Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera
Patricio Aylwin ya estaba ungido como el candidato único de la Concertación, y muchos esperábamos (y otros temían) que sería el Presidente que encabezaría la transición. En ese evento, era claro que Foxley sería el ministro de Hacienda, y recuerdo que recibía a una pléyade de personalidades del mundo. Recuerdo en particular a Juan Sourrouille, que venía de ser ministro de Economía de Argentina, el primero después de la dictadura militar, y resultaba valioso conocer su experiencia. Así escuchamos de primera mano su historia ministerial y reafirmó la voluntad de Foxley de mantener bajo control los equilibrios macroeconómicos, especialmente en lo fiscal.
Pero Sourrouille también dio otro consejo de inmenso valor. Le dijo a Foxley que se rodeara de personas inteligentes y de excelencia, aunque no tuviera muy claro a qué se dedicarían. Que la inteligencia es el factor más escaso a la hora de armar equipos, y que esa inteligencia nunca es suficiente cuando hay que enfrentar problemas.
Pues bien, por esa razón, y sólo por ésa, en marzo de 1990 Eduardo Bitran se integró al equipo asesor de Hacienda. Su primera contribución fue detectar que las empresas chilenas se estaban endeudando aceleradamente en el exterior. Por otro lado, que las AFP, que sólo podían invertir en papeles públicos, estaban asfixiadas porque el superávit fiscal restringía la oferta de esos títulos. Que la solución era autorizar a las AFP a adquirir títulos de empresas privadas. Pero que eso requería una férrea regulación financiera de las AFP, y mejorar los gobiernos corporativos de las empresas privadas. Que tanto en las AFP como en el mercado de capitales chileno abundaban los “gatos de campo”. ¡Brillante! Se inició así una secuencia de reformas en un ámbito que hoy parece normal pero que en 1990 era desconocido en Chile.
Bitran también se involucró en los permisos de pesca con ideas que hoy serían normales, pero que entonces generaron la furia de la industria. Siempre con ese carácter exuberante, que más de alguna vez le pasó la cuenta, y siempre sorprendiendo con ideas que se adelantan a su tiempo. También con uno que otro tropiezo, pero sus contribuciones han sido enormes y abundantes.
Entre éstas está el detectar que la energía solar es el petróleo del futuro; que Chile podría exportar esa energía almacenándola en baterías y pilas de litio, mineral escaso en el mundo pero abundante en Chile; que el Estado es dueño de los yacimientos de litio, que Soquimich tiene en concesión; que Julio Ponce -su accionista controlador-, estuvo implicado en el financiamiento desmedido de campañas políticas de esa empresa, y que el regulador abrió una investigación en el “caso Cascadas” por presunción de arreglos en favor del controlador y en desmedro de los pequeños accionistas.
Que el acuerdo Corfo-Soquimich fue una negociación entre el interés nacional y el interés de Julio Ponce. Que en el mundo de los negocios no siempre hay buenos y malos. Pero que en este caso sí los hay, y Bitran es el bueno. Que pena que algunos no se den cuenta de eso.