El investigador detalló parte de su más reciente paper, «Reglas del juego y el fin del desarrollo acelerado» (Programa CieplanUTalca). Revisa aquí un extracto de la entrevista.

Hoy, aparte de director de empresas e investigador de Cieplan, es un respetado gurú de la Democracia Cristiana, su partido desde 1972, y un incansable defensor del crecimiento económico. Además, es crítico de algunas medidas de los últimos gobiernos, incluido el actual, que a su juicio nos están llevando de regreso a un «desarrollo mediocre», tema que lo desvela y lo provoca a romper su silencio mediático.

De este tema ha escrito- un paper titulado «Reglas del juego y el fin del desarrollo acelerado»– ha expuesto en seminarios y ahora acepta tocarlo por la prensa.

¿Cuándo se estanca, a su juicio, ese desarrollo que fue exitoso en los 90?
Es importante recordar que Chile fue tradicionalmente un país con un desarrollo mediocre. Entre el año 50 y el 90 crecimos igual o menos que la economía mundial y nos mantuvimos durante todo ese periodo de 40 años en torno al sexto lugar en la tabla de posiciones de América Latina. Eso cambia. En los 90 crecimos a más del doble de la economía mundial y pasamos en poco más de una década al primer lugar de América Latina. Esos 25 años de crecimiento acelerado caen con posterioridad. Durante el gobierno de la Nueva Mayoría crecimos a la mitad del resto del mundo y durante este gobierno estamos creciendo igual o menos. No creo que vayamos a una crisis como la argentina o la brasilera de ninguna manera. Nuestro riesgo es volver a la mediocridad.

¿Y cuándo se gesta esa nueva mediocridad?
No hay un momento crítico. Se fueron deteriorando gradualmente las reglas del juego. Por ejemplo, la fiscal. Tuvimos 20 años de superávit fiscal, y llevamos 10 años de déficit y vamos a continuar. Por ejemplo la regla tributaria: durante la década de los 90 las empresas pagaban por las utilidades que reinvertían, las que se dejaban en la empresa para crear más empleos y desarrollarse, un 15% de impuestos a esa reinversión. Hoy estamos a 27%, 20% más que el promedio de los países desarrollados. Tercer lugar, se fue deteriorando la regla laboral, la administrativa. Hoy alguien que quiere conseguir un permiso para la minería en Chile se demora más de 5 años. En países como Australia o Canadá, donde hay más preocupación medioambiental, menos de 3.

«No creo que vayamos a una crisis como la argentina o la brasilera de ninguna manera. Nuestro riesgo es volver a la mediocridad»

¿Cree que este fenómeno coincidió con el inicio de una mirada más crítica de lo que fue la Concertación?
Desde fines de los 90 empezó el debate sobre si lo que se estaba haciendo era correcto o no. Y del equilibrio que había entre crecimiento y equidad se empezó a dar, por parte de algunos, el crecimiento un poco como por descontado. Y sólo se fueron enfatizando los efectos distributivos, de igualdad, y este equilibrio se fue perdiendo. Y fue crecientemente aumentado el temor a la opinión pública. Esto es importante porque estas reglas del juego se definen en el sistema político. No puede haber una economía de calidad sin una política de calidad. Pero la política fue perdiendo calidad. La política democrática tiene dos polos, uno que es representar a la ciudadanía desde abajo hacia arriba, y otro que es orientar, conducir. Ese segundo polo se fue debilitando por temor a perder capital político. Por eso, siempre recuerdo una frase del Presidente Aylwin cuando a veces le decían «¡Esto puede afectar la popularidad del gobierno!», y siempre respondía: «Mire, el capital político es para gastarlo».

«No puede haber una economía de calidad sin una política de calidad. Pero la política fue perdiendo calidad»

¿Esperaba que eso pasara menos en un gobierno de derecha?
Depende de qué reglas, pero hay una responsabilidad compartida. Y hay que concordar en la necesidad de redefinir algunas de nuestras conductas políticas para volver a tener un desarrollo acelerado.

¿Y le sirve el manual de los 90?
Hay elementos que son indispensables y uno es reponer en la política los dos polos, empatía con la opinión pública, y al mismo tiempo, capacidad de liderar. Ahora, evidentemente los instrumentos no pueden ser los mismos. Cambió el escenario, de partida, porque tenemos una omnipresencia de las encuestas, que no existían hace 30 años. Las encuestas se han transformado en lo que era el people meter de la televisión. Un segundo factor es la presencia de las redes sociales que polarizan y generan un temor respecto de lo que hacen o no. Y en tercer lugar, diría, está el descrédito de la élite chilena. Ese descrédito crea en los dirigentes políticos el impulso de tratar de, entre comillas, congraciarse con esa opinión pública, que es importante siempre que esté equilibrado el liderazgo y en este caso no es así.

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