Nuestra historia económica está marcada por las fluctuaciones del precio del cobre y su impacto sobre la balanza de pagos y los ingresos fiscales. Pues bien, en 2013 culminó un largo ciclo (superciclo) de altos precios y ganancias récord para la minería, que se había iniciado en 2005 y que se tradujo en ingresos excepcionales para el sector.

La vuelta a la normalidad y la baja en el crecimiento obligan a dar la mayor prioridad al crecimiento. Este es la base para la dupla virtuosa de crecimiento y políticas sociales que favorecen el empleo, la equidad y la inclusión.

Aparte de la caída en los precios de nuestras exportaciones mineras, el factor principal de la actual desaceleración del crecimiento es la caída en la inversión. En consecuencia, el foco de preocupación debiera ser recuperar la inversión. 

Afortunadamente, existe abundante liquidez para financiar la inversión; además, las tasas de interés están en niveles históricamente muy bajos. Por tanto, a diferencia de otros momentos o de lo que sucede en otros países, lo que hace falta es corregir las expectativas que se han creado entre los inversionistas; ofrecer condiciones de estabilidad; terminar con los temores y dar perspectivas alentadoras.


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