Por Raúl E. Sáez, Programa CIEPLAN/UTalca

En una entrevista en marzo en CNN, el Dr. Anthony Fauci, Director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EE.UU., señaló “usted no determina el cronograma, el virus determina el cronograma” refiriéndose al levamiento de las medidas de aislamiento. Lo mismo podemos decir respecto de la reactivación de la economía: el cronograma lo determinará el virus, no las autoridades económicas. Es bueno tener en mente este sabio consejo cuando se habla de una recuperación en “V”. Dado el relativamente bajo conocimiento que se tiene del comportamiento del virus y la ausencia de una vacuna efectiva que prevenga nuevos brotes epidémicos, una recuperación económica en “V” parece muy optimista y, además, la permanencia del virus en el ambiente obligará a cambiar drásticamente la forma cómo se proveen los servicios gubernamentales y privados para reducir el riesgo de nuevas epidemias generalizadas. Adaptarse a ello tomará tiempo.


<< Lo mismo podemos decir respecto de la reactivación de la economía: el cronograma lo determinará el virus, no las autoridades económicas. >>

El epidemiólogo y decano de medicina de la Universidad de Hong Kong plantea tres posibles caminos de salida. Los dos primeros consisten en crear una situación en la que el contagio del COVID-19 ya no sea posible. El primero es simplemente dejar que al menos un 50% de la población se contagie y se vuelva inmune al virus. Tal como lo señala el Dr. Leung, esto tendría un costo altísimo en vidas humanas, en particular de los mayores y los más vulnerables. Claramente la mayor parte de los gobiernos del mundo, incluyendo el de Chile, no optó por este desastre humanitario como camino de salida de la pandemia. El segundo camino es el de largo plazo: tener una vacuna efectiva y producida en suficiente cantidad para distribuirla globalmente. Todos los expertos coinciden que esto puede demorar entre 12 y 24 meses. Las sociedades y economías no resistirían uno o dos años con medidas estrictas de confinamiento. Por tanto, hasta la universalización de una vacuna, estaremos con ciclos de alto nivel de confinamiento cuando los contagios lleguen a un nivel que arriesgue el colapso de las unidades de cuidados intensivos y una relajación cuando ese riesgo disminuya, tal como lo ha modelado el Imperial College de Londres. Estos ciclos de “contención y levantamiento de medidas” serán distintos dependiendo del país, e incluso, quizás de las localidades dentro de un país según la demografía y la capacidad del sistema de salud.

En consecuencia, cuando se reduzca el nivel de contagio es probable que no tengamos una recuperación rápida de la economía al nivel de actividad que tenía antes de la llegada del COVID-19. Lo más probable este que estemos un tiempo con la economía moviéndose en una secuencia de dobles “V” o incluso una trayectoria inicial de una “L”, con una parte plana con baches cuya extensión dependerá de la evolución de los contagios, con una lenta recuperación al expandirse la inmunidad.

Una de las razones para ello es que todos los sectores de servicios no podrán funcionar con el nivel de contacto personal que tenían antes. Los restaurantes tendrán las mesas más separadas, los buses interregionales y los aviones tendrán los asientos más separados, los supermercados y tiendas deberán rediseñarse para mantener el distanciamiento social, y los cines más espacio entre las butacas, por ejemplo. Los servicios entregados del Estado deberán reorganizarse para evitar las aglomeraciones y las colas. Todo el sistema de salud, el público y el privado, deberá ser reestructurado guardando una reserva de camas de unidad de cuidado intensivo con ventiladores para los aumentos cíclicos de los contagios.


<< Lo más probable este que estemos un tiempo con la economía moviéndose en una secuencia de dobles “V” o incluso una trayectoria inicial de una “L”, con una parte plana con baches cuya extensión dependerá de la evolución de los contagios, con una lenta recuperación al expandirse la inmunidad. >>

Sin embargo, este desafío presenta oportunidades. Una de ellas es dar un salto cuantitativo en un proceso ya iniciado de digitalización de los servicios administrativos prestados por el Estado. Podría formarse un grupo de trabajo público-privado que identifique las trabas a este proceso y haga propuestas para superarlas. La segunda es mirar al gasto en salud también como un tema de seguridad nacional, creando una reserva estratégica de material médico y medicamentos para enfrentar rebrotes de COVID-19 (mascarillas, ropa de protección, médica, guantes, anestésicos para intubación, ventiladores) y asegurando la disponibilidad de exámenes confiables de contagio y de certificación de inmunidad al recuperarse.

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