Autor: Manuel Marfán
Fuente: La Tercera

Mirado como una inversión, el cine es de alto riesgo. Nunca se sabe si una película tendrá éxito o no. Es difícil recuperar la inversión si solo se exhibe en Chile. Para que sea más rentable es necesario que también genere ingresos en el extranjero, ya sea en salas de cine, en TV o en plataformas como Netflix. 

Pero si se hacen, digamos, unas 10 películas el riesgo se reduce. Con dos o tres éxitos es posible financiar el déficit que genere el resto. Y, si se recupera la inversión, será posible financiar otras 10 películas. Y suma y sigue. Eso se llama un fondo rotatorio. Si funciona bien, habrá cine por un buen rato. Algunas películas podrán ser muy básicas, pero si son rentables también se podrá hacer cine-arte, que es más caro y riesgoso. 

Hay que tener tolerancia a los fracasos, pero la continuidad del negocio requiere que existan éxitos.

Pues bien, así pensábamos en los años ’90, cuando estaba en el Ministerio de Hacienda, y me tocó integrar un grupo que aspiraba a revitalizar el cine chileno. Pero nos fue pésimo, como en el cuento de la lechera. No hubo éxitos, y al final se recuperó solo una fracción de lo invertido.

De esa experiencia aprendí algunas lecciones que quiero compartir con ustedes. La primera es que ni los directores ni los guionistas y actores sienten la necesidad de que la película sea un éxito comercial. La motivación que me pareció ver fue la de hacer bien su trabajo, cueste lo que cueste, y así ganar experiencia, engrosar el currículum y obtener el aplauso de sus pares. Y a mí me parece bien eso.

Nuestra falla es que faltó un personaje en esa organización: el productor. Esa es la persona que cuida los recursos. Es el gerente que mitiga la tendencia a la exuberancia del director, el que mantiene a raya los costos, el que conoce el mercado desde la perspectiva comercial, y tiene el instinto acerca de qué puede funcionar y qué no. Es el personaje más odiado del equipo. Pero sin buenos productores la industria del cine decae.

¿Y por qué un economista como yo habla de eso? Porque esa misma reflexión cabe para la investigación y desarrollo y para la innovación (I+D+i). Un invento da lugar a una patente. Pero solo si es capaz de producir utilidades da lugar a una innovación, porque la hace sostenible en el tiempo.

Como en el cine, la investigación para innovar es de alto riesgo. Pero el éxito de alguna es capaz de cubrir las pérdidas que genera el resto. Los fondos rotatorios para la I+D+i tienen la misma lógica que para el cine. Pero también es necesaria la presencia de un productor, como en el cine. 

Douglas Engelbart, el genio inventor del mouse, no era un buen productor. Se le reconocía su genialidad, pero los aportantes se terminaban cansando de que no redituara resultados. No sé si Steve Jobs y Bill Gates habrán inventado algo, pero han sido grandes productores de innovaciones, incluyendo el mouse de Engelbart. Todo lo dicho se engloba en la palabra “buena gestión”, el pariente pobre de la clase política y los intelectuales.

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