Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera

Normalmente parto con un párrafo para captar el interés del lector. Pero al releer el primer borrador de esta columna la encontré densa. Pero no se deje amedrentar por eso. Lo relevante viene al final.

La Gran Depresión (1929-1934) fue traumática para los economistas clásicos. No podían explicarla ni recomendar políticas para salir de ella. Pero Keynes sí pudo explicarla y sus recomendaciones fueron eficaces. 

El keynesianismo fue el nuevo enfoque dominante hasta que, con el inicio de la globalización financiera a comienzos de los años 1970, fue incapaz de explicar los problemas de entonces (ej., la mezcla de inflación con recesión, ni los flujos de capitales disruptivos) y sus recomendaciones de política fallaron gravemente. Surgen entonces los nuevos clásicos (o economistas de oferta), que rescataron el viejo enfoque clásico, pero enriquecido con un novedoso tratamiento de las expectativas (expectativas racionales). 

El nuevo enfoque dominó la escena económica hasta la crisis de las economías desarrolladas en 2007-2010. Esa crisis no fue anticipada por los nuevos clásicos, y hasta hoy no son capaces de explicar qué ocurrió, ni menos aún hacer recomendaciones para evitar que vuelva a ocurrir.

¿Cuál será el nuevo enfoque dominante? Aún no es claro. Sin embargo se ha ido construyendo un consenso en torno a la idea que existen fallas sistémicas. Es decir, cada una de las partes actúa correctamente, pero “el todo” no funciona.

¿Y a título de qué digo todo lo anterior? Que en la economía mundial hay muchos países que creen que lo hacen bien, pero “el todo” está mal. Alemania y Japón son hoy las economías con el mayor superávit de balanza de pagos (cuenta corriente) del mundo, medido en dólares corrientes. Para esas economías, el superávit forma parte de su estrategia de largo plazo: mantenerse competitivas mientras sucede la revolución tecnológica. 

Para EE.UU. forma parte de su estrategia contener a China en lo que, más que una guerra comercial, parece una disputa por la hegemonía en la era tecnológica y de la Big Data. Cada uno de esos países enfrascado en lo suyo, pero con malas consecuencias para la economía mundial. La proyección de crecimiento económico de mediano plazo (cinco años) del FMI no es alentadora: 1,6% para EE.UU., China un impensable 5,5%, Alemania y Japón 1,2% y 0,5% respectivamente. Malo.

La reducción de la tasa de interés de EE.UU. de esta semana, la primera en 10 años, es una muestra de que el mayor crecimiento proyectado para este año (2,4%) será “flor de un día”. Y Trump se volvió a enojar con la FED porque no se dijo que sería la primera de una sucesión de rebajas. Como si esa fuera la solución.

El tránsito a la era de la cibernética y de la Big Data es como un tren. Cada uno de los grandes países se prepara a su manera. Algunos para no perder; otros para ser una potencia. Pero, el efecto conjunto es que a ese tren le falta la locomotora. Una falla sistémica mayor.

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