Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
Vengo llegando de Abidjan, Costa de Marfil. Asistí a una cumbre del capítulo africano del Emerging Markets Forum, una especie de Davos para economías emergentes. Después del boom de precios de commodities, África suma el desencanto a sus problemas estructurales. A mí se me pidió que expusiera sobre Chile, una economía también especializada en la exportación de recursos naturales pero de América Latina.
Ordené mi presentación comparando el Chile de hace 30 años y el actual (1986-2016), enfatizando los aspectos de nuestra economía política ayer y hoy. Así, señalé que en 1986 estábamos en medio de la crisis de la deuda externa, con una sociedad profundamente dividida. Bajo la dictadura de Pinochet estaban en un lado los que defendían cada política, aunque fuera mala, porque era de ese gobierno. En el otro lado estaban los que criticaban cada política, aunque fuera buena, porque era de ese gobierno. Nuestra historia reciente nos dividía de manera irreconciliable. También, éramos un país en shock al revelarse un nivel de pobreza de 47,5% de la población (Casen 1987). En un eventual retorno a la democracia, la mayoría de los votos provendría de ciudadanos en torno a la línea de pobreza. Por último, Chile fue el último país de Sudamérica que transitaría a la democracia. Los anteriores lo hicieron con júbilo inicial y profundas crisis fiscales e inflación a poco andar.
En ese contexto, los líderes de la oposición, que anticipaban la transición, alentaron a sus técnicos a investigar y proponer cursos de acción para promover tanto la cooperación social como una forma de garantizar gobernabilidad, como también una transición a la democracia sin las crisis fiscales y externas de nuestros hermanos en la región. Así, en 1990 asume democráticamente una coalición de centroizquierda que logra unir al país en torno a una idea de futuro (“el pasado nos divide; el futuro nos une”), con una sociedad que acepta pagar los costos de corto plazo de la estabilidad y con la idea de privilegiar, por sobre cualquier otro grupo social, a los pobres. También, que cada gobierno no debe intentar reiniciar la historia del país, como había sido el caso de las tres décadas previas. ¿Cómo es Chile hoy? La pobreza se redujo a 7,1%. El PIB en pesos constantes se multiplicó en 3,4 veces; el PIB en dólares constantes se multiplicó por 4,4. ¿Por qué? Porque la mayor competitividad apreció en términos reales nuestra moneda (TCR-5). Las exportaciones reales totales son 3,9 veces las de 1990. Y así, seguí con el ahorro nacional, las cuentas fiscales, las exportaciones agroindustriales. Que tenemos regla fiscal, fondos soberanos, estabilidad económica. Pero que esto último es la parte fácil. La parte que más cuesta es la del liderazgo político adecuado.
Terminé señalando que recientemente Chile ha perdido dinamismo. Que estamos en la antesala de ser desarrollados, pero que no tenemos un paradigma que nos permita dar ese salto. Somos otro país que el de hace 30 años, con otros malestares sociales. ¡Enhorabuena! Nuestros problemas hoy son los de una nación que ha progresado. Para África, un horizonte de 40 años para salir de la pobreza es posible.