El camino escogido por la mayor parte de los países de América Latina para dinamizar sus economías, con apertura comercial y TLC con algunos de los socios más relevantes, ha sido un buen punto de partida para un desarrollo más potente a futuro.

Estos avances son importantes, pero no suficientes para resolver el problema del lento crecimiento de la productividad en estas economías. Se constata la relativa incapacidad de las economías latinoamericanas para agregar valor a sus exportaciones, altamente concentradas en recursos naturales y con escaso impacto positivo en el empleo y la innovación tecnológica.

La irrupción de China, como el más importante socio comercial de buena parte de Latinoamérica, requiere de un análisis profundo. Ese país posee una estructura de comercio fuertemente sesgada, que mantiene a los productores de nuestra región en la «maldición de los recursos naturales». Este escenario permite que algunos vean a China más que como socio, como un competidor, que incluso podría ahogar el proceso de agregación de valor y de diversificación de la canasta exportadora.

En consecuencia, la integración productiva para la región es clave para competir exitosamente con China y otras economías del Este de Asia. Para avanzar se requiere comenzar con instancias para un diálogo público-privado, que permita pensar estrategias compartidas. Junto con lo anterior, integrar desde la base productiva, con prácticas que aumenten la competitividad de la región en su conjunto.

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