En el seminario sobre el plebiscito organizado por la U. de Talca, el presidente de Cieplan invitó a abrazar los nuevos temas que discutimos como país pues el desarrollo «es un proceso continuo».

«Tengo una visión francamente optimista de este país y su futuro.

Recuerdo que en los muy difíciles años de la dictadura, en Cieplan habíamos establecido redes internacionales para seguir los procesos de otros países en su transición a la democracia. En ese grupo de académicos había grandes cientistas políticos, y recuerdo que en esas reuniones se hacía un análisis de los países con gobiernos burocrático-autoritarios, veíamos las condiciones en que estaban unos y otros y la conclusión era que el que tenia menos probabilidades de transitar a la democracia era Chile. 

Las razones eran muchas pero de las principales era el control férreo de Pinochet, la oposición fracturada y la dura represión que ejercieron por años los militares para instalar lo que ellos querían: el gobierno y la inseguridad permanente.

Cuando se habla del 40% de la gente que votó por el Sí, yo preguntaría cuántos lo hicieron por miedo solamente, por el temor a lo que venía si había democracia, la inseguridad que podía traer un cambio tan fuerte en un país que lamentablemente parecía que se estaba habituando a vivir bajo la dictadura.

El día del plebiscito fuimos capaces de borrar ese pronóstico y el país con menos probabilidades demostró lo que logra el poder de la gente. 

Conocimos a esa gente, recorrimos el país para escucharlos cuando ningún político podía actuar. Nosotros, los «tecnócratas» escribíamos papers que nadie leía, escribimos dos libros que fueron censurados… los sentíamos como los años inútiles. Entonces descubrimos que Chile podía cambiar cuando nos dimos cuenta que la verdad no estaba en esos papers, sino en las personas y así armamos los «Diálogos con la comunidad», yendo pueblo por pueblo para sentarnos a conversar con las personas. 

Recuerdo una vez, un mesón en el medio de un potrero, hablando con los campesinos, con pequeños empresarios. Intentábamos ir a las universidades también. Un día nos echaron los Carabineros, y terminamos la charla en una iglesia. Ahí pudimos escuchar, conversar, entender. Un tema bien simple en una democracia, pero que toma tiempo, persistencia y humildad. 

Nos dimos cuenta que debíamos buscar un lenguaje cercano a la gente, que demostrara que el posibilismo era algo que podía ocurrir en Chile. Había talento sumergido en un país atemorizado, pero con ganas de que las cosas cambiaran. Si alguien lograba llegar a ellos, invitarlos a trabajar juntos, este iba a ser un país posible.

Ese periodo también aprendimos que, como los políticos no podían actuar, teníamos que apoyar a los que todavía tenían espacios, y en este caso eran las organizaciones sociales y de trabajadores, puntualmente la CUT en este caso. Esa gente cada seis meses caía presa y sin embargo daban una lucha cotidiana en cada espacio donde estaban.

Uno de ellos fue Manuel Bustos, con quien establecimos un lazo imborrable. Cuando fue relegado en Parral, arrendamos una micro vieja y nos fuimos para allá con los dirigentes de la CUT, con la excusa de ir a hacer clases de economía. 

Así fuimos desarrollando una capacidad de forjar un tejido de gente que aunque no estaban en la política, con inteligencia y astucia empezaron a ocupar los espacios de libertad que se iban abriendo en el país. 

Por eso que cuando se escuchan visiones pesimistas de este país, yo digo que miremos lo que pudimos hacer en el pasado en las peores condiciones en que puede estar un pueblo y su clase dirigente.

Hasta que llegó la noche maravillosa del plebiscito.

Fui parte de un grupo pequeño a quienes nos pidieron que hiciéramos un seguimiento de nuestras mesas y si calzaban con las cifras oficiales. En los primeros cómputos decían que ganaba el Sí y empezó el rumor de que Pinochet iba a decretar Estado de sitio. Hemos sabido después que se lo pidió a la junta, pero el general Matthei se negó.

En ese momento Santiago estaba vacío y nosotros sólo esperábamos que llegaran las fuerzas del Ejército para retomar el control de la ciudad. 

A la 1 de la mañana Matthei dijo que habían perdido.

Recuerdo que me tuve que ir caminando a la radio Chilena, al programa «Improvisando», con Jaime Celedón. Uno de los que estaba era Ricardo Lagos, cuando llegué nos abrazamos y a mí, les confieso, me caían las lágrimas. 

Digo esto porque en la etapa siguiente, que tiene todas las imperfecciones que tiene, en democracia este país ha tenido el mejor desempeño de su historia. La economía creció en promedio, durante el periodo de Aylwin, cada año, más del 7%. La pobreza bajó dramáticamente. ¿Qué otro país que viene de una transición tan compleja, con fuerzas que estaban tratando de frenar lo que estaba pasando, logra lo que Chile ha logrado?

El famoso milagro de los Chicago Boys, ¿de cuánto fue? La tasa de crecimiento de los 17 años de dictadura fue en promedio 2,9% al año. Ese es el milagro. En democracia Chile ha crecido de más de 5% al año.

Quiero terminar diciendo que hay defectos aún, cosas que no se hicieron o se debieron hacer mejor, como regular los sectores concentrados que abusan de las personas, pero creo que si pudimos hacer tanto en condiciones tan adversas, ahora debiéramos poder hacer más en este momento. Cómo llevar a este país donde hay una enorme clase media insegura, que se endeuda, que tiene que pagar una educación, tarjetas. Esa gente quiere seguridad en su vida, quiere asegurar que las oportunidades para los que vienen después van a ser garantizadas y mejores a las que tuvieron ellos. 

Queremos ser ahora un país que sea capaz de llevar adelante lo que debiéramos llamar un desarrollo inclusivo, que acoge a todos, un país que da la señal cada día al que se va quedando atrás de que hay un piso de seguridad y hay una manera de recibir apoyo a tiempo para no caer en la trampa de la desesperanza, de la desconfianza.

Estamos en un momento difícil. La política desprestigiada, un cuestionamiento a la clase dirigente… Así como enfrentamos sin voz las circunstancias más difíciles, hoy tenemos un capital humano invertido y un deseo de hacer las cosas bien; un movimiento hacia la igualdad, cuya expresión más reciente es la igualdad de género. 

No debemos tenerle miedo a que salgan estos temas nuevos que no hemos resuelto antes porque el desarrollo no es un milagro de un día para otro, es un proceso continuo, imperfecto. Los que dirigen el país deben reconocer esto.

No estamos viviendo en un país perfecto, pero estamos viviendo en un país mejor».

Fuente: Cieplan


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *