En entrevista con El Mercurio, el presidente de CIEPLAN Alejandro Foxley se muestra optimista sobre el futuro económico chileno y de América Latina. Pero no por ello omite los desafíos pendientes.

La Democracia Cristiana levantó esta semana su nombre para que integrase el consejo del Banco Central. Sería un galón más en su trayectoria: ex ministro de Hacienda, ex canciller, ex senador, Alejandro Foxley no se da por aludido con la nominación. No responde con una negativa tajante, pero se apura en aclarar: «No lo he conversado con nadie. Lo único que he visto es un reportaje. Fue la primera noticia que tuve del tema».

Hoy Foxley se ve más cómodo como presidente de Cieplan que como parte del instituto emisor. Hace tiempo que no daba una entrevista y accede a ella para ahondar en la economía, obviamente un tema que lo apasiona. Con la mirada puesta en Chile y en América Latina, Foxley está optimista. Optimista de que los populismos en América Latina están en declive. Optimista de que en diez años países como Uruguay, México, Argentina y Chile se transformen en economías avanzadas, con un ingreso por habitante -en poder de compra de 2008- de US$ 23.000. ¿Por qué esa cifra casi mágica? Él la explica: porque fue con esa renta que el Fondo Monetario Internacional (FMI) incluyó a Portugal en ese selecto círculo. Perú y Colombia sacarían membresía en 20 años. Este espíritu positivo lo ha expuesto incluso fuera de Chile: habló en la Universidad de Miami y conversó con Andrés Oppenheimer en los Estados Unidos.

«Los países de América Latina podrían caer en la ‘trampa del ingreso medio’: su éxito los hace vulnerables a la entrada de capitales, a la pérdida de competitividad y al endeudamiento de los hogares».Pese al optimismo, está consciente de que hay tareas pendientes. En América Latina y, por supuesto, en Chile.

¿El desarrollo está a la vuelta de la esquina?
Visto desde hoy es posible, pero la transición de la situación actual a ser una economía avanzada no está garantizada en lo absoluto. Los países de América Latina podrían caer en la «trampa del ingreso medio»: su éxito los hace vulnerables a la entrada de capitales, a la pérdida de competitividad y al endeudamiento de los hogares. Salir del ingreso medio no es fácil. De todos los países que en 1960 tenían ingreso medio, tres cuartas partes de ellos seguían ahí en 2009.

¿Le preocupa que parte del crecimiento en muchos países, incluido Chile, se sustente en los altos precios de las materias primas?
Convertirse en una economía avanzada en el mediano plazo no puede descansar en el precio de las materias primas. Hoy estamos dependiendo mucho de las materias primas. Ese es un riesgo presente para economías como Chile, Brasil, Perú y Colombia.

¿El dólar en Chile está reflejando una pérdida de competitividad? ¿Se ha hecho poco por el valor del dólar?
Si uno mira cualquier análisis del Banco Mundial o del BID (muestra textos que están en su escritorio), para no caer en la trampa del ingreso medio hay que diversificar las exportaciones por la vía de aumentar el valor y el número de productos. Todo eso descansa en varias medidas. Una de ellas es que el tipo de cambio sea adecuado para que entren nuevos exportadores. Hoy en Chile el valor del dólar no es el adecuado para transitar hacia una economía avanzada y para salir de la trampa del ingreso medio.

Con todos estos problemas, ¿en qué radica su optimismo entonces?
En el último período de crecimiento, América Latina demostró que ha aprendido mucho. Hay un buen manejo macroeconómico, la política fue contracíclica tras la crisis y no caímos en la tentación de entrar en forma irresponsable en el sistema financiero internacional. Hay también un esfuerzo por diversificar las exportaciones y abrir mercados con los tratados de libre comercio. A nivel institucional, hay avances importantes en Chile y América Latina en dar estabilidad a las reglas del juego para atraer a la inversión extranjera directa.

¿Hay logros en lo político?
Otra ventaja de América Latina para lograr metas ambiciosas en relativamente corto tiempo es que hay una masa crítica de países que políticamente se han estabilizado y el populismo está en retroceso. Hay gobiernos de izquierda como en Brasil, El Salvador, incluso Paraguay, que se han movido hacia el centro político y hacen políticas de centro. Y también hay países con presidentes de derecha, como Colombia y Chile, que también se han movido hacia el centro, con una política no muy distinguible de la que hacía Lula en Brasil o la Concertación en Chile.

«Convertirse en una economía avanzada en el mediano plazo no puede descansar en el precio de las materias primas».En esta línea ¿cómo evalúa el gobierno de Piñera?
Algunos elementos van en la dirección correcta, como el énfasis en la educación, que es clave para no caer en la trampa del ingreso medio. Pero en innovación tecnológica debemos hacer más. En el gobierno de la Presidenta Bachelet lanzamos un programa de intercambio de recursos humanos (Becas Chile). El énfasis era absorber los conocimientos desde las mejores universidades y promover también a jóvenes de familias de ingreso medio y bajo, que no saben inglés. De las 3.000 becas que entregamos, ahora se dan sólo 700. Hay que multiplicarlo a mucho más que 3.000 al año.

Con el gobierno de Piñera yendo hacia el centro, ¿qué puede hacer la Concertación para diferenciarse?
La Concertación debería enarbolar la bandera del empleo, para solucionar de una vez los problemas estructurales del mercado del trabajo. Hoy hay más empleo como parte del ciclo económico, pero necesitamos trabajo más estable y de mayor calidad.

Pero eso requiere flexibilizar donde haya que hacerlo, lo que tiene apenas piso en el actual gobierno.
En el mercado del trabajo normalmente la discusión se sesga porque los que hablan de flexibilidad del trabajo se supone que están tomando una posición pro empresa y los que se oponen toman una pro sindicato. Pero para lograr ser economías avanzadas el aumento de la productividad es clave. Una reforma del mercado laboral que facilite la incorporación de los informales a través de contratos formales más flexibles sin duda ayuda a que esos trabajadores se capaciten y suban su productividad.

¿Usted cree que un tema como la flexibilidad tendrá cabida en la oposición?
¿Y por qué no?

Porque la flexibilidad, como usted dijo, tiene un sesgo empresarial que no está en línea con la postura defendida por la Concertación.
La flexibilidad laboral, como un paquete de medidas pro empleo, ayuda a crear trabajo de buena calidad para quienes hoy no lo tienen: jóvenes, mujeres y trabajadores informales. La flexibilidad en ese contexto es una medida muy progresista. Ahora, hay que darse el tiempo para estudiar en qué consistirían esas medidas pro empleo, dentro de las cuales la flexibilidad ayudaría.

La agenda Cieplan-CEP y el rol de Corbo y Arellano

Varías líneas de trabajo tiene la Corporación de Estudios para Latinoamérica (Cieplan). Por supuesto tienen una agenda para América Latina, con el respaldo del Banco Mundial, entre otras instituciones internacionales.

En Chile, están trabajando con el Centro de Estudios Públicos (CEP) en dos temas: uno es estudiar el sistema tributario chileno para hacerlo más eficiente. Se trata de un proyecto con horizonte de mediano plazo. A cargo de esta labor hay dos pesos pesados: Vittorio Corbo, por el lado del CEP, y José Pablo Arellano, por Cieplan.

Cuentan en el CEP que se dieron plazo de un año para encargar trabajos a especialistas y probablemente publicar un libro. La segunda línea con el CEP es analizar cómo mejorar el sistema político. Ahí participan Lucas Sierra, por el CEP, y Francisco José Díaz, de Cieplan.

René Cortázar dirige, además, las asesorías legislativas.

Fuente: El Mercurio


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