Autor: Raúl E. Sáez
Fuente: Cooperativa
Foto: Immanuel Giel
El 15 de enero de 2019 el Parlamento rechazó por abrumadora mayoría (432 vs 202) el acuerdo logrado por la Primera Ministra Theresa May con la Unión Europea. Esto abre un período de incertidumbre política en el Reino Unido y de perplejidad con la Unión Europea, las que podrían o no quedar resueltas antes del 29 de marzo, fecha en la que el Reino Unido abandona la UE.
¿Cuáles son algunos de los escenarios que se contemplan ahora? Hay básicamente tres. Se pospone la fecha de salida de la UE, el Reino Unido se desiste de abandonarla o deja la UE sin un acuerdo de su relación futura con el mercado europeo.
Desde el punto de vista estrictamente político, que también tiene consecuencias económicas, hay dos posibilidades.
El primero es que el Reino Unido y la UE acuerden postergar la fecha de salida más allá del 29 de marzo para darse más tiempo para negociar otros términos, cuestión que Bruselas ya ha dicho que no está dispuesta a revisar,o para que Theresa May (si es que continúa como Primera Ministra) logre en nueva votación revertir la derrota del 15 de enero.
Lo segundo es que el país permanezca como miembro pleno, decisión que, según la Corte Europea de Justicia, puede ser unilateral del Reino Unido. En otras palabras, la puerta sigue abierta para que el Reino Unido desista del Brexit, pero ello probablemente debe requerir alguna acción legislativa por el lado británico. Tal vez un nuevo Referéndum.
El otro escenario es el Brexit sin acuerdo, que tendrá consecuencias económicas para ambos lados del Canal de la Mancha en comercio, prestación transfronteriza de servicios, así como también políticas, por el problema de la frontera en Irlanda.
El impacto mayor es sobre el comercio de bienes entre el Reino Unido y la UE. Si no hay acuerdo, a partir de las 00:00 horas del 30 de marzo los bienes británicos van a ser considerados como provenientes desde un tercer país.
Deberán pasar por un control aduanero, se le cobrarán derechos de internación correspondientes y deberán ser inspeccionados para revisar si cumplen con las regulaciones europeas.
Lo mismo ocurrirá para las mercancías europeas en el sentido contrario, lo que provocará una disrupción mayor en la logística de distribución del mercado europeo y afectará las muy desarrolladas cadenas de valor en la manufactura europea, donde un bien se fabrica con partes provenientes de distintos países.
Irlanda es el problema político y de soberanía más espinudo y que menos se entiende en el resto del mundo.
En abril de 1998 se llegó a los acuerdos de Belfast o de Viernes Santo que lograron la paz en Irlanda del Norte después de tres décadas de una virtual guerra civil.
Uno de los componentes de este acuerdo fue suprimir la frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, que es parte del Reino Unido.
Actualmente no hay ni controles fronterizos ni marcas que indiquen que se cambia de soberanía nacional al cruzarse una línea fantasma. Como contraparte, la República de Irlanda modificó su Constitución eliminando la reivindicación de la unificación de la isla bajo la República (el objetivo último del IRA).
Al salir el Reino Unido del mercado único europeo, sin acuerdo sobre su relación económica con la UE, deberá reponerse el control de mercaderías que cruzan entre Irlanda e Irlanda del Norte para asegurarse que cumplen las normas europeas, cuestión a la que se opone fuertemente el Primer ministro de Irlanda.
Justamente el backstop – la solución acordada en esta materia – es lo más contencioso en el acuerdo para los parlamentarios británicos. El propósito del acuerdo es evitar que se restablezca una frontera “dura” entre Irlanda e Irlanda del Norte.
Para ello, durante el período de transición hasta que se renegocie un nuevo acuerdo económico entre la UE y el Reino Unido, ya sea Irlanda del Norte o todo el Reino Unido continuarán bajo las reglas de la Unión Aduanera europea.
Si el Reino Unido no aceptara permanecer en la unión aduanera, porque le impide negociar acuerdos bilaterales con el resto del mundo, Irlanda del Norte deberá permanecer bajo las normas y regulaciones de la UE, diferenciándose del resto del Reino Unido.
Un Brexit sin acuerdo igualmente requerirá sentar las bases permanentes de la relación económica con la UE. Hay tres opciones. La primera es ser como Noruega: no es miembro de la unión aduanera de la UE (mantiene independencia de su política comercial) pero si lo es del mercado ampliado europeo.
Esto implica que debe aceptar las normas y regulaciones establecidas por la Comisión Europea sin poder participar en su elaboración y además aceptar la inmigración desde el resto de Europa.
La segunda es ser como Canadá o Chile. Esto es, tener un acuerdo de libre comercio con la UE pero no ser parte del mercado único. En la práctica ello significa que los productos y servicios británicos van a perder todos los beneficios de pertenecer a un mercado con reglas únicas.
Las mercancías deberán pasar por los controles fronterizos y los servicios estarán sometidos a las mismas restricciones de acceso que los servicios provenientes de fuera de Europa.
Y ciertamente, la última opción es volver a ser miembro pleno de la Unión Europea.