades».

-¿Y sería un bochorno si los cinco puntos adicionales de cotización fueran al pilar colectivo?

«Me parece que eso está mal pensado. La tasa de cotización en Chile es de 10%, y el promedio de la OCDE que es comparable es de 19%, casi el doble y sobre la base de salarios más altos. Si queremos aspirar a un buen sistema previsional, tenemos que aspirar a tasas de cotización que sean de país desarrollado».

«Pedirle a una persona que cotiza 10% para una pensión insuficiente que aumente 5%, que significa a la larga menores remuneraciones para financiarles las pensiones a otros, es una mezcla que a mí no me cuadra».

«Hay otro elemento que me preocupa: tener un fondo común, que es mucha plata, puede ser capturado por grupos de presión que tienen una mayor capacidad de movilización y no necesariamente sea para quienes fue pensado».

-Son los problemas de trazabilidad que usted ha mencionado.

«Sí. Las pensiones de Gendarmería muestran que de repente, estar bien apitutado permite tener mejores pensiones, lo cual está muy mal, así como que los tribunales no lo tengan claro. O sea, no puedo creer que en la misma semana ha habido una resolución de la Contraloría que señala que el personal no uniformado de la Gendarmería no tiene derecho a pensionarse por la Capredena, un tribunal haya resuelto que el personal civil de la Dirección de Aeronáutica Civil tiene derecho a pensionarse por la caja de la Fuerza Aérea. ¡Es ridículo!».

«Eso es lo que pasa cuando está claro qué es el beneficio y quién el beneficiario, pero no está claro quién lo paga, y no se asume esa responsabilidad. Ese es el problema de los sistemas de reparto, que parten con demandas muy justas -‘yo soy minero del carbón, tengo silicosis, voy a vivir menos’-, pero después se transforma en una chacota».

«Pero el problema que tiene la capitalización individual es que no tiene solidaridad, y esa solidaridad solo la puede otorgar el Estado. Ahora, ¿el Estado la va a otorgar con cargo a las capitalizaciones individuales de las personas? Yo creo que eso será ampliamente rechazado; a mí no me hace sentido político».

-¿No sería esta la oportunidad de estudiar una reforma a la reforma de la reforma tributaria?

«No sé. A mí no me gustan las retroexcavadoras».

-¿Incluso si es una reforma que aumenta la recaudación?

«Habría que pensar bien cuál es esa reforma. Estamos teniendo el problema de que cada vez va a ser más de emergencia ciudadana, de la gente que está jubilando con fondos insuficientes o sin fondos. Entonces entiendo la preocupación, porque no se les puede dejar así como que se las arreglen solos. Por eso existen dos sistemas».

«Pero cualquiera de los sistemas requiere tasas de cotización cercanas al 20%. Entonces, si uno le pide al sistema de capitalización individual que destine un 5% a un sistema de semirreparto, significa que la tasa de cotización -para que esa persona tenga una pensión digna- tendría que aumentarla al 25%, lo que es absurdo, porque esa persona probablemente no sabe si va a ser beneficiario o no del otro sistema».


«No existe el ministro de Hacienda que pueda actuar sin el respaldo del Jefe de Estado»

-El ministro Rodrigo Valdés ha dicho que su labor no es meter al cajón algunos proyectos, sino que hacerlos de la mejor manera posible. ¿Pero no es misión del ministro de Hacienda, cuya firma va en casi todos estos proyectos, meter al cajón algunos proyectos?

«No existe el ministro de Hacienda que pueda actuar sin el respaldo del Jefe de Estado. Que en proyectos emblemáticos, que la misma Presidenta anuncia, el ministro diga ‘no, ese proyecto lo vamos a poner en el cajón’, no tiene sentido».

«Lamentablemente, el espacio que ha tenido el ministro Valdés de incidir en las lógicas económicas de los proyectos emblemáticos ha sido muy escaso. ¿Eso es culpa de él? No, no es culpa de él. Es culpa de un diseño que hubo al principio donde el ministro de Hacienda tenía que ser un ministro más, lo cual para mi gusto no tiene mucha lógica. El buen gobierno, al final, se construye sobre la base de que sus obras sean permanentes y estables en el tiempo, y esas no van a ser ni permanentes ni estables si no tienen lógica política y si no tienen lógica económica».

-Hay cierto consenso entre economistas en que el Presupuesto 2017 no debería expandirse más del 3%. ¿Es eso, o se puede agregar algún elemento más a la discusión?

«El ministro Valdés ha estado empoderado en el manejo de las cuentas fiscales de corto plazo, y espero que lo siga estando. Este es un presupuesto que es muy emblemático para efectos de saber el grado de responsabilidad de la Presidenta, que yo creo que lo tiene. Hay que acordarse de que en su primer gobierno el principal logro, a mi juicio, fue que yendo en contra de la mayoría de la opinión de la clase política, respetó la regla fiscal y ahorró durante el alto precio del cobre. Esto permitió estar muy bien parados para la crisis del 2008, que fue la peor que han tenido los países desarrollados desde la Gran Depresión. Y no tengo por qué pensar que ese aspecto de cuidar bien las platas del corto plazo pueda haber cambiado».


«Uno de los grandes problemas del descrédito de la política es que se discute entre iguales, y cuando se discute entre iguales, parafraseando a Cien años de soledad, salen ideas con colita de chancho».

«Podemos construir un paradigma en torno a ser un país desarrollado, con estándar OCDE para la salud, educación, pensiones, seguridad ciudadana. Pero se trata de un proyecto país de largo aliento».

«Pedirle a una persona que cotiza 10% para una pensión insuficiente que aumente 5% para financiarles las pensiones a otros, es una mezcla que a mí no me cuadra».

«Cuando se tiene mucho capital político no hay necesidad de negociar; se le pide al Congreso que legisle rapidito. Y, por lo tanto, hubo muchos problemas de calidad de las reformas».

«Me genera una enorme angustia el descrédito de la política, de los partidos, las bajísimas tasas de participación en los procesos electorales, el cuestionamiento de la ciudadanía hacia los que son elegidos de esa manera».

Fuente: El Mercurio

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